Sorpresas del destino

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Me hizo reír su pronunciación pero los nervios que tenía porque su mano aún estaba en mi cara no me permitieron hacerlo.

Insistió como un niño. -Si me cuentas quizás algún día pueda hacer una visita.

-Es un país maravilloso. Exclamé sin más. Aún seguía nerviosa.

Y cuando el pensó que yo no iba a continuar lo hice. -El sol es permanente casi todo el año. Las playas rodean obviamente toda la isla, caminas por cualquier sitio y escuchas el cantar de los pajaritos. Puedes inspirarte en cualquier lugar, hay tanto verde...

-Confirmado. Algún día me tendrás por allá.

-En serio?

Asintió con su cabeza.

-¿Qué se siente ser el dueño de tan grande imperio? No es agotador?

Me sonrió y esta vez me dejó ver todos sus dientes. -Odio esa pregunta.

-Lo siento. De verdad.

Me abrió sus brazos. -Se que tienes frío. Esa sería la única forma en que te contesto la pregunta, si vienes a mi.

Lo decía serio. Cerré los ojos e hice por primera vez lo que mi corazón quería. Me abrazó con cuidado como si no quisiera hacerme daño y lo aprecié. Su olor estaba impregnado en mi ser y no quería nunca dejar de respirarlo.

Interrumpió mis pensamientos. -Que rico es tenerte así. Hueles a cielo.

Lo miré perdida y el también lo hizo. Acercó su boca a la mía y solo rozó sus rojos labios. Yo quería más pero el se detuvo y sin dejar de mirarme pude ver como esa mirada que hacen segundos estaba cargada de deseo le dio paso a una mirada oscura. -Tuve que pasar por muchas cosas para poder tener este imperio. Ahora que lo tengo trato de ser lo más responsable y astuto posible.

Me abrazó más fuerte y ya sentía que pertenecía allí.- Es agotador todo el tiempo... Prosiguió. -A veces deseo solo ser un representante pero aun falta. Lo único difícil es mantener los pies sobre la tierra, y tratar de no pensar mucho en las riquezas. Eso me ha ayudado a ser un buen jefe.

Tomé sus manos y di un pequeño aplauso. -Gracias por compartirlo conmigo.

Atrapó mi cara desesperado.
-Quiero besarte.
-Quiero besarte de verdad.
-Quiero probar tus labios sin parar por favor.

No había sido una pregunta ni tampoco una súplica porque inmediatamente terminó de hablar acercó mi cara más a él y rozó sus labios con los míos.

El deseo que yo estaba sintiendo con este hombre a mi edad nunca lo había sentido y me besó. Al principio fue despacio, permitiendo que yo probara su sabor y era delicioso. El buen vino aún estaba en sus labios y el me besó más fuerte. Gemí.

No podíamos detenernos y yo tampoco quería. El lo hizo para dejarme respirar y lo retomó acostándome en el sofá gigante. Gimió fuerte para si y se separó de mi.

Se veía frustrado. Quiso alejarse de mi y logré que se acostara conmigo.

Me abrazó como si conociera mi delgado cuerpo y besó mi hombro. -No te imaginas el autocontrol que estoy teniendo para no devorarte ahora mismo Amelia. No duró más de 5 minutos para llevarme a una mujer a la cama. En cambio tú...

-¿Lo que quieres es llevarme a la cama? Lo miré perdiendo el alma.

Asintió seguro. -Pero no puedo. Se que te alejaría de mi inmediatamente. Tú mirada es...

No continuó y esta vez fui yo quien lo besó. Me senté a su lado y me miró asombrado. Estaba respirando profundo. -Será mejor que me vaya. Podrías llamarme un taxi?

COMO EL VINODonde viven las historias. Descúbrelo ahora