Capítulo 58: La Suerte está echada

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Capítulo 58: La Suerte está echada

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Esa semana había sido una total locura, el Z—corp estaba a tope, había empleados desperdigados en cada rincón del edificio haciendo mil tareas.

Los zapatos de Daphnes hacían un ruidillo ansioso que se escuchaba en todo lo largo del piso veinte, ahí era justo en donde se efectuaría la fiesta de fin de año. Daban ya por poco las siete y aún no había visto a nadie al piano, se preguntaba si de verdad Gustav habría encontrado al reemplazo del pianista. Soltó un bufido y se dedicó a ladrar órdenes.

Todo debía de estar en perfecto estado, la seguridad para aquella velada debía ser impecable, las decenas de socios corporativos que se habían reunido para aquella noche no esperaban menos.

—Impecable como siempre, Daphnes — habló una voz a sus espaldas, el dueño del Z-corp se viró para saludarla, era la "gran dama", una mujer anciana de raza Watarara que dirigía una de las distinguidas empresas del centro.

—Es un honor tenerla presente, como siempre, señora Sara. ¿Hablaremos esta vez de la renovación de nuestra alianza?

La mujer soltó una risilla e hizo una mueca astuta, su plumaje albino como la nieve se esponjo dándole un toque jovial.

—Se nota que es un hombre de negocio, usted no pierde el tiempo, Daphnes.

Ambos volvieron a reír, aunque se notaba que aquellas palabras e incluso sus acciones eran mero protocolo.

Le invitó a disfrutar de la fiesta en tanto que él seguía al pendiente de los últimos preparativos, de alguna forma estaba nervioso, se preguntaba cuando aparecería su susodicho padre, le había encargado la misión más importante de todas más sin embargo aún no había recibido respuestas.

Dio tres pasos hacia la puerta más cercana antes de resignarse, quizás ni siquiera Gustav acudiera aquella noche. Los errores de su pasado le habían acosado incesantemente desde que su pequeña había salido corriendo aquella trágica noche.

—Zelda... — musitó su nombre mientras se llevaba una mano a la cara. Tal vez había dejado que lo dominará su cobardía, irónicamente no había tenido el valor para poder ir a buscarla por su cuenta, sabía que de cierta forma ya no era cuestión de orgullo sino más bien de eso, cobardía.

—Te ves preciosa

— ¿De veras?

—Como una princesa...

—... También dijo eso...

Las voces hicieron eco en su cabeza, de pronto comenzó a sudar en frío, estaba ahí. Si, estaba ahí. Realmente había vuelto.

Se quitó la mano de la cara, frente a él su padre y Zelda recién habían llegado al evento. La joven hylian vestía un precioso vestido de noche color azul, con hombro desnudo y manga holgada haciendo un remate de filigrana plateados, la parte baja era totalmente lisa con una leve abertura que la propia Zelda había modificado para poder moverse más libremente.

— ¿Y ahora si vas a bailar?

— ¡Ay abuelo! — rechistó avergonzada, bailar jamás había sido su fuerte, pero su rostro mostró un leve sonrojo cuando asintió de manera leve.

De pronto se detuvo al darse cuenta que el hombre del que había huido hacía semanas estaba ahí parado frente a ella, lo miró de frente inspeccionando aquella pose estoica que desde antaño sólo a él le pertenecía.

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