Parte 12

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No podía dormir.

Estaba con los ojos fijos en el techo de su habitación. A su lado su esposa dormía profundamente, con la cabeza apoyada en su pecho desnudo. Su pausada y tranquila respiración le hacía cosquillas en el vello del torso; era una sensación más que placentera y, probablemente, en cualquier otra ocasión la estrecharía contra él, enredaría sus piernas con las suyas, la besaría para despertarla y le haría el amor, aprovechando la oscuridad de la noche y el que los niños dormían como angelitos en sus respectivos cuartos.

Inhaló con fuerza, reteniendo el aire unos segundos para después soltarlo lentamente. No le había dicho nada a Hinata sobre Sakura, no había tenido el valor para hacerlo. Sabía que tarde o temprano tendría que contárselo, pero le aterraba la reacción de su mujer. Le había costado mucho convencerla a lo largo de aquellos años de que la amaba sinceramente y con todo su ser, de que solo con ella estaba dispuesto a pasar el resto de su vida y formar una familia.

Y sabía que el regreso de Sakura traería de vuelta a la vieja Hinata, a aquella niña tímida y llena de inseguridades que siempre pensaba lo peor de sí misma y creía que las demás mujeres eran mucho mejores que ella.

Sakura siempre había estado flotando entre ellos, como un fantasma imposible de olvidar. No echaban la culpa a Shinachiku, el niño era la parte más inocente en toda aquella situación, sino al hecho de que ella se largara y no les dejara el tiempo ni el espacio para sanar las heridas y que estas cicatrizaran. Diez años no habían sido suficientes para cerrar aquel capítulo tan horroroso de su vida, y Naruto sabía que tan solo enfrentando los problemas se encontraba la solución a los mismos.

Apretó los dientes, apartó suavemente a Hinata de sí con cuidado de no despertarla e hizo a un lado las sábanas. Se sentó al borde de la cama de matrimonio y se levantó. Salió de la habitación que compartía con su mujer y bajó las escaleras al piso de abajo, buscando estar solo unos minutos. Fue hacia la cocina y se dejó caer en una de las sillas que allí había, hundiendo el rostro entre sus manos, sintiéndose miserable de pronto.

Pasó un rato y luego escuchó unos pasos casi inaudibles acercarse a donde él estaba. No tardó en sentir unos delgados y cálidos brazos rodearlo desde atrás al mismo tiempo que un fino cuerpo se pegaba al suyo y unos labios presionaban un dulce beso en su cabeza. Cerró los ojos y se aferró a ese contacto que tanto necesitaba en esos momentos. No le hacía falta darse la vuelta para saber que la que estaba detrás de él no era nada más ni nada menos que su amada esposa, su Hinata.

―Hinata-chan... ―Sintió la sonrisa de ella contra su piel. Solo en muy contadas ocasiones la llamaba de esa forma a día de hoy. Hinata creía que ya era demasiado mayor para esa clase de apodos cariñosos.

―¿Qué ocurre, Naruto-kun?―No le contestó. Se limitó a girar el rostro, buscando sus labios. Cuando ambas bocas hicieron contacto un deseo arrollador los invadió a ambos. Naruto no tardó en tirar de ella hasta tenerla sentada sobre sus piernas, con las manos recorriendo la piel bajo la tela del pijama mientras ella enredaba los dedos en su corto cabello dorado.

Jadeantes, se separaron en busca de aire; los ojos azules brillaron al observar los perlados de su mujer, unos orbes que lo observaban con el amor más puro reflejado en ellos.

―Te necesito―le dijo él, con la voz ronca, deslizando ahora sus labios y sus dientes por todo su cuello. Hinata se dejó hacer unos segundos antes de separarlo y mirarlo directamente al rostro, buscando una respuesta a aquello que desde la tarde parecía atormentar a su marido.

―Sea lo que sea, sé que lo arreglarás, Naruto-kun. Y sé también que me lo contarás cuando puedas. Estaré aquí para escucharte. ―Naruto cerró los ojos con un nudo apretándole la garganta. Las lágrimas le ardían detrás de sus párpados bajados.

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