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Siento que lo que hasta hace tiempo atrás era el trabajo perfecto, ahora es todo un infierno. Ya ni siquiera la paga compensaba este martirio.

No aguanto a mí jefe, ese italiano tiene un sentido del humor pésimo y unas ganas de martirizarme que siempre están al cien por ciento. ¡Pero Dios! Siento que en cualquier momento voy a matarlo.

No soporto su bipolaridad, su frialdad al momento de pedirme algo, y su despotismo para tratar a las personas. Idiota, siempre está recordándome que personas como él deberían extinguirse.

Mí rutina de siempre me tiene cansada, levantarme, ducharme, desayunar, alistarme y marcharme. Quisiera hacer algo más efectivo que eso. ¿Que es lo peor de todo?

¡Estamos en San Valentín!

Giovanna está que no puede de la felicidad, según ella, la vida es perfecta y su jefe muy guapo. Y, pobre de mí amiga, no me gustaría que la lastimen de este modo.

Pero bueno, son sus decisiones y sus ganas de joderse la vida entera.

Camino a la oficina no puedo hablar ni pensar en nada que no sean las flores que veo en cada esquina. Duele, vaya que duele.

Ya lo había dicho antes, no creo en los clichés. Pero ahora mismo, siento ganas de tener uno.

Nunca me ha gustado estar sola en fechas así, desde que soy una adolescente, pero ahora, todo es diferente. No me gusta estar sola y recordar lo doloroso que fue el pasado.

Ya no necesito más de la misma dosis de siempre.

—Buenos días, Paola —Giovanna se detuvo a saludar a la recepcionista— ¡Feliz San Valentín!

—A la mierda el amor, deberíamos tener un día para festejar la maldita soltería.

Sonriendo asentí a si favor y Giovanna rodó los ojos irritada. Peor vaya, creo que seguiré insistiendo.

Que fácil fue para ella olvidarlo todo.

Porque de otro modo, su estado de ánimo debería ser exactamente igual al mío. Un día como hoy hace unos años, todo era diferente. Y ya nunca volvió a ser igual.

—Chicas, organicé una reunión en mí casa, hoy después del trabajo. ¿Que dicen? ¿Van? —asentí de inmediato—

—Cuenta conmigo, Pao. Necesito un poco de libertad.

—Déjame adivinar.... ¿Odias a tu jefe?

Largué una carcajada y asentí mientras acomodaba mí cabello sobre mis hombros. Hoy me había esmerado en mí apariencia. Y he de admitir que me lucí.

Siempre he dicho que mis ojos son mí mejor arma. Y no he cambiado de opinión aún.

—Pues bueno, no cuenten conmigo —se adelantó a decir Giovanna— Tengo una cita.

—¡¿Una cita?! —preguntamos las dos a la vez—

—Ajá, no es muy interesante a decir verdad, solo voy a salir con mí jefe a cenar.

—¡¿Con tu jefe?! —volvimos a preguntar—

Ella chisteó obligándonos a callar y reímos, es que nos ha tomado de sorpresa. Vaya que se lo tenía guardadito.

La muy pendeja me había dicho que nada que ver. ¡Pero ahora mismo estoy comprobando lo contrario!

Me siento estafada.

Y con un poco de envidia. Maldita suertuda. Al menos le tocó un jefe guapo, atento y súuuuuper amable. Todo lo contrario al mío.

Lo único que rescato de él son sus pestañas, el resto que se vaya a la mierda.

1| El verde de sus ojos; Tristes Miradas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora