Rebeldes. Son rebeldes.
Lyra se sentó sobre la cama y cruzó las piernas.
—Pero es que no lo entiendo —dijo. Hydra se paró en medio de la habitación y la miró con irritación—. ¿Cómo pueden ser rebeldes? ¿Cómo pueden hacer eso? ¿Es que no saben lo que les pasará si les pillan?
Hydra terminó de doblar su camiseta y la guardó en el cajón superior de la cómoda que compartía con sus otras dos hermanas. Después de que Orión se fuera, Taurus y Auriga mandaron a Lyra a su habitación —donde se encontró con Hydra—, pero antes le hicieron prometer que no le diría nada a nadie, y mucho menos a Andrómeda.
Lyra solo pudo asentir con la cabeza.
—¿Eres tonta o qué te pasa? —le espetó Hydra. La muchacha se detuvo en medio de la habitación—. ¡Pues claro que saben el riesgo! Eso no quiere decir que sean menos estúpidos por ello.
—Espera —Lyra se levantó de golpe de la cama—. ¿Tú ya lo sabías?
Hydra puso los ojos en blanco y se apoyó en la cómoda.
—Desde hace años —respondió con desprecio—. Pero no me convencieron. Después de la tercera charla Orión dejó de venir.
—¿Convencer para qué?
Hydra se alejó del mueble y caminó lentamente hasta el montón de ropa por doblar. Lyra la admiró desde la cama. Su hermana tenía el porte característico de una noble: era alta y delgada, con una complexión esbelta y frágil; de mirada altiva y gestos serios. El vestido que llevaba, viejo y usado, le colgaba de los hombros, pero en vez de parecer un harapo demasiado grande para ella, le hacía ser todavía más imponente. Por un momento, Lyra pensó que las estrellas se habían equivocado con Hydra al hacerla nacer en su familia.
—Convencerme para unirme a la rebelión —explicó su hermana—. Luchar contra Universum, restaurar la paz, eliminar las Minas de Cornug. Todas esas tonterías. No podemos hacer nada sin que nos maten, y yo no pienso ir a la tumba por mi propio pie.
Lyra tragó saliva. ¿Restaurar la paz? ¿Alguna vez la hubo? Ella no sabía mucho sobre ello; en verdad, no sabía en general. Conocía el arte de la lectura y la escritura por las lecciones en la escuela a la que iba de pequeña, y tenía una mínima noción de matemáticas, lo justo para saber sumar, restar, multiplicar y dividir. No le habían enseñado nada de historia, geografía o biología; sin embargo, sabía cómo cuidar al ganado, qué hacer cuando alguien se rompía un hueso o cómo convencer al señor Reticulum de que su pan era el mejor de todo el pueblo.
Solo conocía las historias que le contaban sus vecinos: que si el hijo de la verdulera se había casado con su prima, que si habían subido los precios en la ciudad, que si la sequía de este año iba a ser todavía peor que el anterior. Pero no eran esos los únicos rumores que circulaban por todo el Imperio Estelar; lo que ocurría es que Lyra ignoraba los demás. Poco a poco, empezaron a tomar forma en su mente, a juntarse y enlazarse con soltura tras sus párpados bien cerrados. Han atacado un puesto fronterizo a las afueras, al norte... Un grupo de ocho hombres ha capturado a un poderoso secretario del rey Universum, y todavía lo mantiene retenido... Los rebeldes han quemado un importante edificio gubernamental en la ciudad...
Rebeldes, rebeldes, rebeldes...
—No estarás pensando en unirte, ¿verdad? —la voz de Hydra sacó a su hermana de su momentáneo trance. Lyra entornó los ojos—. Oh, por la mismísima Madre Estrella, estoy rodeada de suicidas.
Lyra bufó.
—Claro que no —respondió—. Solo estaba preocupada por mamá y papá.
Hydra hizo una mueca, dejó ver sus dientes.
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La Recolectora {Las Minas de Cornug #1}
FantastikEn un devastado mundo donde las estrellas son la única fuente de esperanza, el largo reinado de Universum permanece inamovible. Tras crear las espantosas Minas de Cornug hace cientos de años, de donde nadie ha conseguido salir con vida, el tirano co...