Sweet italian

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Sweet italian

Todos los días a la hora exacta justo como un reloj él iba a esa pequeña cafetería en el centro de Venecia, un pequeño y acogedor lugar con pocas mesas de caoba repartidas por el lugar, en el centro una barra hecha del mismo material y algunos banquillos, donde siempre habitaba un aroma dulce del biscocho o pastelillo que estuviera preparando el chef francés ese día con un cajero español quien tenía una sonrisa de enero a enero bastante parlanchín y entusiasta, fuera por el barman italiano nieto del dueño quien siempre era un malhumorado y malhablado pero preparaba unas deliciosas bebidas, fuera por el ambiente cálido, la deliciosa comida, las hermosas obras de artes repartidas por el lugar.

Pero él mentiría si el sitio tuviera algo que ver para que todos los días a la misma hora, cronometrado como un reloj iba allí, se sentaba en la mesa cercana a la ventana, sacando un libro o terminando de realizar un trabajo en su laptop en el sitio, entonces ella se acercaría a él.

Aquella chica que lo había cautivado desde el primer día como un preso entre sus rejas y él no quería salir de esa pequeña prisión, él que era un asiduo a admirar el arte solo podía admirarla a ella la nieta del dueño del lugar quien también fungía como camarera del sitio. Ella quien parecía irradiar luz propia que con sus resplandecientes ojos cuales dos pozos de dulce miel le observarían arrebatándole el aire o ese cabello castaño rojizo que se mecía en su cola alta con ese riso que ignoraba toda ley de la lógica con esos labios sonrojados o la risa que se escapaba de ellos tan dulce como un terrón de azúcar todos los días él iba allí solo para observar la obra de arte que fuera la naturaleza o Dios mismo había creado a la perfección.

Porque ella a la vista de él era perfección pura.

– ¿Lo mismo de siempre? –Pregunto dedicándole esa bella sonrisa, él salió de su ensoñación y asintió –

–Ja, por favor –Ella asintió para retirarse de allí –

Mientras él se reprochaba mentalmente por ser semejante cobarde, pero él no era muy aplicado a las palabras, solo bastaba con contemplarla para que su agotador día de trabajo fuera revitalizado a aquella chica que perturbaba su mente, sus sueños y su corazón. 

Cortos Gerita.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora