Dos semanas después Naruto no sabía si podría cumplirle a Shinachiku eso de ser "el mejor padre del mundo". Aquel día su hijo se había despertado con el pie izquierdo, al parecer, porque no había parado de llorar en toda la santa mañana. Llevaba un buen rato paseando de un lado a otro de la sala, al tiempo que sus ojos azules se paseaban por el desastre en el que se había convertido la casa.
Cuando llegó lo primero que había hecho había sido abrir las ventanas para que aireara, así como comprobar que la luz, el gas y el agua funcionaran. Una vez hecho esto se dedicó a deshacer las maletas y a guardar todo en los cajones. Escogió como habitación la grande, la que antaño ocupara su abuelo. Era lo suficientemente espaciosa como para colocar el moisés de Shinachiku al lado de la cama y además era la más luminosa. Y puede que la cama matrimonial ayudara un tanto en su decisión. Nunca había tenido oportunidad de dormir él solo en una cama tan grande y no la desaprovecharía.
Luego se había hecho con toda la información de aquel lugar, ubicando en un mapa los lugares más importantes, como el ambulatorio, la farmacia, el supermercado más cercano etcétera. Comprobó también con alivio que el viejo coche de su abuelo aún funcionara, pero aun así buscó un taller mecánico por la zona y, tras explicarle la situación al dueño, este se mostró de lo más comprensivo, yendo en persona a verificar que el vehículo estuviera en perfectas condiciones.
Una vez hecho todas las comprobaciones pertinentes, dedicó la primera semana a pasearse por el pueblo, dejándose ver con Shinachiku mientras que al mismo tiempo se familiarizaba con aquellas calles. Descubrió un pequeño paseo que transcurría a lo largo de la playa, perfecto para sacar a pasear a Shinachiku. En pocos días los lugareños se acostumbraron a verlo por allí, dejando de lado las miradas recelosas y desconfiadas para acercarse a saludarlo y de paso derretirse de ternura con el pequeño bebé rubio de ojos verdes, hecho que Naruto descubrió la primera vez que vio a su hijo abrir los ojos.
No es que le disgustara el color en sí, pero le incomodaba un poco el hecho de que cada vez que Shinachiku lo miraba no podía evitar recordar a la madre del mismo. Pero se dijo que no tenía nada de especial, al fin y al cabo Sakura era su madre y no podía hacer nada al respecto.
También tuvo que pasarse por la pequeña tiendo de artículos para bebé que había en el pueblo. Le gustó descubrir que allí no había grandes superficies, sino pequeñas tiendas y negocios locales que la gente de allí apoyaba incondicionalmente. Adquirió, con la asesoría de la dependienta, una señora de unos treinta y tantos, un carrito que más adelante podía transformar en sillita de paseo, un moisés algo más grande de lo habitual para no tener que cambiarlo muy pronto, una sillita para el coche que le duraría hasta que Shinachiku cumpliera los dos años por lo menos y un arnés, más por recomendación de la mujer que por iniciativa propia. Asimismo se hizo con el saco para el cochecito, el plástico para la lluvia, una bolsa para llevar colgada del manillar, una bañera para bebés, un calienta biberones, útiles para lavarlos y desinfectarlos, un sujeta chupetes y algo de ropita. Afortunadamente tenía entrega a domicilio para las zonas más alejadas del pueblo y le prometió tenerlo todo entregado en un par de días.
Claro que tantas cosas por hacer y tanto por comprar había acabado convirtiendo la casa en un trastero más que en un verdadero hogar. Naruto no se dio cuenta hasta ese momento de que cuidar de un bebé recién nacido y llevar una casa al tiempo no era tan fácil. Tenía a su favor el no trabajar aún, temblaba el día que se le diera por hacerlo. Si ya ahora parecía que por allí había pasado Atila el Huno no quería imaginarse el aspecto de su casa cuando no pudiera pasar tanto tiempo en ella.
Eso, sumado al poco tiempo que podía dormir, el tener que controlar los gastos para no pasarse, el que Shinachiku gastaba pañales y leche como si de un ejército se tratara, el que él ya de por sí era desordenado...
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Vínculos
FanfictionDicen que los lazos que te atan a otra persona es lo que te define, y mucho más si estos son los llamados de sangre. Pero... ¿acaso no hay vínculos más profundos y sinceros que otros? ¿Acaso se puede reparar lo que nunca ha estado unido? Madre no ha...