XXI

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6 de mayo de 2019

Josephine

Aterrizamos en Nueva York luego de una hora de vuelo.

Debo reconocer que cuando Aron me entregó el sobre sentí pánico porque recordé las cartas anónimas que recibí... pero luego no pude evitar ponerme feliz cuando descubrí de lo que se trataba.

Nueva York es mi ciudad favorita en el mundo. Por lo menos he venido una vez por año desde que tengo memoria. Para ser honesta, el hecho de venir con Aron hace que la ilusión sea especial.

—Un taxi nos debe estar esperando afuera para llevarnos al hotel —me dice Aron mientras sostiene nuestras maletas.

—¿Estás seguro que quieres cargar ambas maletas tú? Puedo llevar yo la mía perfectamente.

Odio con todo mi ser que Aron me trate como una princesita inútil que no puede hacer ningún tipo de esfuerzo físico, por más minúsculo que sea... pero no hay forma de que le quite esa maldita costumbre.

Aron ignora mi pregunta y sigue caminando. Pongo los ojos en blanco, pero lo sigo, tomando nota mental de después volver a sacar el tema.

Antes de llegar al taxi, me adelanto y le abro la puerta.

—Las damas primero —le digo haciendo una reverencia, medio en broma, medio vengándome de lo de las maletas.

—Ja Ja, muy graciosa —me responde con ironía, pero entra al taxi primero.

Una vez que estoy dentro, Aron se acerca hacia mí para hablarme en un susurro con la intención de que el chofer no logre oírnos.

—No deberías comenzar una guerra que sabes que no puedes ganar...

No entiendo su comentario y lo miro sonriendo confundida, pero enseguida comienzo a atar cabos cuando se acerca más a mí y comienza a deslizar su mano por mi muslo. Aron puso mi bolso sobre su regazo asique es imposible para mi devolverle el favor.

Me levanta ligeramente el vestido y mete su mano ligeramente a través de mis bragas. Todavía se encuentra a una distancia prudente de mi zona más sensible, pero no lo suficiente como para evitar que se me escape un suspiro.
Me doy cuenta de que no estamos solos y automáticamente cubro mi boca con la mano. El chofer parece darse cuenta de que algo pasó y se gira hacia mí.

—¿Todo en orden, señorita?

—Si, por supuesto, es solo que me resulta impactante la edificación de esta ciudad.

¿La edificación de esta ciudad? ¿Acaso he perdido mi don para inventar excusas?

La mano de Aron continúa dentro de mis bragas y agradezco que las butacas impidan que el chofer vea un primer plano de nuestro espectáculo.

Sin previo aviso, desliza un dedo en mi interior y yo doy un respingo justo cuando pasamos por uno de los edificios más característicos de la ciudad.

—El Empire State es maravilloso —bromea Aron—, ¿no te parece, mi amor?

—S.... si... —trato de responder como puedo.

Aron comienza a entrar y salir de mi interior y siento como una de mis piernas comienza a temblar. Aprieto mis labios para evitar gemir en voz alta. No puedo creer que este por tener un orgasmo enfrente de otra persona además de Aron... pero antes de que mi cuerpo se libere en el éxtasis del placer, llegamos al hotel.

Aron retira su mano y se esconde detrás de la butaca del conductor para evitar que el chofer lo vea chupándose los dedos.

—Delicioso —gesticula con los labios, sin emitir sonido.

Por Una Sola VezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora