Ya no me gusta tanto el invierno

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Antes esta solía ser mi época favorita del año: no tenía que ir a trabajar y a Levi no le apetecía salir mucho, así que pasábamos mucho tiempo juntos. Ahora, por el contrario, no puedo evitar deprimirme un poco. Ha pasado solo una semana desde que empezaron las vacaciones y ya extraño a Arabella.

—¿Crees que este le guste a Vera?—dice Levi sosteniendo una gargantilla con un dije de rubí falso.

Sonrío levemente.

—Sí. Queda con su estilo.

El centro comercial, como es de esperarse por las fechas, está abarrotado. Levi y yo apenas podemos caminar por la pequeña boutique y tenemos que subir un poco la voz al hablar, pues las adolescentes en la sección de accesorios no dejan de charlar con entusiasmo. Sus voces agudas se mezclan con el villancico que está de fondo. Yo, en otro tiempo, me hubiese quedado en el apartamento y pedido todos los regalos por Internet, pero ahora soy otro. Sé que decir que el amor cambia a las personas es trillado, pero es la verdad. Y yo tengo la fortuna de ser amado no por una, sino dos personas.

Terminamos comprando la gargantilla para Vera y salimos de la boutique. Levi toma mi mano mientras caminamos, todavía no me acostumbro a eso. Lo veo de soslayo mientras habla sobre lo que le compraremos a Ben; trae puesto un gorro con un pompón rojo y una bufanda a juego, luce adorable. Cualquier otro hombre se vería ridículo, pero Levi jamás. Posee una belleza andrógina que lo hace verse bien aún con prendas un tanto femeninas.

—Tenía planeado que tomáramos un latte de temporada después de las compras—dice Levi—. Pero hay tanta gente que dudo haya mesas disponibles.

Me encojo de hombros.

—Hay rosquillas y café instantáneo en casa.

Levi sonríe. No importa cuánto tiempo pasemos juntos, esos ojos castaños siempre van a tener el mismo efecto en mí.


Jamás volver

Arabella nos comparte a Levi y a mí sus recuerdos de cuando vivía en el mar. No solo los relata o nos transporta a ellos, sino que los revivimos en primera persona. Exploro los confines del océano en su cuerpo; soy rápido y ligero, y las demás sirenas me tratan como a una de las suyas. Aquí veo criaturas que en mi vida había imaginado: pulpos de tamaños colosales, peces de neón y humanoides con membranas entre los dedos. Soy testigo de algo que la gran mayoría de los seres humanos nunca ha visto, y probablemente así será hasta el final de los tiempos.

Sigo nadando. Siento el cosquilleo de las almas de Arabella y Levi en mi interior. Este mundo frío parece no tener fin. Me aparto el cabello castaño del rostro y voy un poco más arriba. A diferencia de lo que pensaba hacía unas horas, el carecer de piernas no me incomoda ni un poco. Nadar así me es tan natural como si hubiera tenido una cola de pez toda mi vida.

Siento curiosidad por ir más arriba, pero conozco mis límites. Las cosas ya no son como antes, los humanos ya no tienen temor al mar. Con el paso de los siglos crearon artefactos enormes capaces de capturar decenas de sirenas al mismo tiempo. Debo ir con cuidado si quiero seguir con vida. Mi conexión con mis hermanas me ha hecho ver qué es lo que ocurre con ellas en tierra: son usadas y desechadas; en el mejor de los casos se les obliga a cantar por horas y en el peor se les arranca el cabello y se les corta la cola todavía estando con vida para después devorarla.

¿Por qué los humanos son así?, pienso.

Ya es hora de regresar con mi madre a la cueva, ha de estar preocupada. Emprendo mi camino de regreso pero al poco rato me parece escuchar un tenue quejido. Miro a los lados, el largo cabello vuelve a cubrir mi rostro y tengo que hacerlo a un lado. Es una sirena, de eso no hay duda. Trato de seguir el sonido y cuando menos me doy cuenta estoy más cerca de la superficie de lo que debería. Esta es la primera vez que llego tan lejos. La voz es más clara, es un lamento. Tal vez quedó atrapada en una de las tantas trampas de sirenas o un tiburón la mordió y está herida. Sé que debo irme, que no debo tentar a la suerte, pero siempre nos cuidamos unas a las otras y no podré estar en paz hasta dar con ella.

ArabellaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora