Capítulo 40: Alas negras (Segunda Parte)

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Capítulo 40: Alas negras (Segunda Parte)

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"Escape de la isla de la Diosa"

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Isla principal de Altarea, aproximadamente 5 años antes...

— Se va a ahogar— rechistó, Cuervo gruñó a su montura con la mirada, el loftwing se deshizo de ésta y se echó a volar lejos evadiendo el reproche de su jinete.

Pronto los jinetes del cielo se reunieron. Cuervo llamó al más cercano, era el que llevaba la capucha. Le dedicó una mirada antes de virarse y ver como el pobre Link volvía a hundirse.

— Sáquenlo de ahí, no sabe nadar— replicó.

Después de varios minutos Cuervo comenzaba a preocuparse.

— ¡Cuervo!, no está — clamó un jinete, completamente empapado después de haber buceado cerca de donde el pequeño Hylian había caído.

— ¡Como que no está!— replicó, su mirada dio miedo.

Oteó a los alrededores, el lago estaba cubierto por sus hombres, no había manera de que el pequeño hubiera salido por algún punto ciego, además no sabía nadar, ¿o, si?

.~*}{.....}{*~.

En un lugar oscuro, el agua burbujeó, Link emergió de ahí a bocanadas. La gruta resonó en un eco extraño.

Era real...

Y si era real ¿Qué le decía que los cuentos y leyendas no?, el recuerdo del momento en el que cayó en el agua estaba muy presente mientras escuchaba la voz de Cuervo susurrando, al hundirse había visto los secretos que había en el fondo del lago, las ruinas del templo de la diosa.

— Es real, incluso esto...

Escupió agua y nadó lenta y torpemente, menos mal que Zelda le había insistido, jamás le había llamado la atención aprender a moverse en el agua, pero a su pequeña diosa le encantaba y como era de esperarse, a donde iba ella él la seguía sin reproche alguno, se sacudió como perrito lanudo y se pasó una mano por la cara para quitarse de ahí los mechones largos del flequillo.

Era real...

Y por eso pensó que quizás las "Crónicas del cielo" también lo eran, el libro que le leía a Zelda cada noche no era un simple diario imaginario, ese viejo volumen de Ariane contenía más secretos de los que hubiera imaginado.

— Pero si éste pasaje existe, tal y en la ubicación que narraba el libro, eso significa que la advertencia tampoco puede ser ignorada, cada día de luna llena ésta gruta se inunda, y para mi mala suerte justo es hoy.

Suspiró, más aun así agradeció su buena suerte, solamente su pequeña cabecita loca hubiera actuado de esa manera, solo a él se le hubiera ocurrido buscar una vía de escape escondida en una narración antiquísima, y además solo en los segundos en los que se había sumergido en aquellas aguas.

Con paso firme se aventuró en la gruta ayudado de una pequeña chispita de magia que iluminaba su camino, sacó su celular y le escurrió el líquido. Tal y como esperaba la tecnología del Z-Corp había librado al agua, pero no a la barrera de la diosa, el espeso mar de nubes bloqueaba cualquier señal que intentará llegar hasta ese sitio. Con tristeza agachó la mirada, pensó en Zelda, su princesita debía extrañarlo, al caer la noche seguro iría a buscarlo pese al peligro que aquello significaba, se sacudió el pensamiento de la cabeza, no podía permitirlo, mientras avanzaba tecleó un mensaje y lo envío a Linebeck, al segundo recordó que seguía desaparecido así que no dudo en incluir otros destinatarios, el texto se quedó en espera, aunque de momento eso no importaba, siguió su camino tanteando sus pasos en la semi penumbra. Si aquel libro había sido plenamente verdadero aun debía existir una salida de la isla de la diosa.

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