- ¿Estás seguro de que esto es lo que quieres hacer? – Valentina lo miró seriamente y él asintió. – ¿No te sentirás mal al volver allí?
- Tal vez. – Él asintió – Pero creo que es hora.
- Esta bien, entonces. Voy contigo.Se levantó de la cama y sacó su teléfono celular. Iría con Ignazio a la ciudad y necesitaría hablar con su amigo médico para cuidar a Neptuno por un tiempo, ya que no sabía cuánto tiempo tomaría y no podía llevarlo consigo.
Ambos empacaron algunas pertenencias y las metieron en el auto. Ignazio decidió regresar a su antiguo hogar, su corazón estaba tenso. No sabía cómo sería volver y tener todos los recuerdos en su mente, tenía miedo de cómo sería su reacción. Y a juzgar por la expresión de Valentina, ella debería pensar exactamente lo mismo. Incluso con cierta perturbación, sintió que era hora de enfrentar la peor parte de su pasado, volvería a este lugar simplemente para limpiar y organizar lo que fuera posible, y ponerlo a la venta. Junto con Valentina, decidió que su vida sería mucho mejor en ese pueblo, a su lado, recogiendo aceitunas y tal vez cuidando algunos animales que en esta ciudad tumultuosa.
Ignazio giró el pomo de la puerta y la abrió despacito, entrando lentamente seguido de Valentina.
- Se ve peor de lo que recordaba. – Dijo suavemente, luciendo preocupado.
- No estabas bien la última vez que estuviste aquí. – Ella dijo tratando de hacerlo sentir mejor.
- Es casi como si no me reconociera. – Ella lo tocó en el hombro y sonrió sin mostrar los dientes, tratando de darle algo de consuelo.
- Mejor empezamos a limpiar, tenemos mucho trabajo. – Ignazio solo suspiró y asintió. Apenas sabía dónde comenzarían.*****
Ignazio salió dejando Valentina en el apartamento, diciéndole dónde podría encontrarlo más tarde para ir a cenar. Además de reorganizar su departamento, todavía quería ver a alguien a quien agradecer: su antiguo jefe. Sintió que su corazón se aceleraba un poco cuando se acercó al restaurante, y cuando pasó por la puerta, vio a Stefano en la recepción tomando notas.
- Buenos días, siéntete libre. – Dijo el hombre rápidamente, bajando la cabeza nuevamente. Pero solo un segundo después, volvió a mirar a Ignazio, que solamente sonrió. – Ignazio.
- Buenos días, señor Stefano.
- ¡Pero mírate, muchacho! – Dijo acercandose. Puso ambas manos sobre los hombros de Ignazio y lo estudió brevemente. – Te ves muy bien.
- Y de veras, estoy. – Dijo con una sonrisa.
- ¡No te he visto en mucho tiempo! Desde que... – Suspiró. – Desde que te despedí.
- Sí, ha pasado un tiempo... ¿Estás muy ocupado? Me gustaria hablar. – El hombre asintió e indicó una silla.Durante un corto tiempo, Ignazio contó sin muchos detalles todo lo que había sucedido desde que fue despedido. Si estava allí, era porque estaba agradecido con el hombre que lo soportó mucho más de lo que cualquier otra persona hubiera hecho en su lugar. Le gustaba Stefano y sabía que también sentía simpatía por él, por lo que le pareció conveniente mostrar cómo había cambiado.
- Estoy muy feliz por ti, muchacho. – Dijo Stefano, acompañando a Ignazio hasta la puerta. – ¿Estás seguro de que seguirás viviendo en ese pueblo? – Ignazio asintió con la cabeza. – Porque si decides vivir aquí de nuevo, quiero que sepas que tendrás un empleo.
- Se lo agradezco, señor.
- Y cuando vengas, estaré encantado de recibirte aquí para una visita... No olvides traer a tu novia, quiero conocer a esta chica milagrosa. – Ambos se rieron y luego de un breve abrazo, Ignazio se fue, necesitaba esperar a Valentina.Él apoyó los codos en el parapeto de ese antiguo puente mientras miraba el río. El lugar donde se había arrojado era ciertamente más alto y con una corriente más fuerte que ese. Analizando ahora, no sabía dónde había encontrado el coraje para tal actitud. Pero tan rápido como llegó el pensamiento, se fue. Ya no quería pensar en su turbulento pasado.
Pronto se dio cuenta de que había algunos candados cerca de donde estaba y sonrió sacudiendo la cabeza. No era un hombre viejo, pero le parecía divertido que las parejas jóvenes pensaran que poner sus iniciales en candados haría que el amor durara para siempre. Ingenuo, pero romántico, tal vez incluso tierno. Si Valentina quisiera hacer esto en algún momento, lo haría sin ninguna discusión. Dios, debía estar realmente enamorado para considerar tal idea.
Ignazio se pasó una mano por el cabello y notó que una pareja de ancianos caminaba de la mano y se preguntaba si podrían hacer lo mismo. ¿Pasarían el resto de sus días juntos? ¿Su amor crecería hasta este punto? Todo lo que sabía era que se esforzaría por ser la mejor persona del mundo, que nunca volvería a ser ese troglodita que repudiaba y que ya no reconocía como él mismo. Continuaría con la terapia hasta el final de su vida si lo convertiera en un hombre mejor, alguien que estuviera a altura de Valentina y que le daría la vida que se merecía. Habría esfuerzo en ambos lados, sin duda.
Suspiró al darse cuenta de que habían pasado minutos del horario que había acordado con Tina y que aún no había llegado. Podría jurar que ya la estaba extrañando. Entonces oyó una voz femenina que lo llamaba de cerca.
- ¿Ignazio?
Y miró a su lado izquierdo, a unos metros de él.
- Giorgia... – murmuró.
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Labios Compartidos | Ignazio Boschetto
Fanfiction"Amor mío Si estoy debajo del vaivén de tus piernas Si estoy hundido en un vaivén de caderas Esto es el cielo, es mi cielo Amor fugado Me tomas, me dejas, me exprimes y me tiras a un lado Te vas a otro cielo y regresas como los colibrís Me tienes co...