Parte 5

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Naruto sonrió con infinita ternura cuando Shinachiku soltó la tetina del biberón. Unas gotas de leche le mancharon los labios y el babero. Dejó el biberón sobre la mesita de centro, le limpió la boquita y, quitándole el babero, le limpió la carita y lo puso sobre su hombro para instarlo a que eructara.

Con un suspiro miró para el biberón, en el que aún quedaba un poco de leche. Hacía varios días que Shinachiku no se terminaba la leche. Aquello lo tenía preocupado.

―¿No se la acabó hoy tampoco?―Naruto vio a Hinata recoger el biberón y el babero. Negó.

―Me preocupa. Antes se los pimplaba en un tris y ahora... ―Hinata sonrió al ver la preocupación en aquellos ojos azules que amaba.

―Seguro que no es nada, Naruto-kun. Los bebés también son personas, bueno, personitas, más bien, pero no es nada raro que haya temporadas que coma de más y otras en las que coma de menos.

―Seguro que tienes razón, Hinata-chan, pero... ―Un eructo salido del cuerpecito de Shinachiku lo interrumpió y los hizo reír a ambos. Mientras Hinata iba a la cocina a lavar el biberón y el babero Naruto siguió dándole suaves palmaditas a Shinachiku hasta que este expulsó los gases un par de veces más. Entonces se levantó con él en brazos y lo colocó en el cochecito―. ¿Estás lista, Hinata-chan?―Tan distraído estaba acomodando bien a su bebé que no se dio cuenta de lo tensa que se había puesto la Hyūga de repente.

Hinata se mordisqueó el labio inferior mientras terminaba de lavar el biberón y lo echaba en el recipiente para desinfectarlo, junto con tetina y tapa. Se tomó su tiempo en coger la caja con las pastillas desinfectantes y echar una en el agua, así como en guardar el cepillo especial para lavar los biberones; hacía varios días ya que Karin, Sasuke y los demás habían vuelto a Konoha tras dos semanas de vacaciones gratis en la casa Uzumaki, como había optado por llamarla Naruto. Pero ella había cumplido su promesa y se había quedado a seguir ayudando a Naruto.

Suspiró mientras se pasaba la mano por el pelo, mirando por la ventana de la cocina. Hoy era la segunda revisión de Shinachiku con el pediatra. Naruto le había pedido que fuera con él. En un principio se había negado, ella no era nadie para acompañarlo a algo tan importante como eso. Pero el rubio no paró de insistirle hasta que aceptó, diciéndole que Shinachiku se portaría mejor si ella estaba presente. Aquello le había sonado a la más burda de las excusas, pero las palabras de Sasuke resonaban en su cabeza, cada día con más fuerza.

Le gustas.

Sacudió la cabeza. No quería albergar falsas esperanzas, no otra vez. Su pobre corazón no soportaría más decepciones. Ingenuamente había pensado que el empezar la universidad la alejaría de él, que podría olvidarlo, seguir adelante y buscarse otra persona a la que amar. Pero entonces el jodido destino se interpuso, poniendo ante Naruto el mayor reto de su hasta ahora corta vida: ser padre soltero.

Y ella, como la alma caritativa y bondadosa que era, no podía abandonar en la estacada al hombre al que amaba. ¿Había sido débil? Una parte muy pequeña de ella, esa que su padre siempre se había empeñado en intentar borrar, le decía que sí, pero la otra, la que siempre le había parecido más parecida a la de su madre, le decía que no, que estaba haciendo lo correcto, lo que debía. Que aquel era su destino.

―¿Hinata-chan?―Dio un respingo y se volvió. El rojo cubrió enteramente su rostro al verse cara a cara con Naruto. El rubio se había preocupado al ver que ella no le respondía y, cuando se giró para verla, vio a la chica ensimismada en sus pensamientos―. ¿Estás bien? Si te sientes mal... ―Hinata negó rápidamente con la cabeza.

―N-no es eso. Solo me distraje un momento. Es todo. ―Naruto retrocedió unos pasos y, tras escrutarla minuciosamente con su mirada azul cielo, sonrió ampliamente.

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