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Dicen que se sabe si un amor es verdadero cuando duele tanto como dientes en el alma. Dicen que lo nuestro es tan solo pasajero pero qué sabe la gente lo que siento cuando callan.

Soy una masoquista que no deja de escuchar esa canción. Las razones deberían ser obvias. Pero por si alguien no lo recuerda, quisiera refrescarles la memoria.

Estoy escuchando esa canción porque recuerdo exactamente ese quince de febrero que la bailé con Ruggero Pasquarelli. Me agrada recordar la sensación de sentir su mano en mí cintura mientras nos movíamos al delirante ritmo.

Aparte esa canción, es maldita canción está describiendo cosas que creí imposibles. No sabía que el amor existía en realidad.

Y ahora tú llegaste a mí amor y sin más cuentos apuntas directo en medio del alma. Ahora tú llegaste a mí oh no, sin previo aviso, un un permiso. Cómo si nada. Ahora tú.

No sé a dónde me va a llevar todo esto en realidad, no quiero ilusionarme porque se que va a doler cuando le estrelle contra la pared. Pero es que es imposible no pensar en esos ojos, esa seriedad y esa manera de ser tan única.

Vale, admito que es un idiota, un verdadero idiota. Pero algo muy dentro de mí me pide que sigan insistiendo aunque se que voy salir lastimada.

Dicen que la esperanza es lo último que se pierde, y aquí estoy yo creyendo fielmente en ese dicho. Estoy dejando que Ruggero entre a mí vida como no debería y eso me asusta.

Siendo las seis de la mañana estoy despierta y dispuesta a hacer de este un excelente día pese a que se que Ruggero no estará en la empresa. Y la verdad es que mí excelente humor se debe precisamente a él.

Desde que me llamó mí amor, una tonta sonrisa ha dibujado mí rostro. Soy su amor. No sé desde cuándo pero me agrada serlo.

Y ya lo sé, me estoy comportando como una idiota.

Luego de maquillarme bajo a la cocina para prepararme un café con alguna tostada. No quiero desayunar, pero el mareo de esta mañana no pasa desapercibido para mí. Y aunque no es de mí agrado, tengo que cuidarme como es debido.

A las seis y media me encuentro cepillando mis dientes mientras la canción se reproduce una y otra vez. Lo sé, estoy traumada.

Siete y cinco, finalmente estoy subida en un taxi camino a la empresa. Y aunque le he enviado un par de mensajes a Ruggero, él no le contesta. Y cabe recalcar que eso me pone algo nerviosa.

No quiero ser insistente, pero tengo la necesidad de.

Siete y veinte, el taxi finalmente me deja en la puerta del corporativo y yo le bajo de este después de haber pagado. Ciertamente es muy temprano, pero Giovanna me pidió las fotografías de algunos informes y es eso lo que estoy yendo a hacer ahora mismo.

Estamos a jueves, dentro de dos días tengo que viajar hacia Holanda. Y apenas hoy me estoy presentando en las oficinas.

—Buenos días, Karol —me saluda Paola desde la recepción y yo asiento como saludo —¡¿Karol?!

—Si, esa soy yo —me reí.

—¿Pero qué haces tú aquí? ¿No deberías estar en Dubai?

—Debería —admito —Pero el clima o algo me ha caído mal y debido a una alergia tuve que volver. Pero dentro de dos días viajo a Holanda así que...

—Vaya, no lo sabía. ¿Te sientes mejor?

—Sin duda —suspiré —¿Y qué haces tú aquí tan temprano?

—Oh, es que el menor de los Pasquarelli va a visitar el corporativo hoy, y bueno, tengo que tener todo listo para él.

—Ya veo, ¿Leonardo Pasquarelli?

1| El verde de sus ojos; Tristes Miradas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora