Capítulo 31: Rompecabezas del Pasado

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Capítulo 31: Rompecabezas del Pasado

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Un rugido amenazante salió desde la aldea mogma, los habitantes que estaban cerca de aquel ser salieron corriendo de forma despavorida.

Sakuma estaba furiosa y literalmente echaba fuego por las narices. A su lado, Cris había cerrado los ojos y había ensordecido sus oídos de manera voluntaria, la furia de su hermana arrasó con casi todos en la aldea.

— ¡Está loca!— clamaron al tiempo que huían hacia afuera o hacia sus casas.

El mensaje que Link le había mandado a Cris fue tomado casi como símbolo de guerra. A pesar de que la mayoría de los mogmas ya habían aceptado su destino, Sakuma nieta del anterior jefe mogma no estaba dispuesta a seguir a un hylian como si fuera uno más de sus hermanos.

...

A lo lejos, en las tierras del presidio, Jerry, Coback y otros de sus compañeros suspiraban de alivio al haber podido escapar antes de que la loca mogma vertiera su furia descontrolada sobre ellos. Pero no podían decir lo mismo de Cris quien por fuerzas mayores y de promesas añejas debía permanecer siempre a su lado.

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Mientras tanto Zelda estaba encantada con su nuevo invitado, lo cargaba a todas partes como si fuera un pequeño peluche y lo cuidaba con bastante cariño. Link le había dado la libertad para que lo llevara a donde ella quisiera, siempre y cuando no lo expusiera demasiado al sol y tuviera el cuidado de no exhibirlo en las muchedumbres.

La otra desventaja de haber nacido albino era que podía ser una presa fácil para los traficantes de lo exótico, si Link lo sabría, porque había lidiado miles de veces con ellos rescatando a los loftwings que se separan de sus parvadas.

Las noches de invierno cayeron rápidamente sobre la ajetreada ciudad de Hyrule City, el frío se volvía cada vez más tácito, pero por primera vez Zelda dejó de percibir esa desventaja, adoraba dormir en los brazos de Link, y además Shiro también le daba calorcito.

El celular se anunció desde su modo de silencio, y en plena penumbra Link abrió un ojo con pereza, de manera tierna le dio un beso de despedida a su diosa y después profirió con palabras claras su hechizo de sueño.

A veces también odiaba tener que hacerlo, pero de otra forma Zelda podía descubrirlo, ahora que vivían juntos debía tener más cuidado cuando salía por las noches.

— ¿Onii-chan?— desde la oscuridad musitó al ver cierta luminiscencia.

Link se vistió con sus atavíos blancos y se acercó con cautela para susurrarle unas cuantas palabras.

—Duérmete ya Shiro

— ¿Te iras de nuevo?

—Sí, cuida bien a Zelda, seguro que regreso antes del amanecer.

El pequeño mogma puso un poco gachas las orejas.

—No tengas miedo. Los futuros jefes nunca lo tienen, son fuertes para proteger las cosas que aman.

—Hummm

—Y no te preocupes, ésta casa tiene más protección que cualquiera.

— ¿También le pusiste eso?— clamó con cierta alegría.

—Sí.

Se marchó sin hacer más ruido mientras Shiro volvía a acurrucarse en los brazos de la diosa.

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