Parte 21

620 56 18
                                    

Shikamaru entró ese día en su despacho más cansado y taciturno que de costumbre. Tenía los hombros hundidos y unas bolsas oscuras bajo los ojos. Cuando su secretaria lo vio se lo quedó mirando, estupefacta, porque era la primera vez que veía a su jefe tan derrotado y demacrado, como si acabase de sufrir una amarga y dolorosa derrota. Sacudió la cabeza y se puso en pie, agenda en mano.

―Buenos días, señor Nara. ―Shikamaru se detuvo y giró lentamente la cabeza hacia ella, como si hubiese tenido que hacer el esfuerzo previo de pensar el movimiento antes de hacerlo.

―Buenos días... para algunos―murmuró, dando un largo suspiro.

La secretaria parpadeó pero enseguida adoptó un aire profesional, intentando disolver así parte de la cargada atmósfera que el abogado parecía traer consigo.

―Tiene una reunión con la señora Kumamoto a las nueve, el procurador vendrá a las diez, un representante del bufete del caso Nomura vendrá a las diez y media... ―Shikamaru se pasó una mano por el pelo y la secretaria calló, viendo que su superior no parecía tener muchas ganas de conocer el día que tenía por delante.

―Solo... tráeme una taza de café bien cargado y algo para comer, un cruasán, un bocadillo, me da igual, algo, lo que sea. ―La mujer asintió, dejando la agenda sobre su mesa y rodeándola para ir a cumplir su cometido.

―Enseguida, señor. ―Shikamaru asintió distraídamente y entró en su despacho, cerrando la puerta tras él.

Caminó hasta su mesa y se dejó caer sobre la silla, pesadamente. No había acertado ni a encender el ordenador cuando la puerta de la oficina volvió a abrirse de nuevo, con violencia. Levantó la vista de la pantalla todavía oscura, sorprendido por la repentina entrada del que fuese.

―¿Qué... ―Sus ojos se abrieron al ver a Sasuke allí, blandiendo ante él un fajo enorme de papeles embutido en una carpeta. Tenía una expresión triunfante y una enorme sonrisa de oreja a oreja iluminaba su pálido rostro.

Teniendo en cuenta que Sasuke era de los que creían que sonreír mucho y tan abiertamente podía provocarte alguna clase de lesión interna irreversible, aquello lo hizo sentirse intrigado. Se echó hacia delante en su silla, con las manos apoyadas sobre su escritorio, mirándolo ahora con curiosidad.

―¿Qué haces aquí?―preguntó, sin poder disimular la sorpresa en su voz―. Creí que la realeza no se dignaba a ir a las humildes moradas de otros. ―Sasuke gruñó pero luego sacudió la cabeza.

Anduvo hasta estar delante de la mesa de su amigo y dejó caer la carpeta llena de papeles sobre la misma. Shikamaru miró para ella, luego a su amigo y colega y luego de nuevo a la carpeta.

―¿Quieres que lo adivine? ¿Acaso me vas a dar un premio cuando acierte o-

―No seas capullo. ―Sasuke se sentó en una de las sillas que había para los clientes e invitados que iban al despacho, sin esperar a que Shikamaru se lo indicase. El Nara se limitó a suspirar, cuando vio una de las manos pálidas de Sasuke abrir la carpeta y señalar la parte superior del primer documento que albergaba la dichosa carpetita―. Lee. ―Con ojos entornados, Shikamaru leyó lo que le indicaba. Era un nombre, al parecer, un nombre propio, de persona, femenino. Pasó los ojos por las letras, distraído.

Pero a medida que las letras formaban sílabas y estas palabras, a medida que dicha información fue llegando a su cerebro, Shikamaru espabiló de repente. Alargó las manos y se hizo con el montón de papeles, arrastrándolo hacia sí y comenzando a leer rápida y ávidamente, devorando la información en cuestión de segundos.

Sasuke se reclinó en su sitio, viendo las distintas emociones que hacían a su amigo arrugar su frente y que la sorpresa, la incredulidad, así como la esperanza, se traslucieran en su expresión.

VínculosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora