Feliz Cumpleaños

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La tan esperada mañana de Junio arribó al fin, y como cada año en esa fecha, decidí prescindir por completo del habitual cortejo matutino que invadía mi habitación y obligaba a mi esposo a despertar desde muy temprano para poder huir de aquella situación; pues la mayor parte del tiempo se negaba a ser asesorado respecto a lo que podría usar, a pesar de llevar tantos años en dicha situación conservaba algo de aversión a recibir consejos de moda que no fueran míos, o los de su subconsciente. Salté de la cama en cuanto la alarma sonó y me hice de unos cómodos mom jeans, tenis blancos de caña baja, y un sencillo crop top lila de mangas largas; afortunadamente, Víctor siempre había sido de sueño extremadamente pesado, lo cual no representaba un problema para el ruido de mis pasos apresurados recorriendo la habitación; dejé dormir al Emperador, no sin antes besar su frente y arroparlo correctamente, pues se movía demasiado al dormir y siempre se le caían las mantas.

Afuera, el castillo se movía con la prisa de las olas embravecidas, una situación bastante común en los días de fiesta. Antes de dar un último vistazo a todo lo referente a la celebración de aquella noche, decidí pasar por mi desayuno a la cocina, encontrándome con mis amigas sentadas en torno al islote de mármol, comiendo tranquilamente y luciendo un terrible aspecto luego de haber tomado un vuelo de madrugada en medio del frío y los ventarrones que se sentían en el Jorge Chávez, en Lima.

—Buenos días, buenos días. ¿Cómo estuvo su vuelo? ¿no cogieron con el capitán o alguna sobrecargo? —Saludé a las chicas, dirigiéndome a una de las neveras, buscando algo rápido para comer.

Una de las mucamas se percató de mis intenciones y se apresuró a servirme un bol de Acai, con frutos rojos y pedacitos de chocolate blanco, además de un té de canela y clavo con miel. Agradecí el gesto y me senté junto a Valeria, no sin antes haber saludado a las tres muchachas que la acompañaban, con un fuerte abrazo.

—No, Majestad, lastimosamente no envió por nosotras a una hora adecuada como para satisfacer nuestros instintos más bajos con sus fieles adjuntos. —Comentó Camila, endulzando su café—. Perra, ¿te parece prudente hacernos tomar un avión a las tres de la madrugada? Tengo ascendencia china, pero eso no significa que deba parecer un puto panda, ¿te has fijado en mis ojeras?

—Tuvimos que estar listas desde las dos de la mañana esperando al chofer, creo que la más emocionada por venir era Daniela. —Añadió Valeria.

—Y claro, ¿no recuerdas que nos dijo que habían invitado a miembros de la realeza británica? Capaz me hago novia de un duque o un príncipe y nunca más trabajaría en la vida, solo me dedicaría a sonreír, saludar, y quedarme callada para no morir misteriosamente en un accidente de tránsito en un túnel de París. —Daniela terminó de servir sus cereales en un enorme cuenco, y en lugar de verter leche sobre ellos, tomó una de las botellas de vodka de frambuesas que le alcanzó una mucama y acompañó su desayuno con aquel licor. Yo la miré con los ojos muy abiertos, era una combinación asquerosa—. No me mires así, he tenido una semana de mierda, ah, y Agustina no pudo venir porque tenía demasiado trabajo.

—Dile la verdad, Daniela. Agustina no quiso venir porque dijo que no le apetecía celebrar un año más de vida de tu marido, incluso si eso significaba que está un año más cerca de la muerte. —Confesó Lilian, sosteniendo mi mirada.

—Entiendo que sigan teniendo algún tipo de resentimiento por Víctor, pero realmente esperaba poder tenerlas a todas aquí. Después de todo, será una gran fiesta, tocará la Big Band Imperial, y también... Los Mesoneros, obviamente.

—¿Conseguiste que todos esos vinieran a amenizar la fiesta? Bueno, si Víctor no te hace un altar luego de esta noche, te recomiendo que te divorcies. —Valeria parecía bastante convencida de sus palabras.

Imperio. [#2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora