XIII

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21 de febrero de 2019

Aron

Nunca estuve tan feliz de volver de un viaje. Uno no valora al Estado de Vermont hasta que se ve obligado a pasar un fin de semana en Miami con el padre de su novia.

Pero ya pasó. Sobrevivimos al terrible Garrett Hastings.

Después de dormir dos noches seguidas con Josephine no sé cómo voy a hacer para descansar en mi cama sin ella. Me estoy volviendo adicto a esa rubia de ojos celestes y eso me pone un poco tenso. Nunca había sentido algo tan fuerte, y tan rápido, por una mujer.

Entramos en el salón de su departamento y la ayudo a cargar con su pequeño bolso. Sé que no le gusta, pero de todos modos lo hago igual. Piensa que es un gesto machista como si ella no pudiera cargar un simple bolso por el hecho de que es mujer, pero la realidad es que lo hago porque la quiero.

—Quédate a cenar —me pide mientras mete la llave en la cerradura—, podemos pedir comida tailandesa o lo que quieras.

—Me encantaría, jamás podría negarme a la comida tailandesa.

Josephine me regala una sonrisa pícara y entramos a su departamento.

—Al fin decidieron volver de la Luna de Miel —grita Theo desde el sofá.

Josephine se ruboriza y yo lo fulmino con la mirada.

¿Qué hace aquí?

Pero mi pregunta se responde sola cuando veo a Leah salir del baño envuelta en una toalla. Rápidamente se aferra a ella con fuerza en cuando nos ve a Jo y a mí.

—Bueno, bueno, bueno... veo que alguien tiene mucho que contarme —le dice Jo a su mejor amiga.

—Te juro que no hay nada que contar —replica Leah.

Tronco, me decepcionas —me dirijo hacia Theo.

—¿Qué? No todos tenemos tu habilidad para conquistar —me contesta.

—¿Pueden dejar de hablar de nosotras como si no estuviéramos aquí? —Leah pone los ojos en blanco.

Los tres nos echamos a reír, pero ella no. Sospecho que le incomoda bastante lo que sea que pase entre ella y Theo. Es evidente que algo pasa, pero no entiendo por qué se empecina en frenarlo todo el tiempo. Es como si pusiera una barrera y nunca llegara a abrirla completamente. Sé que si fuera por Theo ya le hubiera propuesto matrimonio, o mínimo se hubieran acostado... eso es, Leah debe ser virgen, no puede haber otra explicación.

—Cenamos los cuatro juntos, ¿les parece? —Jo cambia de tema ante la incomodidad de su amiga.

—Excelente, me voy a poner cómodo —dice Theo mientras extiende los pies sobre la mesa ratona.

—De eso nada, ustedes, los hombres, se encargarán de preparar la mesa y de pedir la comida, y Leah y yo la pagaremos. Me parece lo justo —propone Josephine.

—Excelente idea, Jossie —coincide Leah—, vamos a ponernos cómodas.

Comenzamos a preparar la mesa y hacemos el pedido. Creo que calculamos mal porque el empleado del restorán nos preguntó varias veces si solo éramos cuatro personas. Al cabo de unos minutos las chicas se acercan y nos ayudan con los preparativos. Es obvio que antes estaban de broma.

Josephine se acerca a mí por atrás y me abraza apoyando sus manos en mi abdomen y su cabeza en mi hombro. Giro mi rostro y le beso la frente. Estos gestos simples hacen que todo sea especial con ella.

—Es de mala educación comer delante de los pobres —nos dice Theo.

Sé que era una broma, pero Leah no se lo toma así.

Por Una Sola VezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora