—¿Seguro que no quieres que te acompañe?
Lyra negó con la cabeza.
—Créeme, es mejor que no —la expresión de Hércules se mantuvo impertérrita. La chica miró hacia el oscuro pasillo—. Necesito que averigües cuánto tiempo estamos sin la vigilancia de los guardias —Lyra le lanzó una mirada de reojo—. Por si yo no vuelvo a tiempo.
El picador asintió con la cabeza y se apartó de la salida. Habían esperado durante horas a que todos los recolectores se hubiesen dormido, asegurándose de que no había nadie tras las puertas de La Guarida. Tras hablarlo largo y tendido, los jóvenes habían llegado a la conclusión de que únicamente uno de ellos debía abandonar la protección de la habitación principal y sumergirse en los laberínticos pasadizos de las Minas, envolviéndose en el peligro de ser descubierto. Lyra se había propuesto voluntaria, defendiendo su proposición y postura con garras y dientes ante las negativas de Hércules. A pesar de que el miedo recorría su cuerpo y removía sus entrañas, no iba a dejar que otro cargara con la responsabilidad que arrastraba el plan que querían llevar a cabo.
Si tenían que pillar a alguien, tendría que ser a ella.
Lyra miró por última vez a Hércules y se asomó al pasillo. El túnel estaba vacío y en silencio, y tras tragar saliva con dificultad se introdujo en la oscuridad.
—Lyra —susurró su compañero. La chica podía distinguir la firme figura de Hércules, estancada en el sitio únicamente a unos pasos de ella—. Te estaré esperando.
Ella le miró durante unos segundos, y después giró a la derecha. Pensaba recorrer el mismo camino que la llevó hasta Cráter hacía días, y después encontrar esos pasadizos que conectaban con las duchas. Tenía en mente trazar un mapa de su Ala, y tal vez localizar un punto de conexión con el Ala Tres para poder sacar a Hydra de Aseguración y huir junto a Hércules, dejar atrás aquel horror de una vez por todas. Porque una única cosa estaba clara: Lyra no se iría de allí sin su hermana mayor.
La joven llegó al pasillo repleto de puertas, justo el lugar donde se encontró con Cráter. No se atrevió a avanzar más allá; el terror de toparse con algún guardia pudo con ella y la hizo retroceder rápidamente, volviendo sobre sus pasos con celeridad y exasperación. Cuando el recolector y ella habían escapado de los soldados que los perseguían, llevándose consigo aquel misterioso objeto, habían desandado durante un buen rato. Luego... Lyra hizo una mueca desesperada. No se acordaba bien de la dirección que había tomado Cráter, solo que este había girado varias veces antes de soltarla en un estrecho pasillo y dejarla a su suerte, apartándola así de la atención de los guardias. Se detuvo ante un corredor que había pasado desapercibido ante sus ojos, y se introdujo en él con la mandíbula apretada y los músculos tensos, preparada para salir corriendo en cualquier momento a la primera de aviso. Siguió caminando lentamente con la espalda pegada a la pared, raspándose el cuerpo con la piedra del túnel. Todavía sentía la paliza de Cráter y Perseo como si se la hubieran dado minutos antes, y el sabor de la sangre aún no había abandonado su paladar. Lyra chasqueó la lengua, sintiendo cómo le palpitaba el abdomen y el pecho. Tenía un dolor constante en el hombro y en los brazos, justo donde Cráter la había pateado con fuerza. Y la cara... Se llevó una mano al ojo izquierdo, y soltó un siseo al palpar la piel hinchada y sensible. Pero eso no era lo único. Notaba los labios llenos de heridas y advertía un constante pitido que nunca se acaba en su oído derecho, manteniéndola en un exasperante ambiente ruidoso. Tenía el cuello tirante y el mentón dolorido, además de la frente con restos de sangre y suciedad.
Sonrió al recordar las palabras de Hércules. En efecto, estaba hecha una mierda.
Lyra siguió caminando hasta desembocar a otro pasillo. Frunció el ceño y, durante unos segundos, se detuvo. No recordaba esos túneles; no, estaba segura de que no había pasado por ahí antes. Sin embargo, ya no había marcha atrás. La joven echó a andar de nuevo con sigilo y determinación, escondiendo su temor bajo la furia y la desesperación que ardían en sus venas.
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La Recolectora {Las Minas de Cornug #1}
FantasyEn un devastado mundo donde las estrellas son la única fuente de esperanza, el largo reinado de Universum permanece inamovible. Tras crear las espantosas Minas de Cornug hace cientos de años, de donde nadie ha conseguido salir con vida, el tirano co...