Había pasado una semana, y Lyra ya no se fiaba de Fornax.
La mujer le había seguido dando comida, protección y compañía, pero no era lo mismo que antes. Lyra trataba de averiguar por todos los medios posibles cómo Fornax se hacía con sus inagotables y variadas provisiones, pero la mujer eludía sus preguntas con agilidad y soltura y cambiaba rápidamente de tema. La joven pasaba los ratos libres después de las comidas en la habitación de Fornax, charlando con Cráter y su mentora, escuchando historias que habían ocurrido antes de su llegada y que eran míticas en el grupo XXI. También la advertían sobre las personas que debía evitar: que si estos guardias o estas supervisoras de puesto; que si estos custodios o estos recolectores de su propia Guarida. Blasfemaban sobre los buscadores —Lyra centraba su odio en Corvus y Draco, aquellos soldados que la habían secuestrado junto con Hydra— y chismorreaban sobre Casiopea, jurando por la Madre Estrella lo que le harían si pudieran. También mencionaban a su supervisor de ala: un tal Cygnus que hacía tiempo que no se dejaba ver por los Túneles del Ala Uno, manteniéndose encerrado en su lujoso despacho, controlándolo todo desde allí. Lyra se callaba cada vez que su nombre salía a la luz. Tal vez fuera él quien hacía la vista gorda ante el silencioso tráfico que llevaban a cabo las habilidosas manos de Fornax y su poderosa labia. Tal vez fuera él quien les daba directamente las provisiones. Tal vez él no tenía nada que ver.
Pero eso Lyra no lo sabía.
Y pensaba descubrirlo.
La muchacha respiró hondo y se volcó de lleno en el trozo de tierra que Hércules acababa de dejar sobre la mesa. Separó varios fragmentos de tyrannus antes de que una fuerte tos le llamara la atención, haciendo que desatendiera su tarea al segundo. Lyra levantó la mirada y la posó sobre la mujer que la había ayudado el primer día, esa chica a la que azotaron por despistarse un momento. Estaba encorvada sobre sí misma, dándose golpes en el pecho para parar su ataque de tos y volver al trabajo cuanto antes, escupiendo saliva y volviendo su rostro cada vez más rojo por el esfuerzo. La recolectora se irguió finalmente, pestañeando para deshacerse de las lágrimas que nublaban su vista. Lyra se fijó en su tez pálida y enfermiza, en sus manos amoratadas y costrosas y tragó saliva con dificultad. Un guardia y un capataz —la joven ya lograba distinguirlos por los distintos tonos rojos de sus ropas— se estaban acercando con sigilo por detrás de la chica, preparando sus expresiones letales y castigadoras y sus pequeños látigos mortíferos. Lyra quiso avisarla, quiso advertirla. La recolectora volvió a toser una vez más, débilmente, antes de desmayarse y caer al suelo.
Lyra ahogó una exclamación. El guardia llegó corriendo al puesto de la chica y se agachó junto a ella, moviéndole el hombro para que reaccionara. No lo hizo. El hombre gesticuló hacia el capataz y dos soldados más aparecieron rápidamente, colocándose alrededor del cuerpo inmóvil. Entre los tres lo levantaron, y, sin hacer mayor ruido, se llevaron a la chica.
Un murmullo se instaló en El Túnel. Lyra miró a Hércules, que había dejado de picar y tenía sus ojos muertos puestos en la puerta por la que había desaparecido la recolectora inconsciente. En su misma mesa, varios manos finas comenzaron a susurrar histéricamente, moviéndose de un lado a otro sin control. Estaba cundiendo el pánico. Pero, de repente, un sonido metálico acalló a todas las voces al segundo.
—¡Seguid trabajando, malditos recolectores! —ordenó un hombre vestido de azul claro. Lyra solo logró ver su pelo del color del cielo, semejante al tyrannus que aguardaba frente a ella. Su voz aumento de volumen—. ¡Vamos!
Y todo volvió a la normalidad.
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A Lyra ya no le daba tanta vergüenza desnudarse frente a los otros recolectores en las duchas. A fin de cuentas, Fornax tenía razón: no había sitio para el pudor en las Minas, y eso era una cosa que, para suerte de la joven, había aprendido con una rapidez digna de admiración.
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La Recolectora {Las Minas de Cornug #1}
FantasyEn un devastado mundo donde las estrellas son la única fuente de esperanza, el largo reinado de Universum permanece inamovible. Tras crear las espantosas Minas de Cornug hace cientos de años, de donde nadie ha conseguido salir con vida, el tirano co...