XXXII

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4 de julio de 2019

Josephine

Hace exactamente tres semanas que no salgo de mi departamento. Es más, ni siquiera salgo de mi habitación, excepto para alimentarme. Bueno... alimentarme es un término muy amplio, más bien ingiero cosas, y únicamente porque Leah me obliga, porque si fuera por elección propia, preferiría quedarme en mi cama mirando al techo.

Me dejé llevar en mi búsqueda por la verdad sin darme cuenta de lo que podía perder en el camino... de lo que perdí.

No he visto a Aron desde el día en el que me dejó.

La primera semana todavía mantenía la esperanza de que todo hubiera sido una pesadilla. Cuando despertaba cada mañana, lo hacía con el deseo de que Aron estuviera a mi lado y me dijera que todo había sido un mal sueño, que nada había cambiado... pero lo que pasó fue real, el dolor que ahora siento es real, la angustia es real, la tristeza es real y, sobre todo, la opresión que siente mi pecho es real. Cada día que pasa, más difícil se me hace respirar, es como si todo el mundo estuviera presionando mi pecho impidiendo que mis pulmones cumplan su función. Me gustaría decir que no lloré, pero estaría mintiendo, una vez más. El único momento en el que no fui tan infeliz, fue cuando me di cuenta que había batido mi propio récord logrando contener mis lagrimas por unos veinte minutos seguidos.

La segunda semana me dejé llevar por mi impulsividad y decidí que era hora de hablarle a Aron. Lo llamé más de cien veces, pero ninguna respondió. Opté por enviarle mensajes de texto diciendo cuanto lo amaba, cuánto sentía lo que había sucedido y rogándole que me perdonara, pero, una vez más, su respuesta nunca llegó. Pensé en ir hasta su residencia, es más, estaba convencida a presentarme allí y no moverme de su puerta hasta que decida perdonarme, pero Leah me convenció de que hacer eso sería una locura porque si él no quería verme, debía respetar su decisión. Sé que mi mejor amiga tenía razón, pero eso no hace que duela menos. Me enfadé con ella, hostia que me enfadé... dije cosas que en realidad no sentía... aún recuerdo toda la mierda que salió de mi boca y la forma en la que ella se aferraba a mi para no dejar de abrazarme pese a todas las idioteces que yo le decía.

—¡No puedes ir, Jo! —me decía Leah abrazada a mi espalda—, tienes que respetar su decisión. Piénsalo, si tu no quisieras verlo y él se presentará aquí, te enfadarías muchísimo.

—¡Suéltame, maldita sea! —le gritaba yo sin parar de intentar zafarme de su agarre—. Necesito que me perdone.

Las lágrimas no dejaban de brotar por mis ojos. Me sorprendió no haberme deshidratado.

—Si te dejo ir ahora, te arrepentirás luego. ¡Lo estoy haciendo por ti!

—¿Dónde estabas tú ese día cuando todo se fue a la mierda? Ah, sí, follando con el idiota de tu novio.

—Sé lo que intentas —su agarre se hacía más fuerte en mi cuerpo—, pero no voy a dejarte. Háblame, Jo, deja de encerrarte en ti misma y cuenta conmigo. Toda esta semana has sido un fantasma. Lo que pasó, nada podrá cambiarlo, tienes que ser fuerte y superarlo ahora.

—No sé cómo voy a hacer para vivir mi vida sin él...

Pese a todo, esta última semana fue la más dura. Casi ni hablé con Leah, no porque estuviera enfadada con ella, porque realmente no lo estoy, sino porque no tenía fuerza para emitir ninguna palabra. Ella lo entendió. Pasamos el tiempo juntas recostadas en mi cama. Una sola vez me atreví a pedirle que me diga cómo estaba Aron, pero su respuesta fue tajante: su relación con Theo es independiente a mí y no iba a interferir entre Aron y yo. Eso no me gustó, es más, volví a enfadarme con ella, pero luego entendí que era injusto por mi parte, ella es quien evita que yo me sumerja en una oscuridad sin salida. Honestamente, si sigo en pie, es gracias a ella.

Por Una Sola VezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora