CAPÍTULO XXXII "A bordo, rumbo a Arcadia"

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Escuchó pasos y gotas de agua resonando casi al conjunto. Kuro no veía nada más que oscuridad, pero supuso que nuevamente estaba sumergido en alguna memoria. Cuando su visión fue aclarándose, sintió las voces. Alguien le hablaba.

Entonces de pronto, se encontró en una habitación. Miraba el suelo, sus pies estaban descalzos y fríos.

— ¿Lo entiendes, Ash?—La voz de un hombre le hizo levantar la mirada. Frente a él estaba su padre nuevamente. Kuro notó que la ventana a su espalda chocaban gotas de agua. Entonces era la lluvia lo que había escuchado. —Tu enfermedad te matará pronto. Es lo único que te puedo ofrecer.

Kuro no respondió, sus ojos se posaron en su pierna. Ahora fijándose que gran parte de su piel estaba oscurecida. No sentía dolor en ese momento, quizás porque se trataba de un recuerdo, pero recordaba ligeramente lo mal que lo había pasado cuando la enfermedad en su pierna había comenzado, y poco a poco su piel se iba pudriendo.

Por varios años esa herida se había mantenido intacta. Pero luego de un tiempo, el dolor y la quemadura habían aparecido, y esparcido.

Kuro cerró los ojos, sintiendo que se alejaba del recuerdo. Cuando los volvió a abrir. Kuro sintió el suave viento acariciar su rostro. Olía el aroma dulzón de las flores en temporada. Se encontraba en un campo lleno de pequeñas y hermosas margaritas. El color blanco de las flores reflejaba con fuerza la luz del sol. Hizo que Kuro entrecerrara los ojos.

— Es hermoso, ¿verdad? — Una mujer apareció a su lado. Kuro no logró ver con claridad su rostro. La luz del sol interfería en su imagen. Aun así sentía que la conocía.— Te vi en la reunión del reino junto al Conde, Saint Germain. ¿Eres algún alumno de él?

— Soy su hijo.— Kuro se sentó encima de las flores. Estaba cansado de permanecer de pie, y su pierna había comenzado a doler. Esta vez, Kuro lograba sentir el dolor punzante. La mujer a su lado jadeo asombrada, y se sentó junto a él.

— ¿Enserio? No me di cuenta, lo siento. — A pesar que la chica se disculpaba, había una sonrisa que Kuro encontró nostálgico. Todavía no lograba ver por completo su rostro, pero la presencia de ella era familiar y tranquila.

El viento volvió a soplar y los pétalos blancos se levantaron. El aire era templado, y parecía que pronto iniciaría el verano. 

— Eres una hechicera.— Kuro sintió que su voz afirmaba el hecho, mas que preguntar. No se sorprendió cuando ella sonrió.— Así que han llamado a la mayoría de hechiceras para este evento. Conté siete en la reunión.

Kuro se encontró sorprendido de sí mismo. Si bien estos recuerdos los estaba viviendo en persona. Las palabras que salían de su boca no las manejaba él. Así como tampoco sus acciones. Así que ignoraba por completo a qué evento se refería su yo pasado.

— Nos han llamado simplemente para hacer un conteo de nosotras.— La mujer acaricio una flor. Por un momento, Kuro logró ver sus ojos reflejando tristeza. Ojos color avellana tan familiares.— A la alta sociedad le encanta presumir que tienen el control de todo lo sobrenatural de este mundo. Es un poco frustrante que te limiten tus propios derechos.

— ¿Qué quieres decir?

— No podemos abandonar este reino sin la orden del Rey. A pesar de que la gente admira nuestra fuerza y habilidad en la magia, también nos temen...—la mujer pausó, y luego miró la pierna de Kuro.— ¿Te duele? Puedo sentir un leve rastro de magia en tu pierna.

Su pierna tenía un leve temblor. No se había percatado hasta que ella lo mencionó. Kuro trató de mantener su pierna firme con una mano. Si bien el toque le dolió y ardió, trató de no expresarlo en su rostro.

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