Fornax tenía razón.
Fuera no había ningún peligro.
Lyra se pensaba que por lo menos dos guardias custodiarían La Guarida por las noches, mientras ellos dormían. Bueno, eso era lo que hacían cuando estaban trabajando en El Túnel. Pero lo que Lyra no se esperaba es que el pasillo estuviera totalmente vacío, sumergido en un silencio de todo menos tranquilizante. Había un par de antorchas colgadas de las paredes; no obstante, su luz no lograba alcanzar a todas las esquinas del inquietante pasadizo, sumiendo a Lyra en una suave y fría negrura. La chica se quedó congelada en el sitio, sin saber qué hacer de repente. Podía oír las apacibles respiraciones de los recolectores de su grupo durmiendo en La Guarida; podía notar la presencia de Fornax todavía a unos pasos de la entrada, esperando a que se moviera y cumpliera con su parte del trato. Lyra tragó saliva con dificultad. Estaba en una especie cuesta: a un lado, el pasillo descendía en la oscuridad, y al otro ascendía de forma un tanto brusca, con varios salientes en el suelo que se camuflaban en la tenue luz. Lyra volvió a sí misma, y se acordó de las palabras de Fornax, de sus indicaciones. Sacudió la cabeza. Cuanto antes terminara, antes volvería a La Guarida y antes estaría a salvo de nuevo. Fue hacia la derecha: con ayuda de la pared para sostenerse y no sucumbir al pánico, subió por el pasadizo, pegando su cuerpo al muro de piedra.
Casi no podía avanzar. Iba poniendo un pie delante del otro con una lentitud exasperante, pues la chica no quería hacer ni un solo ruido que pudiera alertar a los posibles soldados que anduvieran todavía por los pasillos del Ala Uno. La sangre bombeaba en sus oídos con fuerza, la sumía en una potente orquesta de retumbantes y sonoros golpes de tambor. ¿Cómo sabía Fornax que no había ningún guardia custodiando las habitaciones? ¿Cómo había logrado salir Cráter de La Guarida? Lyra había llegado con él después de las duchas y se había despedido del apuesto muchacho al haber terminado de cenar, y en ningún momento le había visto siquiera acercarse a la puerta. ¿Era así como conseguían las provisiones? ¿Robándolas? Sin embargo, a pesar de todas esas incógnitas que la rodeaban, creando una burbuja pequeña y agobiante a su alrededor, una única pregunta rondaba la cabeza de la chica, aturdiéndola, manteniéndola increíblemente serena, con un claro objetivo en mente.
¿Cómo conseguiría volver?
Llegó a la primera bifurcación, y giró a la izquierda. La estrechez del pasillo era mínima; casi ni se notaba. Lyra siguió con el cuerpo pegado a la pared, incapaz de caminar por sí sola. Recorrió metros y más metros de frío túnel sin encontrarse a nadie: sin escuchar voces atenuadas o pasos incipientes. Parecía que Lyra era la única alma que habitaba en el horrible Ala Uno, llenando el silencio con su respiración trabajosa. Continuó recto, y poco después torció a la derecha.
Y se sintió desfallecer.
El pasillo en el que había acabado estaba lleno de puertas astillosas; Lyra podía ver placas y más placas de madera hasta donde le alcanzaba la vista. Retrocedió instintivamente. ¿Tenía que esperar a Cráter ahí? ¿Qué pasaría si salía alguien y la veía? Tal vez... tal vez se había confundido. A lo mejor había girado a la izquierda en vez de a la derecha, o al revés. Ya no estaba segura del camino que había tomado, de si había seguido correctamente las indicaciones de Fornax. Lyra solo quería volver a La Guarida y tumbarse junto a Hércules, sabiendo que, con su silenciosa y aterradora presencia, nadie les molestaría. Casi se echó a llorar. El labio le temblaba de miedo y el frío había calado en sus huesos, anclándose en lo más hondo de su ser; no era más que una mancha blanca en un túnel de piedra negra. Siguió caminando hacia atrás lentamente, sin darse cuenta. Volviendo por donde había venido.
Y escuchó algo.
Unos pasos golpeando el suelo. Una respiración superficial acompañada por un susurro de ropas. Alguien se acercaba por el pasillo rápidamente, y Lyra no lograba ver quién era. Ahogó una exclamación.
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La Recolectora {Las Minas de Cornug #1}
FantasyEn un devastado mundo donde las estrellas son la única fuente de esperanza, el largo reinado de Universum permanece inamovible. Tras crear las espantosas Minas de Cornug hace cientos de años, de donde nadie ha conseguido salir con vida, el tirano co...