Parte 6

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Murmuró maldiciones mientras observaba los apuntes frente a él. Las fórmulas matemáticas parecían burlarse de sus ojeras, de su cabello despeinado y de su mal humor. Shinachiku dormía, por fin, a su lado, en su tumbona. Mordisqueó el lápiz, intentando buscarle sentido en su cansada mente a lo que las hojas frente a él exponían. Al menos aquel era un día tranquilo en la tienda, se dijo.

No había sido fácil, pero nada fácil, adaptarse al nuevo horario y al cambio de ritmo. Shinachiku seguía despertándose por las noches y a pesar de la sugerencia de sus padres de convertir una de las habitaciones libres en un cuarto para su nieto Naruto se había negado en redondo. Se había acostumbrado a dormir con Shinachiku en la misma habitación, y no quería estar lejos de él si empezaba a llorar.

Resopló, pasándose una mano por los cabellos rubios, hechos un desastre de tantas veces que se los había agarrado, mesado y tironeado de ellos. Al final lanzó el lápiz sobre la mesa, molesto y enfadado de pronto con el mundo.

Había pasado casi un mes desde que empezaron las clases. Apenas tenía tiempo para verse con sus amigos y ya no digamos para hablar con ellos. Sus conversaciones con Hinata también se habían reducido al mínimo, debido a las nuevas obligaciones de ambos como universitarios.

Lo entendía, de veras que sí, pero era jodidamente exasperante. Después de su última cita (Naruto no quería calificarla de otra manera) no se habían vuelto a ver y aquello lo tenía ciertamente desesperado, con la mente trabajando a mil por hora en cosas en las que no necesitaba ni deseaba pensar.

¿Y si Hinata encontraba a otro chico en la universidad que le gustara? ¿Y si llegaba un punto en que por culpa de sus respectivos deberes dejaban de verse y hablarse? ¿Y si ella se había dado cuenta de lo pesado y molesto que era tratar con un chico que tenía un bebé a su cargo? ¿Y si ya no quería a Shinachiku?

¡Dios, se estaba volviendo un paranoico! Y eso que se había prometido a sí mismo no apresurar ni forzar las cosas...

¡A la mierda, necesitaba verla, abrazarla y...

La campanilla de la puerta sonó anunciando la entrada de un nuevo cliente y levantó la cabeza. Hizo una mueca al ver a un señor de unos treinta y tantos vestido con un traje de esos modernos, sin corbata, muy a lo hípster, con unas gafas cuadradas adornándole el rostro y ese aire de persona superior. El hombre alzó una ceja al reparar en su persona, seguramente detallando la mala cara que presentaba.

Claro, que se pusiera él a cuidar de un bebé las veinticuatro horas del día siete días a la semana. Estúpidos prejuicios.

Recordándose que su madre lo mataría si no hacía bien su trabajo respiró hondo y, levantándose de la silla, compuso su mejor sonrisa.

―¿Le puedo ayudar en algo?―Tras unos segundos más de estarlo observando (Naruto tuvo que hacer uso del poco autocontrol que le quedaba para no pagar su mal humor con el hípster) el hombre al fin se le acercó.

―Sí. Estoy buscando a Kushina. ―Naruto ladeó la cabeza con el ceño fruncido. ¿Quién era ese tipo para tratar de manera tan familiar a su madre?

―Mi madre no se encuentra en estos momentos. Si puedo serle yo de ayuda... ―El supuesto cliente miró un momento para el lugar en el que Shinachiku dormitaba y luego volvió de nuevo sus ojos hacia él. Naruto contó mentalmente hasta diez.

―Habíamos quedado en que esta semana vendría a hablar con ella por un asunto. No esperaba no encontrarla.

Jodido arrogante de mierda. Mamá ¿con qué gente te juntas?―Pensó Naruto para sí mismo. Sonrió, forzando al máximo las comisuras de sus labios―. ¿Tenía cita?―preguntó, haciendo acopio de toda su paciencia, revisando la agenda que tenía sobre la mesa.

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