Día de mudanza

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Suena la alarma del despertador, día nuevo... de mudanza. Mi padre trabaja para una gran empresa de moda y luego de su gran trabajo en la revista de la semana pasada le dieron un traslado, ¿a dónde? Bueno, nada más ni nada menos que a Ámsterdam, un lugar que según sus jefes necesitaba un touch de moda americana. Es un gran cambio, pero no me asusta. Allí se conocieron mi mamá y mi papá, luego mi mamá murió en un accidente de auto, por suerte fue cuando era chiquita y solo tenía tres años apenas. Desde entonces tengo un gran cariño y admiración a mi padre, pudo salir adelante por sí mismo.

-¿Estás lista para irnos?- me pregunta mi padre con su típico traje de oficina ¿es que nunca se lo saca?
-Más que nunca- le digo con una gran sonrisa.
-Julia yo- pero lo interrumpen los parlantes del aeropuerto.
-Atención a todos los pasajeros con el vuelo 32 rumbo a Ámsterdam, abordar en la fila 4. Gracias.
-Será mejor que nos apuremos- le dije agarrándolo de la mano rumbo a la fila cuatro. Hubo unos minutos de silencio.
-Julia- lo miro- sé que esto es difícil para ti, pero quiero que entiendas que- pero lo interrumpo.
-Papá, voy a estar bien, a demás sabes que mi experiencia en Chicago no fue la mejor.
-Tienes razón.
-Como siempre- le digo, él me sonríe y luego me da un beso en la frente.
Abordamos al avión, en los asientos tres y cuatro, primera clase. Definitivamente me gusta viajar en avión, aunque lo que más me gusta, mejor dicho me encanta, es viajar en primera clase. Me esperaba un vuelo de ocho horas, me recuesto en el asiento cama y me tapo con una manta.
-Julia- me dice mi papá moviéndome cariñosamente- tienes que elegir algo para comer- abro los ojos y digo la primera comida que se me ocurre.
-Sorrentinos de jamón y queso- le digo, de tantas veces que viaje ya me sé la carta de memoria- y no preguntes- le dije a la azafata antes de que abra su boca- con salsa cuatro quesos y agua sin gas.
-Bien, será eso entonces- dice la azafata sonriendo- ¿usted qué va a querer señor?
-Lo mismo que ella- dice mi padre sonriendo. La azafata asiente con la cabeza y luego se va.
Me estiro en el asiento y miro a mi padre con los ojos entreabiertos.
-¿Cuánto falta de viaje?- le pregunto.
-Dos horas- me dice- te salteaste el desayuno, no te quise despertar- asiento con la cabeza y miro por la ventana, solo distingo nubes y más nubes. Mi papá estaba mandando mensajes con sus jefes del trabajo y con el representador de la revista de Ámsterdam, creo que se crearon un grupo de whatsaap, me da gracia cómo la gente adulta se actualiza tan rápido.
Al cabo de un rato aparece la azafata con la comida, puedo sentir el riquísimo olor de los sorrentinos con esa salsa cuatro quesos. Corto un sorrentino por la mitad y lo hundo en la salsa, luego me lo llevo a la boca. Están riquísimos, como para ser comida de avión, no demoro ni un segundo y ya me meto otro en la boca.
-Te vas a atragantar- dice mi padre.
-Valdrá la pena- le contesto- están riquísimos-Él se ríe.
Ya terminamos de comer y mi padre está bebiendo del agua, mi agua ya me la terminé de a sorbos mientras comía mis ricos sorrentinos.
-¡Mierda!- dice mi padre por lo bajo. Me volteo a ver y veo que tiene una gran mancha de agua en su pantalón. No puedo evitar reírme- ¿De qué te ríes Julia? No es gracioso- dice mientras se seca su pantalón.
-Sí- le digo entre risas- sí lo es.
-¿Cómo se supone que sacaré esto?- masculla mi padre.
-Papá es agua, no creo que te lo arruine mucho, se va a secar.
-Sí, solo es que no creo que se seque en media hora Julia y el representante me mirará mal al llegar a su oficina.
-¿iras a su oficina?- le digo- ¿a penas lleguemos?
-No, primero iremos al departamento a dejar las cosas y luego lamento decirte que me voy a tener que ir con el representante a una pequeña reunión en un bar- dice mi padre.
-Bueno, entonces si vamos al departamento te vas a poder cambiar el pantalón si tanto te molesta.
-Sí, eso haré- termina diciendo mi padre. Revoleo los ojos.
Me vuelvo a acostar ésta vez con mis auriculares puestos y solo observo por la ventana, no tengo sueño, pero igual cierro los ojos.
Abro mis ojos luego del pitido del avión.
-Señores pasajeros hemos llegado a destino, gracias por volar con Airplanes- dicen los parlantes del avión.
El avión ya estaba parado y ya había aterrizado, no sé como mierda es que no me desperté. Agarro mi mochila y me bajo del avión. En la puerta del aeropuerto había un auto negro con un chofer que por cierto usaba traje esperándonos. Nos subimos al auto y éste nos dejó en el departamento con una llave en la mano de mi papá. Mi papá está por abrir pero justo se detiene.
-Abre tú- me dice- quiero que tú comiences la aventura de éste viaje, a demás dicen que es buena suerte ser el que abre el departamento por primera vez.
-Papá- le digo revoleando los ojos- nadie dice eso- le quito la llaves de las manos y él se ríe. Abro el departamento.
Es hermoso, tiene dos plantas, en las de arriba se encuentra una habitación que a la vez tiene un baño y una oficina, supongo que ésa habitación va a ser la de papá. En la planta baja hay una cocina que está compartida con el living y un gran televisor plano en frente de un sillón. Una mesa de vidrio se reluce en la mitad del living, justo detrás del sillón. También hay una barra que separa lo que es living de cocina. Por supuesto que hay una habitación que es para mí, tiene una cama de dos plazas, un ropero con un espejo, una mesita de luz y un televisor LCD pequeño colgado de la pared.
Me tiro en mi cama unos segundos, solo sonrío, presiento algo bueno. Me dispongo a acomodar mi ropa en el ropero, saco las remeras y las pongo en el primer estante, saco los pantalones y los cuelgo en el estante que está dedicado especialmente a los pantalones, por último saco mi ropa interior y las medias y las coloco en un cajón del ropero. Con eso concluye con la primera mitad del ropero, si hay algo que odio de las mudanzas es acomodar la ropa en los roperos, no hay cosa más frustrante. Ahora saco las camperas, camisas y vestidos y los cuelgo en las perchas de la otra mitad. Finalmente dejo mis zapatillas y zapatos tirados debajo de las camperas, camisas y vestidos. Terminé, al fin terminé. Prendo la tele y me pongo a ver una interesante película de amor.
Pasadas las cuatro horas mi padre no había vuelto así que decidí por irme a bañar. Mágicamente encuentro que hay un baño en la planta baja que tiene una hermosa ducha, lista para ser usada. Me quito toda la ropa y me meto en la ducha. Me dejo llevar por el agua golpeando en mi cabeza, estoy agotada ¿de qué? Bueno, no sé, simplemente estoy agotada. Después de creo que tres canciones y media debajo de la ducha salgo y me pongo una toalla en el pelo y otra en el cuerpo. Abro la puerta del baño y siento salir el vapor detrás de mí. Mi papá ya se había bañado al parecer y ahora sólo lleva el pijama y está sentado en el sillón mirando tele.
-Apúrate que está por empezar una buena película- me dice. Corro hasta mi cuarto y me pongo una remera vieja y un pantalón corto. Voy corriendo y me siento en el sillón de un salto.
-Ya estoy- le dije.
-Ve a sacar la pizza primero- me dijo- está en el horno.
-¿Hiciste pizza?- le pregunto.
-¡Julia! ¡¿Me puedes decir qué bicho te picó?! ¡Yo nunca cocino!- me echo a reír.
-Tienes razón- le digo y me paro a buscar la pizza.
Me la pasé viendo películas con mi papá el resto de la noche, debo admitir que me gustó, hacía tiempo que no lo hacía.

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