Observaba para los documentos que le acababan de llegar a su despacho. Después de pasar unos días horribles, tanto él como Hinata, al fin había llegado el gran golpe final. Lo había esperado, había sabido que solo era cuestión de tiempo que aquello llegase a sus manos, por eso había dado orden a Sasuke y a Shikamaru de que cualquier documento legal referente al problema que representaba Sakura le fuese remitido directamente a la dirección de su despacho.
―Tienes mala cara―le dijo su socio, Gaara, entrando en su despacho. Naruto levantó la vista un momento para luego volver a fijarla en los malditos papeles que le estaban trayendo por el camino de la amargura―. ¿Las cosas no van bien?
―No, nada va bien―contestó, apretando los dientes.
―¿Es por... Shinachiku?―preguntó Gaara, con mucho tacto, sabedor de que cualquier palabra mal dicha podría desatar la furia de su amigo. Naruto suspiró y asintió―. Lo siento, Naruto, de verdad. Hinata y tú no os merecéis nada de esto.
―Te agradezco tus palabras. En serio.
―Si hay algo que pueda... ―Naruto negó con la cabeza, cogiendo los papeles y guardándolos en un cajón de su despacho del que no pensaba volver a sacarlos.
Si Sakura creía que le iban a ser las cosas tan fáciles, ya podía esperar sentada, porque él lucharía, pelearía con uñas dientes, y no estaba solo. Hinata tampoco dejaría que les arrebataran a uno de sus hijos. ¿Es que Sakura no se daba cuenta de que separar a un niño de su entorno, de su familia, de la única seguridad que había conocido, podía ser contraproducente?
Podría causarle un daño psicológico y emocional enorme, podría sentar la base para futuros problemas de desarrollo social y cognitivo... y sí, todo eso lo sabía porque se lo había dicho Jūgo, uno de los amigos de Sasuke y de su prima, que había acabado haciéndose psicólogo porque él mismo había sufrido problemas psicológicos durante su infancia y adolescencia.
Él era uno de los expertos a los que Sasuke y Shikamaru habían ido a consultar y a pedir consejo, uno de los tantos que se prestaría de buen grado a declarar en el juicio por la custodia de Shinachiku que seguramente se celebraría.
Sasuke le había dicho que el abogado que había contratado Sakura, Madara Uchiha, un pariente paterno del azabache, era un tiburón cuando estaba ante un juez. Era malditamente bueno en su trabajo y no solía dejar títere con cabeza. Golpeaba allí dónde más dolía, retorcía la verdad hasta hacerla suya, hasta que solo su versión fuese la más creíble y aceptable, y tergiversaba los hechos a su conveniencia.
Y lo hacía demasiado bien, al parecer.
―¿Naruto?―Pestañeó, saliendo de su ensoñación.
Vio que Gaara lo estaba mirando, preocupado. Intentó sonreír aunque sin conseguirlo del todo.
―Perdona. ¿Qué decías?―Gaara suspiró.
―Decía que el ayuntamiento quiere que repasemos una vez más las estipulaciones para los nuevos edificios del norte y que nos aseguremos así de que cumplen con la normativa establecida. La señora Nanami nos ha pedido si nos podíamos pasar esta semana por su casa de Okinawa, para comprobar que los obreros lo estén haciendo todo según lo previsto y a su gusto. Y la señorita Kaname no para de cambiar de idea con respecto a la reforma que nos solicitó y el pobre Konohamaru ya no sabe qué hacer para contentarla. Es más: la señorita Kaname ha pedido que la próxima vez vayas tú a hablar con ella. Creo que le gustas. ―Naruto gruñó, frotándose las sienes.
―Y también tengo que terminar el proyecto para la Asociación de Museos, preparar la próxima feria de empleo, la conferencia en la universidad... ―musitó, haciendo un repaso mental de todo lo que tenía pendiente.
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Vínculos
FanfictionDicen que los lazos que te atan a otra persona es lo que te define, y mucho más si estos son los llamados de sangre. Pero... ¿acaso no hay vínculos más profundos y sinceros que otros? ¿Acaso se puede reparar lo que nunca ha estado unido? Madre no ha...