- ¿Por qué no me cuentas cómo viniste a parar aquí? – Tina preguntó mientras recogía aceitunas esta vez al lado de Ignazio. Ya era el segundo día que hacían eso y hasta ahora ella había esperado que él tomara la iniciativa, como nada había ocurrido, entonces ella resolvió que preguntaría y el acuerdo decía que él no podía negarse a hablar. Se detuvo en el mismo momento y la miró por unos segundos.
- Fue por una mujer. – ella arqueó las dos cejas, la respuesta parecía bastante interesante, pero no sorprendente.
- ¿Ella partió tu corazón?
- De muchas maneras. – ella asintió levemente. – No conseguiría enumerar en una lista todo lo que ocurrió en esos cuatro años... Ella sólo sabía mentir y usarme. – Él tragó la saliva antes de continuar – Ella jugaba conmigo y con mis sentimientos, me robó, me traicionó.
- Lo siento mucho.
- Lo peor de todo es que soy tan débil que a pesar de todo sé que todavía me gusta. – Se miraron – Nunca es fácil olvidarse de un amor. – ella lo miró con cierta confusión.
- Lo siento, pero eso no es amor. – Ignazio la encaró seriamente. – No es.
- ¿Quién eres para decidir qué es amor o no?
- Alguien que conoció muy bien ese sentimiento para saber lo que dice.
- Sí, claro... ¡Veo cómo eres tan amada! ¡Tanto que vives sola en una casa enorme sólo con un perro! ¿Con eso crees que conoces la vida?
- ¿Y crees que sabes mucho más que yo? ¡He tenido muchas razones a lo largo de la vida para querer matarme así como tú y nunca lo hice!
- Si fuera así, si ya hubieras sufrido un rechazo, que hubieras tenido el corazón despedazado habrías hecho lo mismo que yo. – gritó con rabia. – ¡No sabes qué es perder todo!
- ¿Qué no sé sobre pérdidas? – Ella alzó la voz y su expresión mostraba cierta rabia de sus palabras – Mi abuela me crió, murió cuando yo tenía 17 años. Me casé a los 19 años...
- Él no te soportó mucho, ¿no? – preguntó irónico antes de que ella pudiera terminar de hablar. Valentina se quedó en silencio unos segundos y tragó la saliva pesadamente.
- Él me dejó cuando yo tenía 21... La leucemia lo quitó de mí sin que yo pudiera hacer nada al respecto. Yo siempre supe que él moriría, pero en vez de abandonarlo seguí al lado de él hasta el último momento. – Ignazio la miró con cierta perplejidad y se puso un poco pálido. – Me convertí enfermera por eso, cuidé de tantas personas en el lecho de muerte que no soy capaz de contar cuántas fueron. Incluso de personas de las que me gustaba... Personas a las que amé como los Valentini. Perdí a todos que algún día amé y no por eso estoy amargada como tú. ¿Sabes por qué? Porque ellos me mostraron lo que es amor... Lo que esa mujer hizo contigo, el sufrimiento que ella te hizo pasar, no es amor. Quien ama, cuida, protege. Ella casi te mató, lo que me dice que ella no vale la pena.
- Para de hablar... – murmuró y ella lo miró por unos segundos.
- Tal vez lo que te falte sea incluso un poco de amor propio... No habrías permitido que ella te tratase así si tuviera un mínimo de autoestima.Ella se dio cuenta de cómo sus ojos se inflaron en aquel instante, parecían arder en fuego. Sí, él debía estar con rabia por estar escuchando todo aquello, pero alguien tenía que decir. Ella se giró para salir de allí, pero se volvió hacia él otra vez.
- La verdad lastima, pero también cura.
Ella apenas se volvió y salió de allí dejándolo solo con una mezcla de rabia y tristeza. Ignazio se agachó casi en el mismo instante que la perdió de vista. Todas esas palabras a pesar de duras eran ciertas, él se sentía casi como si ella hubiera dado un fuerte golpe en su cara. Tal vez esa era la verdad que nadie había tenido el coraje de haberle dicho antes... Tal vez si hubiera oído todo esto al principio, no habría cometido tantos errores.
Ignazio cayó de rodillas mientras las lágrimas desbordaban de sus ojos y empezó a dar fuertes golpes en el suelo hasta que sus manos estaban doloridas y sangrando un poco. Cuando se detuvo, se inclinó hasta que la frente alcanzó la hierba y se quedó unos segundos en aquella posición sin conseguir detener el llanto. Para su sorpresa Neptuno apareció y empezó a olfatearlo y colocar el hocico cerca de su rostro hasta que se enderezó. El perro sacudió la cola alegremente, lo olía a la cara y lo lamió un par de veces casi como si quisiera darle algún consuelo. Ignazio lo acarició rápidamente en la cabeza y las orejas y luego se levantó.
- Tienes razón Neptuno. No debo llorar... – Limpió la cara con la camisa y caminó hacia la casa acompañado por su nuevo amigo.
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Labios Compartidos | Ignazio Boschetto
Fanfiction"Amor mío Si estoy debajo del vaivén de tus piernas Si estoy hundido en un vaivén de caderas Esto es el cielo, es mi cielo Amor fugado Me tomas, me dejas, me exprimes y me tiras a un lado Te vas a otro cielo y regresas como los colibrís Me tienes co...