Sábado

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—¡Esto es explotación laboral!—exclama Vera de brazos cruzados.

—Novoselic te va a oír—contesta Dorian, tratando de calmarla.

—¡Pues que me escuche! ¿Qué con eso de hacernos trabajar el próximo sábado? ¡Teníamos planes!

Levi, por su parte, está tranquilo. No le importa ni un poco perder su día libre, siempre y cuando toque el bajo por horas y horas.

El despacho de Alfred Novoselic es muy art decó. Dice que ha mantenido la misma decoración que dejó su padre cuando este lugar era suyo. El dueño, luego de unos minutos, por fin entra y se sienta en el escritorio. Tiene las mejillas encendidas y los ojos brillantes. Sabrá Dios con quien habló por teléfono, pero de seguro le dio buenas noticias.

—No quiero trabajar el sábado—le espeta Vera—. Es el único día libre que tengo.

Alfred ya está acostumbrado a la actitud infantil de Vera y por lo regular la mira con cierto fastidio, pero no ahora. Su sonrisa no desaparece.

—Lo sé—contesta, dirigiéndonos una intensa mirada a cada uno—. A mí tampoco me apetece trabajar en mi día libre, pero les aseguro que valdrá la pena.

—¿Por qué?—pregunto, más intrigado que molesto.

—Solo vamos a atender a un solo hombre con su mujer. Van a festejar su aniversario de bodas aquí y pagaron muy bien por ello. Va a ser un evento exclusivo.

—¿O sea que nos pagará el cuádruple?—pregunta Dorian.

—El quintuple, de hecho. Este hombre, el señor Wu, es dueño de varios hoteles allá en Shanghái y está de vacaciones. Es muy espléndido, quedó encantado con ustedes y Arabella.

Vera no tarda en suavizar su expresión. Sus ojos empiezan a brillar igual que los de Alfred. Suelen venir personas muy solventes al restaurante, pero esta es la primera vez que tendremos a alguien tan poderoso.


Medusas en el aire

Solo consumí drogas una vez en mi vida, cuando todavía estaba en la universidad. Craig, mi compañero de habitación, disolvió LSD en mi té de canela sin que yo lo supiera y estuve las siguientes diez horas viendo las paredes de mi habitación derretirse y cambiar de color. Me sentí ligero, lleno de euforia. No volví a experimentar algo similar hasta que conocí a Arabella.

Recuerdo ese viaje surrealista mientras espero a que mi ropa y la de Levi se seque. La lavandería no es muy grande y este día hay pocas personas, por lo que el ambiente es tranquilo. Bebo un poco del café frío que compré de la máquina expendedora y me pierdo en el sonido de las lavadoras y secadoras. Hay un trío de chicas a poca distancia de mí sentadas en el suelo, charlando animadamente. En una esquina está un gótico con audífonos puestos y cara de pocos amigos. Los fotografío discretamente y las envío a Levi, quien está en el supermercado.

Vuelvo a pensar en Craig. ¿Qué estará haciendo ahora? ¿Se seguirá drogando? Nunca lo consideré un amigo pero su compañía fue agradable.

Me cubro la boca para bostezar, mis ojos se humedecen por las leves lágrimas, nublando mi vista. Los froto con el puño cerrado y, tras parpadear varias veces, miro a una preciosa medusa multicolor levitando junto a las chicas. Los cabellos de estas se mueven como si estuvieran bajo el agua, es maravilloso.

Doy otro sorbo al café y sonrío, adoro estos pequeños espectáculos que Arabella diseña para mí. Las medusas se multiplican, adornando el lugar. De pronto empiezo a sentir un leve dolor en el pecho, como si tuviera una daga enterrada en el lugar del corazón.

"¿Arabella?" pienso "¿Estás bien?".

No tardan en aparecer sirenas. Hay cuatro, todas de colas verdes y largos cabellos color chocolate. Me recuerdan mucho a Arabella, pero son más jóvenes. Las contemplo mientras juegan con las medusas y después una nada hasta el techo y otra da vuelvas alrededor del chico gótico que no levanta la vista de su celular.

Esto es tan hermoso, ¿por qué me duele tanto verlo?

El cuarteto se acerca a mí y me estudia de arriba abajo, como si fuera una obra de arte. Todas tienen unos preciosos ojos verdes del mismo tono que los de Arabella. De cerca no me parecen tan humanas, hay algo en sus expresiones que me parece muy salvaje.

"Son mis hijas" dice la voz de Arabella en mi interior.

Me estremezco. ¿Como no lo pensé antes? Arabella tuvo toda una vida antes de ser arrancada del mar. Una familia y amigos.

El dolor se intensifica cuando las sirenas me cantan. Han de extrañar mucho a Arabella, han de desear tenerla cerca para abrazarla de nuevo. Me entristece esto, pero a la vez me hace sentir bien. Mi sirena está mostrándome su pasado a cuenta gotas, a pesar de lo mucho que le duele.

"Me gustaría poder regresarte a donde perteneces" pienso.

Arabella no me responde.

ArabellaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora