Capítulo 2

135 13 5
                                    

Ignazio llegó a su apartamento y después de tomar más de la mitad de la botella de vodka, cayó en la cama llorando y terminó durmiendo. No quería convertirse en un alcohólico como el padre y el abuelo habían sido, pero era difícil deshacerse de la bebida cuando ésta parecía ser la única cosa que le calmaba lo suficiente para hacerlo dormir por unas horas, a pesar de que sabía que el efecto sólo duraría hasta la mañana del día siguiente cuando despertaría aún más triste y con un gran dolor de cabeza para acompañar... Pero su cuerpo dolido no era nada en comparación con el dolor y el vacío que tenía dentro de su pecho.

Por la mañana despertó con la misma ropa, atravesado en la cama prácticamente en la posición en que se lanzó en el colchón la noche anterior. Así como lo esperado, parecía que alguien golpeaba con un martillo en su cabeza ya que el dolor era intenso, sus ojos estaban entreabiertos ya que la luz venida de la ventana lo incomodaba enormemente. Se levantó vagarosamente frotando los ojos y luego los cabellos, se fue al baño y arrojó un poco de agua fría en la cara para ver si así podía despertarse de una vez. Apoyó las manos en los laterales del lavabo y se encaró en el espejo y si no estuviera tan acostumbrado a la imagen que veía, diría que estaba horrible. Se sentía horrible. Después de unos segundos se secó la cara y decidió que lo mejor era hacer un café fuerte para tomar junto con un par de analgésicos.

Cuando iba a la cocina oyó a alguien golpear la puerta. Caminó en esa dirección y nuevamente oyó los golpes, pero cuando abrió ni supo decir si se sintió sorprendido o no... Giorgia entró y él suspiró, cansado, pero aun así cerró la puerta otra vez y luego ella sonrió sin mostrar los dientes, rodeó los hombros de él con los brazos e inclinó el rostro hacia el suyo, pero así que intentó besarlo, Ignazio simplemente se volvió el rostro y sacó los brazos de ella de su cuello.

- ¿Que pasó ahora? – ella preguntó con tono indignado mientras él se alejaba y él apenas la encaró casi inexpresivo, pero sus ojos mostraban decepción y cierta rabia. – ¿Porque esa cara? ¡YO debería estar enojada contigo!... ¡Tú me dejaste en la fiesta sin decir una palabra!
- Ah, lo siento, no quise estropear el romance entre su amiga y tú. – dijo con ironía mientras se sentaba en el sofá, Giorgia giró los ojos y luego cruzó los brazos.
- Fue sólo un beso, nada más. – él negó con la cabeza, casi incrédulo. ¿Quién sabe qué más debería haber ocurrido después de eso? Porque ella estaba con otra ropa, pero olía a cigarrillo y alcohol y juzgando por la apariencia era probable que no se hubiera bañado ni dormido mucho tiempo, probablemente ni siquiera había ido a su casa... Tal vez se había ido a la cama con la -amiga- para divertirse un poco más. – Eres demasiado dramático.
- ¿Con cuántos más hiciste lo mismo? – preguntó tranquilamente.
- Estábamos borrachas Ignazio, no seas exagerado... Nos descontrolamos un poco, nada más. – él apretó la boca y se quedó unos segundos en silencio y ella se acercó.
- ¿Por qué viniste aquí?
- Porque yo te quería a ti... Porque sabes que me gustas, eso es todo. – se sentó junto a Ignazio y acarició sus cabellos. Y antes de que él pudiera hacer o decir algo, Giorgia lo besó y se sentó sobre sus rodillas mientras lo besaba.

Después de tomar café ambos se acostaron ya que estaban cansados ​​y con dolor de cabeza a causa de la noche anterior. Giorgia ni siquiera había dormido antes de ir a verlo y sólo quería descansar un poco antes de su prima volver a llamar a otra fiesta.

A causa de la mezcla de remedios fuertes, Ignazio terminó dormido, y cuando sus ojos volvieron a abrirse unas horas después, se despertó un poco confuso, aun ligeramente dopado. Se sentó en el borde de la cama con cierta lentitud y se frotó los ojos... El maldito dolor de cabeza todavía estaba allí, más débil, pero suficiente para molestarlo. Él miró alrededor y luego al techo y bufó. Debería estar incluso con el cuerpo en pedazos ya que ni se dio cuenta de que Giorgia había desaparecido otra vez. En el fondo del corazón deseaba saber por qué todavía aceptaba a esa mujer tan asquerosa que dejaba su vida destrozada... En realidad, ya no era capaz de saber si aún poseía vida. Su voluntad era de hacerla sentir una verdadera reina, mientras él no pasaba de una diversión de unas horas, un mero juguete que ella usaba y dejaba de lado una vez que se cansaba. Y él ya estaba exhausto, su mente y su alma ya no aguantaban más toda aquella situación, pero ya se sentía tan débil que no sabía si sería capaz de cambiar algún día. Se sentía como un moribundo que sólo esperaba el cuerpo dar el último suspiro, y en fin, todo acabarse. Ya no tenía más voluntad, ni animo... Nada.

Incluso en pedazos se levantó y se bañó. Durante varios minutos dejó caer el agua tibia sobre su cabeza, casi sin moverse del lugar. Necesitaba relajarse un poco. Necesitaba recomponerse, y rápido... Tenía que ir a trabajar y su jefe a pesar de buena persona, ya lo había advertido que no toleraría que él apareciera una vez más en el restaurante oliendo al alcohol o con la apariencia de un muerto vivo.

Ignazio reunió las pocas fuerzas que quedaban en su cuerpo y consiguió trabajar con relativa tranquilidad aquella noche. Terminaba de recoger algunos platos y vasos cuando perdió el equilibrio y la bandeja con toda la vajilla fue a parar al suelo. Él soltó una maldición y rápidamente empezó a recoger los pedazos de cristal colocándolos en la bandeja, pero apenas un par de segundos después, al levantarse, su jefe, Stefano se acercó y lo miró con severidad.

- Deja ese lío Ignazio. – dijo con calma.
- ¡No puedo dejar de esa manera! – habló apresurado mientras recogía más algunos pedazos de cristal y al levantarse nuevamente su jefe lo sostuvo por el brazo haciéndole mirar hacia él.
- Deja todo como está Ignazio, yo mismo recojo.
- Pero...
- Traté de tolerar la situación porque me gustas chico, pero ya basta. – Ignazio lo miró casi incrédulo, a pesar de las advertencias nunca creyó que Stefano fuera a dispensarlo. – Quiero que tomes sus cosas y mañana puedes venir a recibir su dinero. – él apenas miró al jefe seriamente con un apretón en el pecho... Era la única cosa que faltaba en su vida: perder el empleo. Sin embargo, no había otra opción, sabía que Stefano lo había soportado en su peor fase de la vida, y que si fuera cualquier otro lo habría expulsado mucho antes del restaurante, entonces apenas asintió levemente con la cabeza y se retiró.

Después de unos minutos, caminaba con pasos acelerados por la calle, pero cambió de dirección. Quería ver a Giorgia. Estaba cansado de todo, incluso de ella, pero ella era, desafortunadamente, la última persona que había quedado en su vida. Tenía algunos parientes distantes en otras ciudades, nadie que amara tanto para hacer una visita. Los amigos habían desistido de él no mucho tiempo después de que Giorgia apareciera, él había preferido a la chica que su corazón quería que escuchar las verdades que sus compañeros siempre le hablaban. Tal vez Enrico fuese el único que todavía lo escuchaba de vez en cuando, en las raras ocasiones en que iba a cenar en el restaurante que Ignazio era camarero, cosa que acababa de perder también.

Ignazio apresuró el paso tan pronto como llegó al edificio del apartamento de Giorgia, subía las escaleras saltando los escalones. Era más rápido de esa manera que si fuera con el ascensor, prácticamente innecesario para llegar al segundo piso.

Cuando cerró la mano para llamar en la puerta, percibió que la puerta no estaba encerrada, estaba entre abierta en una pequeña ranita y un tapón de botella de vino en el suelo impedía que se cerrase. Aunque le pareció extraño, Ignazio entró dejando la puerta abierta e dio algunos pasos, pronto escuchó ruidos que parecían venir de la habitación de ella entonces fue en aquella dirección y cuando llegó allí se dio cuenta que todo lo que está mal puede quedarse mucho peor: Giorgia estaba encima de otro hombre, ambos sólo con las ropas íntimas... Y fue el muchacho quien se dio cuenta de su presencia.

- ¿Quién eres tú? – él preguntóincómodo. Giorgia lo miró aturdido en el mismo instante e Ignazio, negando conla cabeza y sin contestar la pregunta salió rápidamente de allí.

Labios Compartidos | Ignazio BoschettoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora