CAPÍTULO II "Serás encontrado"

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— ¿Tú eres, Silent Demise? — Mahiru se encontraba nuevamente a una distancia considerable del chico. Tan pronto éste había abierto sus ojos, Mahiru retrocedió completamente en alerta.

Por más que mirara a su alrededor, esta vez, no había ninguna salida. No sabía cómo había entrado a aquel lugar, y el prisionero no parecía querer hablar. Mahiru estaba encontrando pocas opciones.

— ¿Puedes hablar?— volvió a preguntar. Más el chico simplemente lo miraba cansado. Como queriendo volver a dormir nuevamente — ¿Por qué estás encadenado? ¿Hiciste algo malo?

Mala pregunta. Si estaba encadenado es porque quizás cometió algún delito horrible, y alguien -o algo- lo dejó en ese lugar. Pero el muchacho simplemente volvió a cerrar sus ojos, y Mahiru se sintió completamente ignorado.

Lo único que se sentía en aquel lugar, era el sonido del agua que caía del cielo de la cueva. Mahiru aprovechó para inspeccionar el lugar. El muchacho no parecía querer hablar, y tampoco parecía que podía escapar para atacarlo. Aunque lo único que ha hecho hasta ahora es ignorarlo, Mahiru trató de no bajar la guardia.

Se acercó a la pared de la cueva y tocó las piedras. No sintió nada extraño en ellas. Eran simples minerales que desprendían luz. Tanto el cielo como el suelo estaban conformados por éstas, y parecían lo suficientemente duras como para no romperse con un simple golpe.

Mahiru estaba simplemente atrapado en aquel lugar. Cuando sintió que algo atrapaba su tobillo derecho. Cuando miró, encontró unas cadenas que se enrollaban en su pie. Parecían bastante oxidadas.

— ¿Qué es esto?— Mahiru intentó quitárselas, pero es como si la misma cadena estuviera viva y se aferraba más a su piel.

— Es inútil... — La voz rasposa y profunda del chico lo sorprendió. Mahiru lo miró totalmente confundido. Él podía hablar.

— ¿Tu sabes qué es esto? ¿Por qué estoy aquí?— Mahiru volvió a intentar quitarse la cadena, cuando el chico pareció abrir sus ojos nuevamente y mirarlo. Le tomó un momento volver a hablar. — Por favor, dime.

— No lo sé. Que molesto.

Mahiru se indignó cuando el otro pareció decirlo sin importarle nada. Se levantó irritado y camino unos pasos hasta quedar lo más cerca posible del chico.

— Escucha. No tengo tiempo para juegos. Si sabes algo, por favor, dímelo.— El otro pareció aburrirse de su presencia, así que volvió a cerrar los ojos. Mahiru se molestó cuando volvieron a ignorarlo, así que agarró la ropa negra del chico y lo enfrentó. Pero una nueva cadena le envolvió la mano esta vez, y retuvo a Mahiru.

— Lo único que sé es que éstas cadenas te encerrarán aquí. A menos, que escapes de ellas.

— ¿Hay alguna forma de quitarlas? — El chico bufó por la pregunta de Mahiru. Y Shirota volvió a indignarse.

— ¿Crees que si hubiera una forma de escapar, ya no la habría intentado? —Mahiru guardó silencio. Porque el chico tenía razón.— Esta bien, la eternidad no es ...—

— ¡No puedo quedarme aquí ! — Mahiru cortó las palabras del otro — Mi tío me está esperando. Seguramente también hay gente que te está esperando a ti también, ¿cierto?

Ambos guardaron silencio. Mahiru ofuscado con la sensación de sentirse prisionero, y el otro por las palabras de Mahiru. Hasta que Shirota pareció ver un pequeño destello de tristeza en los ojos rojos.

— Estas cadenas se vuelven más resistentes al pasar los años. —El chico susurró, mientras Mahiru miraba tanto la cadena que lo inmovilizaba a él, como al chico frente suyo.— Ya perdí la cuenta de cuánto tiempo llevo aquí...

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