VEINTITRÉS

49 14 5
                                    

—Hércules —Lyra se esperó a que el hombre que se duchaba junto a su amigo dejara el agua, y rápidamente ocupó su sitio—. Tengo que hablar contigo.

—¿Qué tal ha ido? —le preguntó el chico, sacudiéndose el pelo blanco. La miró de reojo—. ¿Te ha dado más comida?

—De eso justo quería hablarte —Lyra se restregó el rostro con las manos, quitándose de la cara la suciedad de La Guarida y El Túnel, la eterna mugre de las Minas. Suspiró, relajada, sintiéndose limpia por una vez en días—. Mira, le he...

—Espera —la interrumpió Hércules, susurrando—. Déjame a mi primero —se inclinó hacia ella, y sus ojos muertos se estrecharon—. La gente pregunta por ti, Lyra —miró a su alrededor para asegurarse de que nadie les prestaba atención—. Preguntan por la Recolectora. Los niños se van de la lengua, y prácticamente el Grupo entero conoce tu existencia. Pero, tranquila, nadie sabe quién eres, y los críos no han dicho tu verdadero nombre —Lyra suspiró, aliviada—. Solo que los recolectores hablan entre ellos, deseando saber quién eres para pedirte ayuda. Me lo ha contado Eridanus esta mañana, y lo he podido comprobar de buena mano mientras tú estabas con el supervisor.

—Pero eso era lo que queríamos, ¿no? —Lyra ladeó la cabeza mientras el agua seguía cayendo sobre ella—. Crear una presencia. Un icono. Y por fin lo estamos consiguiendo.

Hércules asintió con la cabeza y se alejó de las duchas. Lyra le imitó. Ambos se secaron y se vistieron con nueva ropa, y salieron con los demás recolectores al pasillo, donde los guardias les esperaban.

—Solo digo que tengas cuidado —siguió hablando el joven cuando echaron a andar hacia La Guarida—. Esto no se nos puede ir de las manos.

—Hablaré con Eridanus para que preste más atención —determinó Lyra con convicción—. Para que nos cuente exactamente qué es lo que se dice por ahí —bajó el tono de voz—. Esta noche tenía pensado salir a buscar al Grupo XXX. Todavía no lo hemos encontrado, y ya es hora. Pero antes tengo que hablar contigo, Hércules. ¿Podrías encargarte de los niños mientras no estoy?

—Claro...

Alguien tiró suavemente de la camisa de Lyra, deteniéndola en el sitio. La recolectora se giró. Frente a ella aguardaban los hermanos de piel oscura, esa pareja que había llegado a las Minas el mismo día que ella e Hydra. La chica aún sujetaba su ropa, y, sonriendo, la soltó.

—Sé quién eres —murmuró ella, casi sin hablar. Lyra se sorprendió por la suavidad de su voz—. Sé que eres la Recolectora.

Y Lyra se sintió desfallecer. Una gota de sudor frío bajó rápidamente por su espalda, el pelo mojado se le pegó al cuello con pegajosidad. Todos los músculos del cuerpo se le crisparon de golpe.

Trató de improvisar.

—¿Qué? —farfulló con nerviosismo. Unos metros más adelante, Hércules les observaba con el ceño fruncido—. Me parece que te has equivocado. Yo no...

—Por favor —dijo entonces el chico. Al contrario que su hermana, él tenía un aspecto fiero, amenazador, muy parecido al de su compañero—. Queremos unirnos a ti. Por favor.

Lyra tragó aire con dificultad.

—Aquí no —siseó rápidamente. La pareja sonrió levemente—. Esperadme esta noche en la habitación principal —se inclinó hacia la chica—. Y no le digáis nada a nadie.

Ella asintió con la cabeza, y después de una corta mirada Lyra se alejó de ellos. Se colocó al lado de Hércules mientras el corazón le latía, desbocado, en el pecho.

Hércules notó su agitación.

—¿Qué ha pasado? —le preguntó—. ¿Qué te han dicho?

Lyra le miró de reojo.

La Recolectora {Las Minas de Cornug #1}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora