Parte 26

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Mientras cerraba la maleta y tiraba de la cremallera, Hinata suspiró, doliéndole el corazón y el alma enormemente al tener que abandonar aquella maravillosa casa que había sido su refugio durante las últimas dos semanas. No pudo evitar mirar con cariño para la cama y los muebles que adornaban la espaciosa habitación que había compartido con su marido durante aquel breve tiempo de estancia.

Se acercó por última vez a los enormes ventanales, saliendo al balcón para aspirar y empaparse de las vistas tan bonitas de las que podía disfrutar desde allí. Tan absorta estaba que no se percató de que había alguien más en el cuarto con ella hasta que sintió unos fuertes brazos rodearla desde atrás, apretándole la cintura. Sonrió con los ojos cerrados y se dejó caer contra ese pecho fuerte que la había abrigado hasta en las noches más frías.

―Volveremos, mi amor―le dijo la voz profunda y ronca de Naruto―. Te prometo que, algún día, volveremos. ―Hinata asintió, sintiendo cosquillas cuando sus labios calientes le rozaron el cuello. Una ola de excitación le sacudió las entrañas, y tuvo que apartarse del cuerpo masculino. Sus mejillas se tornaron rojas al escuchar la risa que escapó de la garganta de Naruto. Se había dado cuenta de su deseo y aquello la avergonzó. ¡Ya no era una jovencita, por el amor de Dios, sino una mujer hecha y derecha que podía y sabía controlar sus impulsos!

Ignorando a su esposo, fue hacia la cama y bajó la maleta al suelo, sacando el asa. Se hizo también con su bolso y se lo pasó por la cabeza, cruzándolo por sobre el pecho.

―¿Lo llevamos todo?―preguntó. No pudiendo evitar sonreír, Naruto asintió, acercándose a ella, besándola brevemente en los labios esta vez sin abrazarla, consciente de que, si lo hacía, ya no sería capaz de quitarle las manos de encima.

Hinata asintió, también, respondiendo a su propia pregunta.

―Cre-creo que sí. ¿Has comprobado el cuarto de baño?

―Dos veces. No nos hemos dejado nada. ―Hinata asintió una vez más, al mismo tiempo que él lo hacía nuevamente.

―Entonces, vamos. ―Con un gran suspiro de resignación, Naruto tomó su mano y se dirigieron a la planta baja, donde Rocco y Sabela esperaban para despedirse de ellos.

Naruto agarró la enorme maleta para bajarla por las escaleras, permitiendo que Hinata bajara delante de él. No pudo evitar observar el seductor balanceo de sus caderas bajo la falda larga, imaginándose sus manos traviesas subiendo por sus muslos hasta sus nalgas, deslizando la tela hacia arriba lentamente, disfrutando del estremecimiento y del suspiro de placer que sabía provocaría en el cuerpo femenino.

Tuvo que cerrar los ojos y respirar hondo, negándose a permitir que el deseo le nublara los sentidos. Por mucho que le fastidiara, tenían un avión que coger. Sus hijos los esperaban en casa y, aunque habían pasado unos días maravillosos tan solo ellos dos, tenía que reconocer que echaba terriblemente de menos a sus retoños.

Al llegar al pie de las escaleras, el mismo chófer que los había llevado hasta la villa a su llegada se apresuró a hacerse con la última maleta para llevarla al coche que esperaba en el camino empedrado, a las puertas de la villa.

―¿De verdad tenéis que iros?―preguntó Sabela en tono lastimero, mirándolos con sus grandes ojos marrones suplicantes. A su lado, su esposo rio entre dientes.

―Cariño, seguro que volveremos a verlos pronto. ―Sabela frunció el ceño, mirando para Rocco con los ojos entrecerrados.

―¿Y cuándo, si puede saberse, señor don "estoy-muy-ocupado-con-mi-trabajo-y-no-tengo-tiempo-para-nada-más"?―Ante la acusación de su mujer Rocco carraspeó, incómodo y con los aristocráticos pómulos ligeramente enrojecidos.

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