Día libre

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Día libre.

Pronto su amado Luddy y ella cumplirían dos años de noviazgo ¡Y habían sido los dos años más increíbles de su vida! Claro que no todo era color rosa y tenían algunas pequeñas disputas que se resolvían con facilidad.

Hoy era el día libre de Ludwig y ella le había pedido a su Nonno que le dejará ese día libre, también le pidió ayuda a su amiga Elizabetha para que la cubriera en la cafetería el único que no estaba para nada feliz con eso era su hermano, ¡pero Antonio se encargaría de animarlo ella lo sabía!

Habían quedado en encontrarse en la plaza de San Marcos, Ludwig allí le esperaba resaltando entre la multitud con su metro ochenta, ella sonrió por lo atractivo que se veía su novio y más al notar el ramo de flores que tenía eran heliotropos, ella rio aceptando el ramo con cariño brindándole un beso en la mejilla, su novio se sonrojo pero no dijo nada más al respecto.

Le extendió su brazo y ella lo tomó muy contenta guidándose de él como solía hacer, fueron a la Basílica de San Marcos y aunque Felicia podría dibujar y pintar la Basílica hasta con los ojos cerrados jamás dejaba de maravillarse por lo hermoso del aspecto de la iglesia desde su fantásticos detalles ornamentados, las esculturas, las obras de arte de la fachada delantera, hasta los frescos bellamente pintados y las obras de arte bizantinas en el interior del techo abovedado.

Pararon en un pequeño restaurante a almorzar y luego de terminar decidieron admirar los detalles de la campanile de San Marcos y Felicia no pudo evitar ese brillo de inspiración que solía darle para tomar un pequeño cuadernos de dibujo que siempre llevaba consigo y sentarse a dibujar, Ludwig se quedó admirándola en silencio observándola hacer los trazos con hermosa precisión, hasta que el resultado fue verse a sí mismo dibujado mirando maravillado la campanile, ella le sonrió orgullosa mostrándole su dibujo y él le devolvió la sonrisa dándole un beso en la frente que acepto gustosa.

Se estaba haciendo tarde y Ludwig expreso que deseaba hacer un viaje en góndola, ella le tomó de la mano y entrelazaron sus dedos para caminar hacia el lugar, al subirse a la góndola ella admiraba la belleza de la ciudad y las estrellas que comenzaban a reflejarse en los canales como si estuvieran viajando entre ellas.

–Felicia –él reclamó su atención llamándola por su nombre, se encontraba bastante nervioso –

– ¿Ocurre algo, Luddy?

–Mh, yo quería hacerte una pregunta importante –Tomó aire para mirarla fijamente sus ojos azules cielo se encontraron con aquellos pozos de miel de la chica – Tú eres tan dulce y amable, desde que te conocí pensé que eres perfecta y yo sé que no soy el hombre correcto, siento que no te merezco pero aun así t-tú... ¿Quisieras hacerme el honor de casarte c-conmigo?

Aquellas palabras dejaron sorprendida a la italiana mientras el alemán sentía que el corazón quería abrir un hueco en su pecho de lo fuerte que le golpeaba, ella sonrió lanzándose a abrazarlo exclamando que; ¡Sí! ¡Absolutamente, si!, mientras él le reñía por su comportamiento imprudente de que si seguía así iba a hacer que se cayeran al agua.

– ¿Ve? –Felicia abrió los ojos por la luz que se incorporaba a través de las ventanas – ¿un sueño? –murmuro algo desganada había sido tan real, ella suspiro pero inmediatamente volvió a sonreír observando las fotos que había colgadas en su escritorio, todas ellas con el alemán, Ludwig era un hombre con un aspecto tan masculino pero era tan amable, dulce y tímido, lo amaba tanto – algún día.

Mientras tanto el alemán estaba teniendo una muy extraña pesadillas con heliotropos una versión masculina de su amada Felicia y una fallida proposición de matrimonio, se despertó sobresaltado por aquel sueño, suspiro para echarse el cabello hacia atrás y admirar las fotos que estaba colgadas en el cuarto todas ellas con su amada italiana, abrió el cajón de su mesita de noche admirando una cajita aterciopelada que resguardaba celosamente un perfecto anillo de matrimonio que había comprado meses atrás.

–Algún día –Se dijo a sí mismo para levantarse de la cama había dormido demasiado ya era hora de desperezarse para hacer su rutina –


Fin

Cortos Gerita.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora