Parte 20

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―¿Seguro que estás bien?―Hinata sonrió débilmente ante la pregunta de Kiba, uno de sus dos mejores amigos, mientras no dejaba de empujar el columpio para bebés en el que estaba sentada Himawari.

La niña reía y pedía más, ir más alto, que la empujase más fuerte, mientras su madre estaba haciendo grandes esfuerzos para no desmoronarse.

Un poco más allá, Boruto recorría la caseta de juegos y se tiraba por el tobogán, bajo la vigilante mirada de Shino, su otro mejor amigo. Las risas de sus pequeños consiguieron mitigar un poco la terrible soledad y el oscuro miedo que amenazaba con ahogarla.

Aquella tarde, Shinachiku había partido junto con su padre para reunirse con Sakura, con la que era su madre biológica. El terror de que al pequeño le gustase la Haruno y se encariñase con ella, de que Sakura le gustase más como madre que ella misma, era algo que no podía evitar, que la consumía cada hora un poco más.

―S-sí―consiguió tartamudear a duras penas―. E-estoy... bien. ―Kiba hizo una mueca y frunció el ceño.

Al lado del tobogán, Shino elevó las cejas sobre sus gafas oscuras, intercambiando una mirada de preocupación y comprensión con Kiba.

Tanto el Inuzuka como el Aburame sabían que su amiga no estaba bien, ni mucho menos. Tenía los ojos enrojecidos, se le notaban las marcas del llanto a pesar de la capa de maquillaje que se había aplicado para tratar de disimularlo. También tenía unas pronunciadas sombras oscuras bajo sus párpados, y parecía más delgada, como si no hubiese comido bien en días. Aquello era lo primero en lo que se habían fijado, porque si bien Hinata nunca había tenido sobrepeso sí había sido algo regordeta en los lugares justos, con amplias caderas, senos grandes, un buen trasero y los muslos anchos.

Y todo ello unido al hecho de que a la Uzumaki le encantaba comer, y comer bien. La única vez que se había puesto a dieta había sido cuando empezó a salir con Naruto, en un intento por caber en aquellos mini vestidos que estaban tan de moda y que tanto parecían agradar a los hombres. Hasta que el propio Naruto le dijo, sin haberse dado cuenta del hecho de que su novia pasaba hambre, de que estaba perdiendo mucho peso y que si no estaría enferma.

―Me preocupas, Hinata-chan. ¿Segura que estás bien? Pareces Karin e Ino cando hacen una de sus tontas dietas―había bromeado el rubio―. Espero que no sea eso, porque tú estás muy bien así como estás. Me encantas, toda tú, enterita. ―Y cada vez que lo recordaba se le coloreaban las mejillas, porque aquella conversación había terminado de una manera no apta para menores de dieciocho.

Desde aquella no había vuelto a pensar en ponerse a dieta, por lo que encontrarse ahora conque la ropa le quedaba floja y que tenía la cara algo chupada, era motivo suficiente de preocupación para sus amigos.

―No puedes dejar que la muy pu-

―Kiba-kun. ―El castaño se mordió los labios, reteniendo la segunda sílaba de la palabra que estaba deseando decir. Himawari lo miró, curiosa, como esperando a que él continuara su frase inconclusa. Hinata suspiró. Kiba solía olvidarse de la presencia de los niños constantemente, lo que le había granjeado alguna que otra discusión con Naruto, porque este estaba empeñado en no dejar a sus retoños que ninguna mala influencia los corrompiera. Y, al parecer, Kiba entraba en esa categoría.

―... que la muy pusilánime―Shino alzó las cejas ante la elección de la palabra, ligeramente sorprendido porque su amigo conociese, además, el significado de una palabra tan complicada como aquella―te agüe la fiesta. No puedes dejar que entre en tu terreno. Naruto es tu marido, tú eres su esposa y estos y Shinachiku―hizo un gesto hacia Boruto y Himawari―son tus hijos. No permitas que Sakura destruya todo lo que has conseguido. ―Hinata cerró los ojos, evocando en su mente el rostro de su esposo, diciéndole unas palabras muy parecidas.

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