XXXVIII

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10 de agosto de 2019

Josephine

Hoy es el último día de acampada.

Una sensación de tristeza me recorre el cuerpo porque no sé qué es lo que me espera en Vermont. Estos últimos días fueron increíbles, Aron y yo no nos separamos ni un minuto para no dejar de disfrutar de la compañía del otro. Él cumplió con nuestro acuerdo y se encargó de fingir que nada había pasado, y aunque en el fondo ambos sabíamos que todo era una puesta en escena, en varios momentos llegué a creer que era real... sobre todo cuando follábamos.

Los sentimientos no pueden borrarse como por arte de magia. Él quiere perdonarme, lo puedo sentir dentro de mi corazón, lo conozco y sé que si las cosas siguen así solo va a ser cuestión de tiempo para volver a ser los que éramos.

—Hoy es el último día —le digo a Aron cuando ambos estamos despiertos—, me gustaría hacer algo especial.

Estamos recostados abrazados dentro de la tienda de acampar. Aron me acaricia el rostro con tanta delicadeza que hace que me estremezca ante cada roce.

—Hay un lugar... —me responde, pero parece dudar.

—¿Qué lugar? —lo insto a continuar.

—Pensándolo bien, no creo que sea lo mejor ir allí.

No sé de qué lugar me está hablando, pero sin duda ha despertado mi curiosidad y ahora no quiero ir a otro lugar que no sea ese.

—Anda, dime de qué se trata. No sé cuándo será la próxima vez que venga aquí y me gustaría conocer ese lugar.

Parpadeo con coquetería para convencerlo y Aron se acerca y me besa en los labios. Definitivamente he ganado esta batalla e iremos a ese lugar, lo veo en sus ojos.

—Se trata de una cueva... en el interior de ella hay unas minas que al atardecer se combinan con la luz del sol e iluminan el interior —me explica—. No sé si es lindo o no porque en realidad nunca he ido.

—¿Por qué? —le pregunto sorprendida—. Parece realmente bello lo que describes. Es más, ahora me muero por ir.

—Es que... —otra vez parece dudar y ya me está poniendo un poco nerviosa su actitud.

—Aron —lo interrumpo—, ¿qué es lo que pasa?

—Es que —me dice luego de exhalar un largo suspiro—a esa cueva debes ir con la persona de la cual estás enamorado... cuenta la leyenda que las parejas tallan sus nombres en las paredes del fondo de la cueva para sellar su amor por la eternidad.

Ahora entiendo sus dudas, pero, por otro lado, si cuando le pedí que me lleve a un lugar especial lo primero que se le ocurrió fue ese lugar, es porque aún está enamorado de mí, por más de que él se empeñe en negarlo.

No voy a aceptar un no por respuesta.

—Escucha —le digo y me enderezo sobre mi propio cuerpo para que mis palabras suenen más serias—, yo estoy enamorada de ti y lo sabes, no iría a ese lugar con otra persona que no fueras tú. Por favor, Aron, llévame a esa cueva —le suplico juntando mis palmas.

—Jo, no creo que sea conveniente. Tu y yo ya no estamos juntos...

—Dijiste que durante este viaje...

—Sé lo que dije, pero, aun así, no quiero que te hagas una idea de algo que no podrá ser.

Tengo tantas ganas de llorar, pero lo último que quiero es que Aron piense que soy una cría de cinco años que llora cuando no obtiene lo que quiere.

Por Una Sola VezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora