Capítulo 21

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Ignazio solo pudo susurrar su nombre. La abrazó con fuerza y ​​luego la atrajo hacia adentro, cerrando la puerta. Dios, estaba completamente empapada de pies a cabeza. Él agarró su rostro que parecía aún más pequeño debido a sus grandes manos y la miró sonriendo casi con incredulidad.

- ¿Cómo llegaste aquí? – Ella puso sus manos sobre las de él y sonrió.
- Sabía donde era esa lugar por lo que me dijiste, pero me temo que el sacerdote ya no querrá más ser tu amigo. – Él abrió una amplia sonrisa mientras se reía y la abrazaba de nuevo.
- Necesitas secarte o puedes enfermarte.

No mucho después, Valentina estaba sentada junto a la pequeña mesa, tomando té, vestida con un pijama de Ignazio que casi podría caber dos de ella, mirando a su alrededor. Cuando dijo que estaba en una casa bastante modesta, pequeña y vieja, ella no imaginó que fuera tanto, pero era relativamente organizada y habitable. Nada parecido a cómo recordaba haber visto en su apartamento el día que destruyó todo. Ignazio acababa de encender algunas velas para que no llegasen a chocarse con ninguno de los pocos muebles, se dio vuelta y vio cómo ella estaba examinando el lugar y sonrió.

- ¿Un poco más rústico de lo que esperabas? – Ella lo miró y sonrió.
- Debe ser un milagro que este techo aún no se haya derrumbado. – Nazio se rió entre dientes, se acercó y se sentó en la silla frente a Valentina.
- Creo que tengo que preguntar por qué viniste. – Él concluyó y ella movió su hombro hacia arriba y abajo. – No vendrías a esta hora si no fuera importante. – Ella frunció los labios.
- Desde que me dejaste en casa, no pude evitar pensar en lo que dijiste. – él tragó saliva. – Pero para estar segura de lo que quiero, necesito saber lo que quieres. Lo que piensas, lo que sientes. – Ignazio la miró unos segundos y respiró hondo un par de veces.
-Todo lo que sé es que fuiste la persona más importante en mi vida. Que eres diferente y estuviste a mi lado en mi peor momento. – Ella negó con la cabeza. – Es verdad, lo sabes. Habrías continuado si no hubiera sido estúpido. Lo que quiero es seguir sintiendo lo que sentí contigo. Lo que pienso es que no quiero estar en ningún otro lugar del mundo, solo cerca de ti. – Valentina respiró un poco más rápido y sus ojos eran cristalinos – Siento desde el fondo de mi corazón que empezamos muy mal – y ella asintió con una sonrisa triste – Pero tal vez no te habría encontrado si las cosas hubieran sido diferentes. Creo que ambos merecemos la oportunidad de ser felices juntos.
- Yo también – murmuró ella.

Ignazio se inclinó y la besó.

*****

La lluvia seguía cayendo torrencialmente, pero Ignazio estaba tranquilo, tal vez no tanto como Valentina. Ella estaba acostada con la cabeza sobre su pecho y dormía profundamente, se habían metido debajo de una manta porque él temía que se enfermara por la exposición a la lluvia fría. Pero ella se veía bien y cómoda. Se veía incluso segura... Al igual que él.

Ignazio acarició suavemente el cabello de Valentina mientras pensaba en varios acontecimientos al largo de toda su vida. Principalmente sobre Giorgia. Aunque había actuado como un completo ciego desde el principio, sabía que nunca había sentido tanta seguridad como en ese momento. Era completamente diferente. Esa mujer había hecho su vida inestable, nunca sabía que podría pasar, no sabía cuándo la volvería a ver, ni dónde ni con quién estaba. No sentía nada más que miedo, ansiedad, completa frustración y un gran vacío existencial que hacía que su corazón pareciera sangrar casi literalmente.

Soltó un ligero suspiro y sonrió al pensar en lo estúpido que había sido hasta el punto de dejar alguien como ella dominar su vida por completo y peor, casi quitarla porque no era amado por ella. Obviamente no era amado. Alguien como Giorgia no podía amar. Estaba seguro de que hacía todo lo que hacía porque en el fondo no se amaba a sí misma. Al igual que él... No que se amara y se aceptara por completo, pero seguramente estaba aprendiendo. Y Valentina era una gran parte responsable de eso. Ahora, más que nunca, sabía que Giorgia jamás haría algo que no fuera para su propio beneficio. Nunca lo habría ayudado o cambiado, por el contrario, era más probable que lo hubiera derrumbado tanto como pudiera para aprovecharse, como siempre lo hacía. Pasaba de hombre a hombre y regresaba porque sabía que Ignazio nunca tendría la fuerza para rechazarla y se aprovechó de ello sin ningún sentimiento de culpa o remordimiento.

Valentina se movió ligeramente e Ignazio la miró. Se sintió afortunado por primera vez en su vida. Quizás por primera vez sentía gratitud. Estaba agradecido de que ella lo hubiera sacado de ese río, había sido severa, pero se sentía agradecido aún más solo por estar allí. Fue el momento de mayor tranquilidad y alegría que jamás había sentido en cualquier otro momento de su existencia.

Labios Compartidos | Ignazio BoschettoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora