CAPÍTULO III "Extraño demonio"

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"Sólo, sostente"

Habían sido las palabras de Kuro cuando corrió con tanta fuerza sobrehumana que Mahiru solo optó por aferrarse a él. Habían cruzado el puente, y cuando Kuro tocó la pantanosa arena negra, parte de su piel se había deshecho. Como si se hubiese quemado.

Mahiru se había preocupado. Naturalmente, pero Kuro había actuado como si no le doliera. De hecho, tan pronto como la piel de sus pies desnudos se iba quemando, ésta se iba regenerado. Definitivamente el chico era un demonio.

Mahiru no sabía usar magia curativa, así que poco podía hacer. Solo estaba utilizando su magia de fuego para iluminar algo en ese bosque muerto. Kuro cargaba con él y le había dicho que evitara tocar esa arena negra. Hasta ahora, ésta se había mantenido totalmente quieta. Más allá sobre extenderse en el suelo, no parecía tener vida. Contrario a la primera vez que la vio.

Pero algo le decía que Kuro estaba preocupado por la manera en cómo corría, buscando casi desesperado la salida. Si es que realmente había una...

— Kuro, ¿sabes a dónde te diriges? — En ese instante, el demonio saltó a una rama de los árboles. Estos comenzaban a ser más grande y el peso de ellos sobre las ramas ya podían ser tolerados. Así que aprovechando de no tocar la arena, los pies de Kuro descansaron sin lastimarse más.

— No tengo idea, solo estoy siguiendo un presentimiento.

Mahiru se preguntó a qué presentimiento se refería. El chico miraba hacia una dirección en ese bosque, y por más que mirara, Mahiru no lograba ver nada. Hasta que sintió un miedo recorrerle la espalda. Un sentimiento que ya había experimentado, y le aterró.

Kuro también lo había sentido, y trató de esquivar cuando la sombra se cernía sobre ellos. Pero no previno cuando -como unos tentáculos negros- una parte de la sombra hizo que Mahiru se soltara para no tocarla, y con ello, Mahiru cayó de la cima del árbol.

Kuro no era de sentir emociones humanas. Sus recuerdos se han forjado en la cueva. Realmente no tenía idea de qué era su vida anterior dé. Pero, cuando miró que Mahiru se soltaba y caía a la bruma negra; sintió miedo.

— ¡Mahiru! — Estiró la mano, al igual que Shirota, pero la sombra negra había atrapado su brazo e hizo que su piel se fuera desintegrando y Mahiru no logró atraparlo.

Mahiru caería, tocaría la arena negra y probablemente moriría. Un ser humano como él no resistiría el toque de una maldición. Menos de aquello que muchos nombraban como la muerte. Un ente que consumía todo lo que consideraba vivo. El guardián que lo custodiaba a él.

Mahiru sintió el peso de la adrenalina en su pecho, casi asfixiándolo en la caída. Hasta que sintió que cayó sobre una red de hilos que lo mantuvieron a escasos centímetros del suelo. El pequeño lapso de miedo lo mantuvo estático y Kuro aprovechó la oportunidad de acercarse, tocar el suelo mientras lo tomaba en brazos y volver a saltar.

Sólo cuando estuvieron en la seguridad del tronco de un árbol, fue que ambos exhalaron tranquilos. Mahiru sintió que perdió años de vida por el susto. Aún temblaba cuando se aferró a la ropa desgastada de Kuro, buscando un consuelo silencioso.

— Eso estuvo cerca —Kuro susurró cerca de su oído.

Mahiru asintió en silencio. Extrañamente, se sintió más seguro al confirmar la voz de Kuro tan cerca. Para ser un demonio, el chico transmitía una rara tranquilidad. Era extraño.

Mahiru miró hacia la red de hilos que lo había salvado. Le pareció extraño que aquello justo apareciera para atraparlo. Buscó entre el bosque a la chica que los manejaba, pero no vio a nadie.

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