Capítulo 17. La Organización de Algo Grande

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El lugar estaba con el ambiente pesado, podía emanar un olor a carne podrida y una sensación de humo que entra por las fosas nasales que incomodaba a Strange.

Su visitante era peculiar, Mefisto, el Señor de las Tinieblas, no iba a culparle por cómo olía. Tan siquiera, vestía formal con aquel traje negro que combinaba con sus largas uñas del mismo color, sin olvidar la rojiza piel.

Era su primer encuentro, pero tampoco necesitaban presentarse porque uno ya había oído anécdotas del otro y viceversa; era como una segunda o tercera vez en gracia a los cuentos y leyendas, y hoy se comprobaba que Mefisto no era leyenda alguna.

—Ya sé, lo puedo ver en tus ojos —dijo Mefisto, sonriendo y a su vez dejando ver sus afilados dientes.

Sentado en la sala de estar de la segunda planta, cruzó sus piernas con el fin de verse profesional en lo que hacía. Y a Mefisto se le daba bastante bien charlar.

—Sin embargo, Doctor Strange, no vine para ver tus lindos ojos bicolores —El nombrado frunció el ceño con desconcierto y, sobre todo, confundido por el halago del demonio—; claro que tampoco vine para hacerte daño, es solo que el gordito se entrometió y lo puse a dormir —se encogió de hombros, restándole importancia al asunto.

Wong estaba allí también, pero no consciente. Mefisto era malvado, pero no antes de siquiera pedir un favor, así que solo lo puse a dormir tal cual informó a Stephen.

—¿Cómo lograste entrar, Mefisto?

—Por la puerta —respondió enseguida, como si no fuera obvio—. Aunque déjame decirte que las manijas están un poco oxidadas, ¿no has considerado cambiarlas?

—No creo que sea algo que te importe.

—Y lo has dicho tú, compañero. Te recomiendo una contadora, tal vez vecina una tuya que te pueda ayudar con los gastos.

—¿Viniste a tumbar la protección del santuario con el fin de hablarme de mis problemas financieros? —cuestionó el Hechicero Supremo, tomando cercanía a con el ser del bajo mundo— Eres un villano sumamente original.

—Mínima protección en casa, problemas económicos —mencionó Mefisto, posando ambas de sus manos a los costados de su cabeza—, ¡creí que era el único perjudicado! —exclamó con tristeza luego de haberse teletransportado al lado del hechicero; su expresión fue bastante dramática y fingida si le preguntaban a Strange — Pesadilla está acabando con todos y cada uno de nosotros —dijo susurrándole al oído, cuán dramaturgo de profesión agarrándose el pecho.

—¿Pesadilla? —arqueó una de sus cejas, curioso por la inesperada mención— ¿Cuál es el verdadero motivo de tu presencia, Mefisto? —continuó preguntando, esta vez tomó distancia con el nombrado.

El de piel roja soltó un fuerte exhalo, colocando sus manos en su cintura.

—¿Nunca te has preguntado cómo trabaja el infierno, cierto? —Strange se quedó callado— Me imaginaba, y para que lo sepas, allá también hay oficinistas.

—¿Y los oficinistas qué tienen que ver con Pesadilla?

—Siempre hay papeleos, Strange. ¿Es que tengo que decírtelo todo? —dijo con notable molestia, Stephen no era tan divertido como pensaba— Gente está muriendo, y aunque debo admitir que amo la diversidad de las especies...solo son los seres humanos que llegan a mi reino —mencionó con gran preocupación, y de ser así, debía ser un problema más allá de lo que uno pudiera imaginarse.

Y aunque para un villano de la talla de Mefisto, ser el dueño de tantas almas en pena, llegando a su reino para ser torturados y tratados como súbditos sería un final feliz. Pero evidentemente, el rey de las tinieblas no lo creía así. Mucho menos cuando su "éxito" dependía de un imbécil como Pesadilla.

PESADILLA | IRONSTRANGE, MARVELDonde viven las historias. Descúbrelo ahora