Ignazio miró a Valentina con cierto miedo. Había evitado pensar en esa mujer últimamente.
- Yo no sé, Tina. – No podía mentir, pero si tuviera que hacer uma suposición, ciertamente sería que no. – Pero no creo que siga sintiendo nada por ella.
No mucho después de que ya estaban en el coche, regresando a casa de Valentina. Y como el día anterior, solo hubo silencio. Él estaba incómodo y encendió la radio. Ella estaba mirando por la ventana lateral y comenzó a sonreír y luego reírse cuando Nazio comenzó a cantar en voz alta. Luego miró hacia él, que estaba bailando mientras conducía y no pudo soportar reírse mientras bajaba la cabeza y lo negaba... Aunque era tonto y divertido, parecía estar funcionando para romper ese momento incómodo.
Ignazio salió del auto y caminó con Valentina hacia la puerta, y cuando se abrió, Neptuno salió corriendo como loco para recibirlos, después de unos segundos de afecto en el perro finalmente se miraron.
- ¿Quieres entrar? – Ella preguntó y él pensó por un momento.
- Creo que deberías descansar... y pensar en todo lo que hablamos por la mañana. – Ella asintió con la cabeza. – Me gustaría que pensaras en nosotros. – Ella lo miró con sorpresa. – Si crees que algo más podría pasar entre nosotros. – Y antes de que Valentina dijera o ensayara cualquier reacción, Ignazio le dio un beso rápido en los labios y caminó en silencio hacia el auto, entró y se alejó mientras ella no le quitaba los ojos de esa dirección.
Valentina continuó mirando el camino y el polvo, no apartó la vista desde que Ignazio se había ido momentos antes. Estaba casi paralizada. ¿Qué debería hacer? ¿Qué debería decir? Ya no podía negar que no se sentía atraída o que no sentía algo por él porque sería una gran mentira. Pero lo que la mataba era el conflicto interno que tenía en ese momento.
Entró en la casa acompañada de su compañero de cuatro patas que andaba feliz frente a ella. Poco después de que comenzara a llover, se había sentado en el sofá, con los brazos abrazando las piernas y la mente completamente perdida.
Tenía que considerar todo. Absolutamente todo. ¿Tenía sentimientos por él? Sí. ¿Tenía atracción? Sin duda. ¿Miedo? Todavia... Miedo a lo que traería el futuro, miedo a que estuviera mintiendo, que no había cambiado tanto como quería mostrar, a pesar de sentir cierta inclinación a creer, miedo de que todavía le gustara Giorgia después de todo y que solamente había demostrado interés en ella por no tener la intención de pasar más tiempo solo.
Todo llegaba como un fuerte golpe al estómago. Hasta que besó a Ignazio, creía firmemente que había amado a Alessandro con todo su corazón. Pero, ¿y si no fuera el caso? Porque empezaba a dudar. Lo único racional que podía considerar era que, como eran dos hombres completamente diferentes, los amaba de diferentes maneras. Después de su muerte, no había mostrado interés en otro hombre, pero en realidad había evitado cualquier contacto siempre que era posible, e Ignazio era el único que no había evitado. ¿Y por qué tenía que sentirse mal y culpable? Alessandro había muerto, no ella. Todavía estaba viva, entonces, ¿por qué no podía permitirse intentar ser feliz junto a alguien que despertaba sentimientos desconocidos? Quizás fuera el propio "desconocido" lo que la hizo sentir más incómoda. No conocía todo ese deseo, ese éxtasis y la sensación de su pecho que parecía hincharse y querer explotar, su corazón se acelerarse y sus piernas se tambalearen con solo un beso. Nunca pensó que eso sería posible... Pero lo fue.
Miró al techo como si le preguntara en silencio a Dios qué hacer y dejó escapar un profundo suspiro. ¿Debería seguir lo que su corazón gritaba mientras su boca permanecía en silencio?
*****
Ignazio estaba acostado en su cama mientras miraba el techo y jugaba con el colgante del collar que giraba entre sus dedos. Ni siquiera había cambiado de ropa desde el momento en que llegó a casa. Había comprado algunas frutas y verduras frescas ya que casi no tenía comida en casa.
Echó la cabeza hacia atrás lo más que pudo cuando un rayo le llamó la atención y frunció el ceño al escuchar ese trueno ensordecedor. No temía la completa oscuridad por la falta de energía eléctrica, ni temía las tormentas, pero tampoco le gustaba escuchar todo ese ruido por la noche, más aún porque había más de un perro ladrando en el pequeño vecindario por miedo.
Pero entonces otro ruido llamó su atención: alguien tocando la puerta. ¿Quien podria ser? ¿Por la noche y en ese clima horrible? Se levantó rápidamente y se dirigió hacia la puerta, sin estar seguro de haber escuchado bien, lo más probable era que el trueno hubiera jugado una broma, pero se acercó a la puerta y, para su sorpresa, escuchó tres golpes nuevamente.
Se abrió y para su total sorpresa, esas manos femeninas se quitaron la capucha del pelo y levantó la cara...
- Tina....
ESTÁS LEYENDO
Labios Compartidos | Ignazio Boschetto
Fiksi Penggemar"Amor mío Si estoy debajo del vaivén de tus piernas Si estoy hundido en un vaivén de caderas Esto es el cielo, es mi cielo Amor fugado Me tomas, me dejas, me exprimes y me tiras a un lado Te vas a otro cielo y regresas como los colibrís Me tienes co...