CAPÍTULO XI "Recuento"

1.2K 177 83
                                    

Dentro de la somnolencia en que creyó estar sumergido Mahiru, sintió ruido a su alrededor. No creía poder pensar con claridad, así que no pensó en nada en especifico por un largo tiempo. Hasta que un estruendo mucho mas fuerte lo despertó asustado.

Sus propias y pequeñas garras se aferraron a una tela. El aroma de ésta era conocida, y Mahiru miró su propias patitas blancas y peludas estirarse con calma. Como si intentara liberar la tensión de su cuerpo.

Su forma animal salió entre los pliegues de ropas. Y ya afuera de ellas, Mahiru revirtió su estado, dando paso a su apariencia humana.

Con los ojos completamente abiertos, dio una profunda bocanada de aire. El aire frío le palpitó sus pulmones y le secó la garganta, pero le hizo darse cuenta de algo fundamental.

Estaba vivo.

Su pequeño trance de preguntas fue interrumpidas cuando a su lado una silueta se acercaba. Mahiru se dio cuenta que estaba en una cueva, había una roca como puerta y de pronto la cabeza de Kuro se asomó en la entrada.

Cuando se miraron, Mahiru dejó de divagar. Y Kuro se veía tan sorprendido que dejó caer lo que llevaba en sus manos. Ninguno hizo nada. Mahiru no esperaba estar vivo y ver a Kuro despierto. Y el demonio no esperaba ver a Shirota en su forma humana y completamente desnudo.

Mahiru sintió el impulso de levantarse, y quizás lo hizo. Porque -como si se hubieran puesto de acuerdo- ambos se acercaron al otro y se abrazaron. Tan desesperadamente como si el pequeño lapso en que no se vieron, hubiera sido la eternidad misma.

Cayeron sentados en el suelo. Mahiru sintió las manos heladas de Kuro pasar por su espalda. Aquello le hizo darse cuenta que no soñaba, que no deliraba. Que tanto él como Kuro estaban vivos. Y aquello le alegró no solo el alma, sino también la consciencia.

— Kuro... — Mahiru se acomodó entre las piernas del demonio. Hacía frío pero no quería alejarse y buscar sus prendas de vestir. Por muy avergonzado que esté en ese momento, prefería permanecer cerca y sentir ese agradable calor que desprendía el cuerpo de Kuro.

Se sentía tan malditamente feliz en ese momento.

— Eres un tonto Mahiru — Kuro regañó con suavidad. Tocó el cabello de Mahiru, como si protegiera su cabeza entre sus dedos, y ocultó el rostro en el hombro del castaño. Solo había pasado una noche, pero lo había extrañado demasiado. Se había vuelto dependiente de Mahiru en tan corto tiempo que parecía un chiste para un demonio como él — No vuelvas a intentar hacer una estupidez.

Mahiru supuso que Lawless ya le había contado todo a Kuro.

— Yo también tuve miedo de perderte, Kuro. — Mahiru también susurró con suavidad. Aquello pareció como una confesión y no evito el sonrojarse, pero se sintió feliz de decirlo. — Aunque no entiendo por qué sigo vivo en realidad. Supuestamente debía morir...—

— ¡Yo si sé la respuesta!

Tanto Kuro como Mahiru se asustaron al escuchar a Lawless en la entrada de la cueva. Kuro por acto reflejo había resguardado el cuerpo desnudo de Mahiru entre sus brazos. El cuerpo de Mahiru había vuelto a la normalidad; era un chico. Los tres eran hombres, pero Kuro se sintió celoso de saber que alguien más viera a Mahiru sin prenda alguna.

— Molesto. Podrías avisar que llegaste, Lawless.

—¿Entonces, en dónde estaría el chite de asustarlos, Nii-san? —Mahiru alzó ambas cejas completamente confundido. ¿Lawless acababa de llamar Hermano a Kuro? No sabía cuánto tiempo durmió, pero claramente intuía que se perdió de mucho mientras dormía. — Hay preguntas que vamos a aclarar Mahiru. Así que, vístete. — Lawless fue amable, pero no le quitaba la mirada de encima. Y tampoco parecía querer irse. Hasta que Kuro le lanzó una de las sandalias de Mahiru a la cabeza.

Heaven LandDonde viven las historias. Descúbrelo ahora