Capítulo 3.

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Al salir de la cafetería tuve la inmensa necesidad de corres despavorida hasta el estacionamiento a la seguridad de mi auto pero, suponiendo que sin mi Christopher no tendría nada que hacer en ese lugar, decidí que caminar era la mejor opción ya que podría venir detrás de mi.

Llegando al estacionamiento, tome el celular para marcar el primer número que procesa mi cerebro en situaciones de emergencia, el teléfono de Ingrid.

-Por amor a Cristo- Dijo Ingrid apenas contesto la llamada. -Eso fue...

-Rápido, sí ya lo se, pero... necesito verte- Conteste con la voz entrecortada.

-¿Donde?

-Voy para tu casa. Esto es de suma importancia

-Sadie...

-¿Si?

-Dime que no estas embarazada

-Ingrid no... ¿En serio acabas de preguntar eso?

-Sí, es que tenía que hacerlo

Luego de manejar durante 20 minutos hasta la casa de mi amiga y bajar del auto, me acerqué a la puerta y toque el timbre, 10 segundos después Ingrid apareció en la puerta con un bote de helado de vainilla en las manos y dos cucharas.

-¿Gustas contarme la urgencia de la visita?- Pregunto mirándome con los ojos entrecerrados.

-Como primer punto, necesito que me prestes ropa y zapatos y como segundo punto... Christopher me invito a salir hoy y viene por mi a las 9:00 p.m.

-Ok, esto no se puede hablar en la entrada de una casa, vamos a mi habitación.

La casa de Ingrid es de un solo piso con cada centímetro de las paredes cubierto con fotografías que ha recopilado de sus viajes por el país, me encanta estar su casa porque es como viajar con solo recorrer un pasillo. La puerta de su habitación es una fotografía de Frida Kahlo de dos metros de altura pintada a mano sobre madera durante una semana entera.

Entramos a su habitación y nos sentamos en la alfombra rosa chillón que contrastaba con las paredes pintadas como la piel de una cebra.

-Dime que fue exactamente lo que paso en la cafetería, tu cita duró una hora más o menos y...

-Y huí, sí pero ¿Qué más podía hacer? ¿Quedarme y confesarle todo?

-No es nada del otro mundo sentir amor Sadie, debes dejar de torturarte y dejar que las cosas tomen su curso.

-No lo amo

-Entonces ¿Por que huyes? Estas repitiendo la misma jodida historia. El hecho de que esté enamorado de ti no quiere decir que soportará tus desplantes, hasta el corazón más noble se cansa de esperar

Tenía razón, todos teníamos un límite y si la oportunidad de hacer las cosas bien se me estaba presentando, sería una tonta si la desperdiciaba.

-¿Por qué siempre tienes la razón?

-Porque puedo leerte. Sigues pálida y estas temblando. Además, te brillan los ojos y ya te comiste 1/4 de mi bote de helado.

-Ni siquiera recuerdo haberlo tomado

-Te sembró una ilusión Sadie... Christopher te ilusionó nuevamente.

Mi apetito disminuyo desde que llegué a casa de Ingrid, lo único en lo que pensaba era en lo que me esperaba con Christopher en unas horas más así que acepte un té de limón y me metí en la tina con burbujas hasta los hombros para meditar mi día y relajarme ante la noche que me se avecinaba.

-Saldré de aquí cuando las burbujas desaparezcan- Grite cuando Ingrid toco la puerta.

-Deja de huir; son las 7:30 y aún tienes que arreglarte.

-Meteré mi cabeza bajo el agua hasta las 8:30 y si sigo viva para entonces, iré con Christopher hasta el fin del mundo

-Tienes 10 minutos o tiraré la puerta y te sacaré arrastrando de la tina porque seamos sinceras, jamás podría cargarte fuera de ella

-Me encantan tus amenazas

-No me subestimes.

Una parte de mi me decía que tenía que salir a toda prisa pero otra parte, la parte desafiante me retaba a quedarme en la tina y probarle a Ingrid que mi voluntad es más grande que las ganas de salir a cenar con Christopher. Estaba casi segura que mi cabeza tomaría la mejor decisión cuando la puerta comenzó a temblar por los golpes que recibía.

-Uno, dos, tres por Sadie que esta intentando suicidarse inhalando burbujas en la tina. Ya pasaron los diez minutos.

Cerré los ojos y me sumergí en el agua.

Completamente empapada me senté ante el espejo de Ingrid y mientras me secaba el cabello, escuchaba un discurso de la importancia que se le da a la belleza.

-La vida es una maldita broma ¿Sabes?- Comenzó a decirme casi a gritos porque el ruido del secador de cabello nos impedía escuchar con claridad. -Todos creen que pueden decirte que hacer y como comportarte y sí no lo haces, te juzgan. Nadie se toma el tiempo de conocer a las personas y mucho menos de aceptar sus demonios. Eso crea complejos, crea inseguridades porque parecierá que si no acatas lo que dice la sociedad no eres parte de ella; por eso ya nadie es espontáneo, por eso hay chicas caminando con un aguja enterrada en las venas, porque la belleza esta sobrevalorada y la perfección es el ideal de todos. ¿Sabes que si es perfecto? Despertar y ver que el sol sigue ahí, que puedes verlo, respirar el jodido aire contaminado, pero respirarlo, ver el lado positivo de todo, eso sí que es la maldita perfección-.

Su discurso sólo se detuvo cuando mi cabello estuvo completamente seco porque entonces empezó a peinarme de modo que se viera ondulado no esponjado. Me puse un poco de maquillaje y brillo labial. Me metí en unos tacones de 15 cm., una blusa con escote de corazón y un pantalón entubado.

Cuando caminé hacía la sala descubrí que mis manos temblaban y mi vista se nueblaba gracias a que mis ojos se inundaban constantemente de lágrimas.

-Sadie, me estas poniendo muy nerviosa, deja de caminar en círculos.

-¿Y sí no viene?

Llevaba caminando varios minutos y la paciencia de Ingrid estaba al límite.

-Tranquila, sí vendrá.

Al cabo de 20 minutos, Ingrid y yo recuperamos la tranquilidad hasta que el timbre de la casa me hizo gritar, me puse pálida y rígida. El timbre sonó por segunda vez y miré a Ingrid, ella se puso de pie y camino hacía la puerta; cuando el frío inundó la casa supe que la puerta había sido abierta. Cerré los ojos y suspiré. Pude escuchar a la voz de Ingrid antes de quedar paralizada.

-Hola Christopher... Cuanto tiempo.

Ingrid hizo pasar a Christopher. Se veía espectacularmente guapo. Mi mirada lo recorrió desde la punta de los zapatos, subiendo por su pantalón, su camisa blanca y su saco azul oscuro hasta el peinado que mil veces dije que amaba ver en él. Fue hasta ahora que descubrí que sí lo había extrañado más de lo que había admitido en voz alta. Su mirada se clavo en mis ojos que lo seguían mirando atentamente, estaba sin palabras, sólo quería lanzarme a sus brazos y respirar su aroma, tocarlo sin remordimientos. Sólo quería decirle cuanto lo había extrañado y llorar...

730 días [Terminada].Donde viven las historias. Descúbrelo ahora