17

1.2K 109 20
                                    

Me cuesta reaccionar, no comprendo lo que quiere decir. Pero cuando comienza a tratarme mal ya gritar estupideces mí única reacción es empujarlo con fuerza lejos de mí alcance.

¿He escuchado bien? ¿Acaso ese ridículo italiano me acaba de amenazar?

¡Pero bueno! Al parecer se ha equivocado y bastante. ¿Realmente piensa que voy a cohibirme por esto?

Pues lo siento, pero no voy a caer en ese sucio juego. Si, he hecho mal. Pero eso no le dan derecho a tratarme de este modo.

—Escuche usted, señor Pasquarelli —musité acomodando mí cabello— Lamentó mucho haberme metido a revisar sus cosas. Estuve mal, lo sé. Pero, bajo ningún concepto vuelva a tocarme, y menos de esta manera. ¿Estamos de acuerdo?

—Ah, y encima vas a...

—Lo que vaya a hacer poco le interesa, señor —interrumpí caminando hacia la puerta que conectaba a mí oficina— Que tenga un buen día.

Tras cerrar la puerta a mis espaldas, me apoyé en esta y suspiré deslizándome en esta hasta caer en el piso. Oh Dios, mí pulso está acelerado.

Me imaginaba una reacción muy fuerte de mí parte, me imaginé gritando o golpeando cosas mientras le pedía respeto pero nada de eso sucedió. Solo pude ponerle un alto mientras tragaba el nudo en mí garganta.

Y ahora, siento que la piel que sus manos tocaron, quemar demasiado. Ahora mismo siento muchísimo miedo y ganas de salir de aquí.

Muchas dudas están acumuladas en mí mente, quiero decir muchas cosas, pero a la vez se que lo mejor es quedarme callada. Si es verdad o no, a mí no me interesa. De todos modos fue hace diez años o incluso más. ¿Por qué voy a martirizarme?

Peiné mí cabello sumamente nerviosa, y cuando me puse de pie busqué busqué un vaso con agua. Estaba sumamente acalorada y necesitaba un poco de aire.

Mí jornada de trabajo al parecer tendrá que ser cumplida al pie de la letra. Mí jefe está aquí y bueno, al parecer lo único que quiere ahora es pegarme un tiró.

Cuando el teléfono que dejé sobre la mesa comenzó a vibrar indicando que una llamada entraba, quise rechazarla, pero era Isaac. Y de algún modo, quería y necesitaba hablar con él.

Contesté la llamada casi al instante, y tras tragar el nudo en mí garganta, hablé;

—Hola —mordí mí labio inferior cuando mí voz tembló— ¿Cómo estás?

—En perfectas condiciones de invitarte a comer conmigo —su animada voz llegó a mis oídos— ¿Cómo estás, pequeña? Espero que muy bien, porque yo lo estoy, y tengo muchas ganas de verte. ¿A qué hora paso por ti y en dónde?

—A las doce en el corporativo, ¿Te parece? —me adelanté a decir—

—Por supuesto que me parece —celebró— Pero, ¿Qué te sucede, linda?

Apreté mis labios ahogando el involuntario sollozo. Y cuando menos lo pensaba, mí rostro ya estaba inundado en lágrimas.

¡Mierda!

Me ha dolido demasiado lo que pasó ahí afuera. Sentí un hueco inmenso en mí pecho cuando me miró con tanta frialdad.

Cuando me dejó claro que el ser la mujer que más lo atrae físicamente no le dan ningún tipo de derecho. Dolió, y vaya que dolió.

Y aún así, suspiré, dibuje una sonrisa en mí rostro y expliqué;

—No pasa nada. Es solo un pequeño dolor de cabeza, pero voy a estar bien para las doce, gracias por llamar.

1| El verde de sus ojos; Tristes Miradas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora