Tomó mi mano viéndome intrigada. -Buen provecho Amelia.
Le asentí cortésmente.
No tuve de otra que reír al verlo comiendo sus camarones.
-No hay cosa más deliciosa que ésta. Soy adicto a ellos y este restaurante los cocina riquísimo, quieres probar uno?
Me encogí de hombros y llevándose toda mi serenidad se levantó de su asiento y se aplastó a mi derecha con un pequeño camarón en un tenedor. -Abre la boca.
Lo llevó con cuidado a mi boca y se quedó allí hasta verme saboreándolo. -En realidad son muy ricos.
Regresó a su lugar y su mirada destellaba fuego. -En verdad eres inocente Amelia, no sabes lo que me provocas.
Por poco dejo caer mi tenedor y el esbozó una sonrisa. -Por qué estamos aquí hoy? Quién soy yo para cenar contigo? No soy tu familia.
Estaba segura que ni el mismo sabía qué hacíamos los dos en dicho lugar pero me dejó sin palabras.
-Eres Amelia Freid, mi empleada. Recuerdas lo que me pediste anoche antes de dormirte? Querías conocerme un poco y te estoy complaciendo. ¿Satisfecha?
Negué como una pequeña. ¿Qué es la cosa que más te gusta en el mundo? Arrugó su frente, no le había gustado la pregunta. Lo miré coqueta. -Recuerde que usted tiene el compromiso hoy de complacerme.
Miró a la luna y se dio un trago del vino. -Compartir con mi familia, estar solo y las carreras de vehículos de NASCAR.
-¿Y la industria de la moda?
Negó. -Me apasiona pero no va dentro de tu pregunta.
-Entiendo. ¿Tienes hijos?
Sonrió débil. -Dos princesas. Ya quieres dejar de preguntar? El estaba divertido.
Reí. -Solo una más.
-Adelante.
-¿Qué piensan tus padres del éxito de E.S.L.A. y por qué te gusta NASCAR?
Se paró de su asiento y me levantó del mío. Me pegó a la pared de cristal y apretó mi cintura como si yo fuese suya. -No seas tramposa, ahí hay dos preguntas.
Lo besé sin que lo esperase y no quería terminar nunca, me apretó más a él y abracé su cintura. Se detuvo y miró mi rostro por varios segundos. -Cuando tenía unos 16 años fui calificado para correr en NASCAR y me lo prohibieron, era lo que de verdad quería ser en la vida. Sonrió para sí mismo. -Shit, nunca le había dicho eso a nadie.
Le di un beso corto. -Gracias por confiar.
No podía creer todo lo ocurrido en esa noche y mucho menos que iba en dirección al hotel en el que se hospedaba. -No era necesario que dejaras tus compromisos por mi, yo podía irme sola al hotel.
Sin mirarme contestó. -No echaré a un lado los compromisos pero soy consciente de que mañana tienes que madrugar y Mike te llevará más temprano.
Dije gracias sin dejar de ver mis manos.
Creo que nunca había visitado una suite presidencial. Mike hizo entrada casi de inmediato y me saludó con respeto.
Hablaron por unos minutos y se marchó.
Y comenzaron los nervios. ¿Qué carajos hacía yo ahí si la compañía me pagaba un hotel? Por qué tenia que decir sí a todo lo que el hacía?El estalló en carcajadas. Colocó una mano a mi derecha y la otra a mi izquierda y continuó dejándome ver sus pequeños dientes. -Si vieras tu cara ahora mismo, es como si quisieras salir corriendo. Mujer, no te haré nada. Perdóname por no quererte lejos cuando estoy cerca.
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COMO EL VINO
RomanceAmelia Freid estudió muy duro para obtener el empleo de sus sueños. ¡Lo había logrado! Aún así, se sentía sola. Hasta que llegó el, aquel hombre de pelo canoso y de mirada seductora. El sería el culpable de su Gracia o de su Desgracia. Si tan solo e...