~Soy Muy Pendeja.~

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Izuku podía mirar como las manos de Katsuki temblaban, no importaba que éstas estuvieran dentro de sus bolsillos, el temblor era bastante notorio. Sin contar que el hecho de que no le sujetara la mano mientras caminaban lo hacia más obvio.

-Kacchan ¿por qué estás tan nervioso? Son sólo tus padres, los conozco y posiblemente me amen más de lo que hacen contigo. - Bromeó el peliverde tratando de alijerar el ambiente.

Katsuki miró al pecoso tratando de sonreír, sabiendo que lo que decía era cierto, sin embargo no estaba nervioso por eso. Había algo más que no le había dicho.

-Lo sé, pero sabes que la bruja me pone los pelos de punta. - Mintió descaradamente, hacia mucho tiempo que le había perdido el miedo a su madre. - Aunque tu no deberías estar tan tranquilo, sabes que apenas pongas un pie en casa la vieja va abrazarte y apretar tan fuerte tus mejillas que nunca más querrás volver. - Advirtió sonriendo, sabía que su madre tenía una obseción por Izuku.

-Oh, olvidé eso. La última vez me dolieron por una semana. - Dijo acariciando sus propios pómulos. El rubio lo miro con ternura

-Ven. - Katsuki lo jalo hasta su cuerpo abrazandolo. - Estamos a punto de llegar y no voy a poder besarte durante mucho rato. - Midoriya se ruborizó, podrían pasar mil años y el no se acostumbraría a ese Kacchan tan cariñoso.

-Uno pequeñito. - Murmuró antes de pasar los brazos por la nuca de Katsuki y acercarse a sus labios. Sonrió.

Sus labios se tocaron suavemente, compartiendo leves movimientos. Sus lenguas se rozaron sin prisa tan solo un tranquilo beso que no debería revolverles el cerebro, pero lo hacía. Se sentía tan correcto y tan bien.

Se separaron levemente, juntando sus frentes aún con los ojos cerrados.

-Debemos ir. - Suspiró, apartándose un poco para sonreírle al ojirubi. Apreciando lo hermoso de sus ojos brillantes.

Izuku no podía entender como cabía tanto amor en su corazón por ese hombre.

-Vamos. - Tomó su mano para terminar de recorrer el tramo hasta su casa.

El sonido del timbre hizo a la rubia brincar en su lugar. La mujer estaba tan emocionada cuando Katsuki la había llamado entre semana para decirle que iría a casa con Izuku, que tendrían una cena con el pequeño panquesito que era  el peliverde.

-¡Cariño! - Exclamó Mitsuki al abrir la puerta y toparse con los rizos verdes. Un gran abrazo oprimió el cuerpo del chico quitándole el aire y devolviéndole el abrazo a su suegra.

-Mitsuki-san, un gusto verla de nuevo. - Murmuró casi ahogado.

-Vieja, lo vas a a matar. - Gruñó el rubio.
La mujer Bakugo le miró mal, soltando a él peliverde antes de moverse hacia su propio hijo y apretarlo entre sus brazos.

-Tú, maldito mocoso, deberías venir a visitar a tus padres más seguido. - Reclamo dándole un coscorrón a el rubio.

-Quita, bruja. - Reclamó quitándosela de encima.

-Mocoso. - Exclamó indignada por el trato. - Entra cielo, vamos a tomar té. - Dijo dirigiendose a Izuku.

-Ves, no fue tan malo. - Rió el rizado, dándole un leve codazo a el rubio. Katsuki tragó.

-Bueno pues eso no es lo que me preocupa. - Murmuró haciendo que el ojiesmeralda lo mirara raro mientras terminaban de quitar sus zapatos para después entrar al pasillo que daba a la sala de estar.

-Entonces ¿qué... -

-Izuku, ¡cariño! - La conocida voz le hizo volverse hacia uno de los sillones.

El Mejor Novio.|KatsuDeku|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora