Valentina abrió los ojos casi de golpe al oír que alguien tocaba la puerta y se sentó en la cama, tirando de las sábanas para cubrirse, solo por impulso, ya que la puerta estaba al lado de la cama y la persona que acababa de entregar una bandeja no podía verla desde allí. Ignazio le dio las gracias, cerró la puerta y luego se sentó en la cama.
- Pedí nuestro café. – Dijo sonriendo y ella lo miró seriamente. – ¿Que pasó? – Preguntó, mordiendo el panecillo.
- Nada, creo que me asusté.
-Parecía estar durmiendo profundamente. – Ella asintió. – ¿Quieres café? – Preguntó, entregándole la taza.
- Más tarde, más tarde bebo.
Valentina se levantó, agarró su ropa y se dirigió al baño. Ignazio suspiró. Intentaba pensar en positivo y que todo estaba bien, pero comenzaba a sospechar que no era así. La noche había sido buena, todo había sucedido de una manera sublime, por lo que su expresión no coincidía con eso, ni siquiera con él, que se había despertado con una gran sonrisa en su rostro y un buen humor que nunca sintió... Y el miedo nuevamente comenzó a molestarlo. ¿Y si se hubiera arrepentido? Era como si una nube oscura de malas ideas estuviera flotando sobre su cabeza y suspiró. Luego salió del baño, ya vestida, se sentó en la cama y tomó la taza sin decir una palabra.
Ignazio esperó unos momentos para tratar de analizar la situación un poco más para no cometer un error. Pero ella simplemente no lo miraba, seguía mirando el colchón, tomando café, respirando y parpadeando un poco más rápido de lo habitual, y él sin aguantarse, se volvió para mirarla.
- Tina, ¿que pasó? – Preguntó con firmeza, ella lo miró seriamente y un poco sorprendida. ¿Qué tono de voz era ese?
- Nada. – Soltó la respiración por la nariz y él la miró con indignación. No era estúpido.
- Necesitas hablar.
- No tengo nada que decir. – Él apretó la mano, los dientes y cerró los ojos con fuerza. Y ella se sintió nerviosa. Estaba frustrado y ella ya había visto de lo que era capaz cuando estaba así... Después de unos segundos abrió los ojos y la miró. – Sé que algo está pasando. Puedo verlo en tu cara. – Ella suspiró.
- No necesitamos hablar de nada, confía en mí.
- No... – Él la tomó de las manos. – Anoche estabas completamente diferente. – Ella alzó la cabeza y miró hacia el techo como si buscara ayuda divina. – ¿Te arrepientes de lo que pasó entre nosotros? – Valentina lo miró rápidamente, mostrando asombro.
- No, yo no... – Se pasó las manos por el pelo.
- Sea lo que sea, tienes que decir, prometo que no reaccionaré como lo hice la otra vez, pero necesito saber si es eso porque...
- ¡No! – Ella protestó, interrumpiéndolo. Nazio vio en ese momento, incluso después de ella girar la cara hacia la ventana, que tenía los ojos cristalinos.
- ¿Es a causa de Alessandro? – Preguntó gentilmente. Ella aún derramó un par de lágrimas antes de mirarlo con temor. – ¿Aún lo amas?
- Tal vez no como yo pensaba. – Su respiración se aceleró un poco, estaba visiblemente incómoda. – Pensé que no encontraría a alguien más, no quería para ser más exacta... Pensé que había sentido todo lo posible con él, pero estaba equivocada, muy equivocada.
- ¿A que te refieres?
- Después de ese día que te eché, seguí pensando en ti... Ayer, no podía recordar cuándo me había sentido tan bien.
- Pero eso es bueno, ¿no?
- No lo sé – dijo en voz baja, confundida. – Todo lo que pensé que sabía y sentía no parece tener sentido ahora.
- Te equivocaste y no te gusta la sensación. – Dijo – Orgullosa. – Ignazio sonrió y ella lo miró sin gustarle lo que escuchó. – Ya pasé por eso. A veces evitaba tener que ver la verdad para no sentirme así. – Él le acarició la cara brevemente. Se puso de pie, pero antes de que pudiera dar un par de pasos Valentina lo llamó.
-Ignazio... – Se giró. – ¿Y Giorgia?
Se puso serio de inmediato y tragó la saliva.
- ¿Sientes algo por ella?
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Labios Compartidos | Ignazio Boschetto
أدب الهواة"Amor mío Si estoy debajo del vaivén de tus piernas Si estoy hundido en un vaivén de caderas Esto es el cielo, es mi cielo Amor fugado Me tomas, me dejas, me exprimes y me tiras a un lado Te vas a otro cielo y regresas como los colibrís Me tienes co...