Diana no era muy fan de los cigarrillos, solía esconderse en el corazón del laberinto del jardín a fumar, como si aún fuera una adolescente rebelde; esta costumbre se había estado volviendo más repetitiva a medida que se acercaba la tan esperada fecha del nacimiento de su nieta y Laura pudo notarlo, se habían vuelto más cercanas desde que residían en la misma casa, era imposible no preguntarse dónde estaba su compañera habitual cuando el resto estaba muy ocupado en lo suyo. Una tarde en particular, la vio meterse al laberinto con la cajetilla en mano, y decidió seguirla, encontrándola sentada en los bordes de la fuente que había dentro del lugar.
—¿Puedo? —Preguntó, sacando a Diana de su ensimismamiento, esta asintió y se movió un poco, para darle más espacio—. No me gusta fumar, pero esto de lavar trastes estresa demasiado, ¿me das uno? —Era verdad, hasta antes de la Revolución, Laura odiaba con toda su alma el aroma del tabaco, pero las circunstancias la llevaron a refugiarse en eso, muy de vez en cuando. Recibió el largo y fino cigarrillo de canela, además de algo de fuego—. Tenía catorce años cuando probé uno de estos por primera vez, volvía de la escuela y mis padres discutían, para variar. Entré a la habitación de mi padre para buscar algo, y vi uno consumiéndose sobre el cenicero, había poco más de la mitad, lo probé porque me abrumaron los gritos y el ambiente tenso de la casa.
—¿El ambiente familiar que te rodeó siempre ha sido tan conflictivo? —Diana tenía mucha curiosidad acerca de cómo una mujer que aparentaba no haber sufrido carencias durante toda su vida y ser tan ecuánime, podía haber salido de algo tan tormentoso.
—Algo así, mi familia era bastante apreciada en las altas esferas de Toluca, pero de la misma manera en que existen los "nuevos ricos", también los "ex ricos". Nos despreciaban por tener amigos y no el capital, y al estar en esa situación, los esfuerzos que se hacían para continuar viviendo en una vieja pero enorme y muy elegante casa que fue herencia de muchas generaciones atrás... bueno, eran casi sobrehumanos; digamos que nos alimentábamos de apariencias y vestíamos con remiendos de antiguas glorias.
—Si lo pones desde ese punto, haber nacido en una familia de clase media no suena tan desastroso. —Confesó Diana, entre pequeñas risas.
—Créeme, fue toda una tortura volver a ascender y a tener todo el capital. Cuando me casé con Máximo tan solo asistieron cuarenta personas, originalmente habíamos contemplado alrededor de cien o ciento cincuenta invitados, pero mi suegra se encargó de convencer a todo el mundo de que me casaba por conveniencia y solo llegaron unos cuantos familiares y amigos de la universidad. Así fue durante el resto de nuestro matrimonio, o al menos, lo que consiguió vivir. —Laura tomó una profunda calada, y fue soltando el humo lentamente—. Hija de puta, me alegra que esté muerta.
Ambas rieron a carcajadas, para Diana todo sonaba como la típica telenovela mexicana, y a Luisa le hubiera encantado que todo fuera tan solo una puesta en escena, sobre exagerada, pero falsa.
—Renzo me pegó el gusto por el cigarro, al principio tampoco me gustaba, pero en nuestros años de noviazgo fui aprendiendo a fumar, y bueno, cuando tuve a Marina lo dejé por completo. Si estos días he estado haciéndolo es porque estoy nerviosa, ya le quedan menos de dos meses para dar a luz, no es mi parto, pero conozco ese dolor y no sé si ella podrá soportarlo.
—Todas podemos, Marina es una mujer fuerte. Aunque es normal que al verla tan adornada con los vestidos y sus coronas, olvidemos que alguna vez fue tan partícipe de la Revolución como cualquier otra chica, el hecho está ahí, y estoy segura que podrá con eso. —La abogada pisó la colilla y la levantó, poniéndola a un lado—. ¿Te sigue afectando la muerte de tu esposo, no?
—Hay días en los que sí, a pesar de que estoy segura que no se hubiera adaptado a la vida de la realeza, Renzo era más un hombre de asperezas, para serte sincera. —Diana sacó y encendió otro cigarrillo, dio una ligera calada y exhaló—. Pero me gustaba mucho, tan rudo, tan... fuerte; no lo sé, me hacía sentir protegida con tan solo mirarme a los ojos. Y era muy carismático, algo ordinario en su sentido del humor, pero a todo el mundo le caía bien.

ESTÁS LEYENDO
Imperio. [#2]
RandomTras la Revolución y nuestro ascenso al trono las cosas en México mejoraron mucho, y es que la presencia de los oligarcas y la burocracia excesiva entorpecía enormemente las labores del Estado. La economía se potenció notablemente y la seguridad au...