XXXIX

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22 de mayo de 2018

Katherine

Mierda.

Mierda. Mierda. Mierda.

El idiota de mi padre ha suspendido mi fideicomiso. ¿Quién se cree que es? ¿De verdad piensa que tiene derecho a controlar mi vida?

Durante toda mi vida nuestra relación no fue la mejor... de hecho, nuestra relación siempre fue una mierda. El muy hijo de puta engañó a mi madre con otra mujer y luego la dejó tirada como si fuera un trapo viejo.

Mi madre siempre me decía en que lo que pasó entre ellos no debía influir en mi relación con él... pero en cuanto cumplí 18 años y decidí cambiar mi apellido, dejó de insistir porque se dio cuenta que era imposible cambiar la forma en la que yo lo veo.

En toda su vida mi padre solo me ha dado una sola cosa buena: mi hermana Josephine... la persona más buena que conozco. Daría cualquier cosa por alejarla de mi padre y así evitar que la contamine como me arruinó a mí, pero sé que ella es fuerte y sabrá hacerse valer por sí misma. Sé que su valentía la llevará lejos, y aunque este mundo es cruel con las mujeres, algo en mi interior me dice que ella sabrá cómo enfrentarse a él.

No sé cómo solucionar esto. Si no accedo al dinero de mi fideicomiso, no podré pagar la matrícula de la facultad y suspenderé el año.

¡Demonios!

Ese dinero es mío, me corresponde por derecho. No puedo entender cómo ha hecho mi padre para suspenderlo. Hace unos años lo intentó, pero no lo logró porque llegué a hacer una gran extracción a tiempo.

Necesito pensar con claridad y solucionar esto cuanto antes si no quiero atrasar mis estudios.

Unos golpes en la puerta me sacan de mis pensamientos. Alzo mi vista hacia el reloj de mi pared y me noto que se me ha pasado el tiempo sin darme cuenta. Aron debería estar del otro lado de la puerta. Hemos quedado para ir a cenar y, aunque ahora es lo último que me apetece, no quiero dejarlo plantado.

Aron es mi folla-amigo. Nunca me gustó ese término, pero realmente es el único que describe a la perfección lo que tenemos.
Tanto él como yo somos hijos de unos padres tan millonarios como idiotas. Si alguien que me puede entender en este momento es Aron. Creo que por eso nos llevamos tan bien... ambos buscamos lo mismo: descargar la tensión que nos provocan nuestros problemas sin involucrar los sentimientos en el medio. En Aron no solo encuentro una persona con la cual follar, también es un amigo al que puedo contarle mis problemas sin preocuparme de que me juzgue... porque eso es lo que hace el resto del mundo: me juzgan porque no pueden entender que rechace a mi padre con la cantidad de millones de dólares que rellenan su cuenta bancaria.

Me levanto de la silla que está en mi escritorio y me dirijo a la puerta para dejar que Aron pase. Mi residencia no es muy grande, de hecho, solo está conformada por una habitación con el tamaño justo para que entre una cama, un escritorio y una silla, y yo no necesito más que eso.

Abro la puerta y me encuentro con el rostro de Aron. Le dedico una media sonrisa que hace que se dé cuenta de que algo no va bien.

—¿Qué ha pasado? —me pregunta preocupado tomando mi cara entre sus manos.

—Mi padre ha suspendido mi fideicomiso.

—¡¿Qué?! —rápidamente entra en mi residencia dispuesto a escuchar todos los detalles.

—Lo que has escuchado... parece ser que su abogado ha encontrado una cláusula en mi fideicomiso que dice que, para seguir disponiendo de él, necesito de su conformidad porque lo que sustenta ese dinero son las acciones de una de sus empresas. Claramente, él no ha accedido a seguir manteniéndolo.

Por Una Sola VezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora