La maternidad y sus mentiras

12 3 0
                                    

La imagen que se vende en las revistas de maternidad era un espejismo cruel si la comparabas con la realidad, las fotografías de sonrientes mujeres sosteniendo sus vientres con el orgullo que trae la creación de una nueva vida eran esa engañosa carnada para intentar asomar un instinto materno que resultaba dudoso, pues sus relucientes gestos no te advertían de los terribles mareos y las malditas ganas de orinar, o aquella sensación de no saber qué habías dicho o hecho en los anteriores dos minutos. Quizá podría atribuir este ligero sufrimiento a mis circunstancias, es decir, ser madre podría ser una experiencia muy bonita para aquellas mujeres con una vida relativamente normal, pero teniendo en cuenta que debía encargarme de un Imperio entero y de cuidar que mi adorado esposo no la cague en cualquier decisión, todo se hacía mucho más difícil.

Mi vida, en general, había tenido que adaptarse a muchas de las sugerencias que los doctores y la familia había recomendado, y no es que no tuviera decisión propia para ver cómo cuidar de mi embarazo, era solo que prefería seguir consejos de quienes estaban especializados tanto empírica como formalmente en todo lo relacionado al proceso de traer humanitos al mundo; para empezar, el cambio radical de tacones a tenis y todo tipo de zapatos bajos había sido sencillo, pues nunca había sido muy fan de llevar tacones altos del tipo stiletto y prefería algo mucho más del estilo usado por Demonia, pero aquello no era precisamente adecuado al protocolo de vestimenta, en cuanto a mi alimentación, las cosas habían sido ligeramente más complicadas, pues cambiar de repente la deliciosa comida grasosa por una dieta balanceada, y la ausencia de pastillas por un suministro rutinario de vitaminas pre natales y muchos componentes que ayudaban al desarrollo de mi cuerpo y el de mi bebé, nunca era un trabajo sencillo.

Los cambios en el Imperio se aceleraban a medida que los días transcurrían, por un lado, había conseguido la aprobación de los Ministros para iniciar las gestiones y acuerdos necesarios que nos ayudarían a solidificar un sistema para proporcionar ayuda a las mujeres de zonas vulnerables de nuestro territorio; y por otro, Víctor había iniciado su cacería de narcos, pasando por encima de mis súplicas que buscaban evitar que se involucrase tan de lleno en esos asuntos, pues no se le ocurrió mejor idea que presenciar las capturas desde un lugar relativamente seguro y privilegiado, siendo este, un auto fuera de las locaciones señaladas por Correa. Tuve que tragarme la angustia de ver su fanfarrona sonrisa en los noticieros, y casi rompí a llorar de ansiedad cuando al finalizar una entrevista, lanzó un beso a la cámara y guiñó un ojo, seguido de un: "Saludos a la Emperatriz".

A esas alturas, luchaba por mantenerme ecuánime y no caer en la locura, sobretodo porque no se me permitía salir ni a tomar aire en los jardines del castillo, por precaución ante un posible atentado, y esta situación no era ajena a los otros miembros de la familia tampoco.

Mientras trataba de enfocarme en mí, mis propios asuntos y mi bebé, me di a la tarea de estudiarme durante largas horas frente al espejo, y llevar una bitácora de medidas, peso y volumen, todo esto con afán científico (o tal vez, resquicios de mi trastorno alimenticio); gracias a esto, pude notar que cada día mi cuerpo se iba haciendo más pesado y poco a poco iba brotando de mi estómago una curvatura que solo aumentaba de manera desmedida. Así como también afloraba abruptamente el instinto paternal y protector de Víctor, quien, casi convirtiéndolo en un ritual, no podía dejar de besarla cada noche, consolándome con el roce de sus labios y convenciéndome de que por alguna razón, su vida no estaba tan en peligro como temía, y a veces también hablaba con el bebé. Además, me sentía mucho más propensa al cansancio que de costumbre, además de haberle agarrado un asco abismal a ciertas comidas o tener fluctuaciones importantes en mi estado de ánimo.

—Majestad, ya tenemos listos los documentos con las listas de los voluntarios que nos ayudarán en los albergues de Maternidad Segura y el dinero recaudado ya está listo para entregarse a las empresas y repartirse entre obreros, además, se hizo la compra del mobiliario suficiente para las treinta y dos sedes. —Informó la Ministra de Integración, alcanzándome la carpeta con toda la información mencionada.

Imperio. [#2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora