Capítulo 9

77 11 1
                                    

La noche ya había llegado cuando Ignazio volvió a ver a Valentina, incluso con ambos estando dentro de casa. Ella estaba en la cocina, sentada y contemplaba la cena en el plato. Había hecho la comida para ellos, pero no lo llamó. Si él tuviera hambre que viniera a comer, si no... A pesar de eso, al entrar en la habitación, Ignazio percibió que ella era demasiado seria, sus ojos parecían mirar distante y estaban levemente rojos. Y mientras tanto cogía poca comida en la horquilla, tardando en servirse de nuevo e incluso para masticar, era casi como si pensara tan rápido que necesitaba disminuir la velocidad de todo lo demás.

Ignazio tomó un plato y cubiertos y se sirvió, así como ella no tenía mucha hambre. Se sentó en la silla frente a ella, pero Tina ignoró completamente. Minutos se pasaron y casi nada había cambiado, excepto por haber comenzado a comer normalmente. Sin saber una razón aparente, ahora era él quien se molestaba con aquel silencio, entonces después de beber un sorbo de jugo la miró.

- ¿Estás bien? – él preguntó con cierto temor. Ella no parecía bien e Ignazio sospechaba que era por la pelea. Lo peor es que no sabía si conseguiría disculparse... No era bueno en admitir errores. Ella lo miró.
- Sí. – respondió seca, sin más y volvió de nuevo a su cena. Él respiró profundamente dos o tres veces.
- Lo siento mucho. – ella arqueó los ojos, pero seguía con la expresión seria. – Hablé cosas horribles, yo no debería, yo... – y soltó un suspiro de decepción interrumpiendo a sí mismo. – Discúlpame. – concluyó finalmente.
- Todo bien.

Valentina se levantó y puso la vajilla en el fregadero, luego cogió el hervidor llenándolo de agua y lo puso en la estufa para luego tomar el paquete de café. A diferencia de otras personas, no sentía el sueño ser afectado por la bebida en la noche, era casi lo contrario...

- ¿Te molesta si te pregunto? – Ignazio indagó capturando la atención de ella, que apenas negó con la cabeza. – Me gustaría que me hablase sobre su vida. – Valentina soltó un suspiro, se apoyó en el mostrador al lado de la estufa y cruzó los brazos.
- Mi madre tenía 15 años cuando se quedó embarazada, era irresponsable y no me quería, entonces ella me dio a mi abuela y se fue. No sé nada de ella hasta hoy más allá del nombre, no sé dónde vive, o si está viva o muerta. Cuando tenía 17 mi abuela se puso muy enferma, entonces empecé a aprender a cuidarla con una enfermera que nos ayudaba. Después de que ella falleció, comencé a estudiar enfermería y me casé con Alessandro. – Ella esbozó una leve sonrisa – Él tuvo leucemia aún en la infancia y se curó, pero después volvió de una manera agresiva y él no consiguió... – sintió un nudo en la garganta e hizo una pausa.
- Yo siento mucho Valentina... Principalmente por antes haber insinuado que él no te soportó.
- No lo sabías.
- Aun así fue un error... Tú claramente todavía lo ama y lo extrañas.
- A veces, sí... – ella tragó la saliva. – Después de ver cómo él sufrió sería egoísmo decir que prefería tenerlo aquí conmigo, ¿sabes? Traté de hacerlo feliz por todo el tiempo que pude y él hizo lo mismo, creo que eso es lo que me consuela. – Ignazio asintió.
- Lo siento preguntar, pero, ¿no quisieron tratar de tener hijos? – Ella lo miró – Quiero decir, sería una parte de él todavía contigo.
- Lo sé, pero no... Intentamos, pero nunca he quedado embarazada. – ella apagó la caldera, arregló dos tazas de café y las colocó en la mesa, volviendo a sentarse.
- ¿Y los Valentini de quienes habéis hablado? – preguntó.
- Eran los dueños de esa propiedad... Después de la muerte de Alessandro llegué aquí, la pareja necesitaba a alguien que los ayudara y que viviera junto a ellos. Los dos ya estaban con edad avanzada cuando los conocí, no tenían hijos, nadie que pudiera ayudar. En el transcurso de los años yo ya los consideraba como mi propia familia, y según ellos, yo fui la hija que ellos no tuvieron... – ella sonrió con los ojos cristalinos – Y al final decidieron dejar todo para mí. La señora Valentini murió y poco más de un mes después su marido también.
- ¿Y tú vives aquí desde entonces?
- Sí... – ella limpió una lágrima que escapó – Cuido de la plantación de oliva y a veces ayudo a un amigo que es médico, pero prácticamente desistí de ser enfermera. No era más capaz de aguantar ver a gente partiendo.
- Y aun así me ayudaste. – ella se rió levemente.
- El médico me aseguró que tú sobrevivirías... O de lo contrario no habrías despertado aquí, sino en el hospital. – él asintió con cierto humor y ella tomó un trago de café, pasó la mano en la cara y sonrió de lado. – Creo que ahora es su turno de contarme.
- Hmm... – Él murmuró – Mi historia es básicamente triste.
- La mía no fue un cuento de Disney. – él se rió y ella hizo lo mismo. – Y si me cuentas todo lo que quiero saber, tal vez ahí te diga dónde escondí el vino. – él miró con cierta indignación y ella movió el hombro, sonriendo, si era así, entonces iba a decir todos los detalles...

Labios Compartidos | Ignazio BoschettoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora