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Me duele la cabeza y ahora mismo soy consciente de que todo esto es efecto de la cruda que llevo encima. ¿Alguien me recuerda como he bebido tanto? ¿Qué hora es? Ay Dios mío, ¿En dónde estoy?

Mis ojos se abren con pesadez, y cuando miro el techo en silencio, algo se me hace familiar aquí. ¿Cuándo estuve en este lugar? Estoy recordando, o intentando hacerlo.

Me remuevo incómoda cuando una punzada ataca mi cabeza, entonces recuerdo pocas cosas pero ciertamente vergonzosas que hacen que mis mejillas arden debido a la vergüenza. No puedo creer que fui capaz de beber de esa manera a ciertas horas de la mañana.

¿De dónde saco tantas ganas de hacer tonterías sin parar? Deberían darme un maldito premio.

– ¿Qué hago sino despierta? –confundida volteé a mirar al dueño de aquella voz. – En serio me asusta lleva horas así... No, Giovanna. No es necesario ni importante... si, ya le hablé a un doctor, dice que no tengo que alarmarme para nada... de acuerdo, yo me encargo de eso, hasta mañana.

Mordí mi labio inferior sin comprender qué hacía aquí, ¿No que iba a verme con Isaac? ¿Qué hago entonces aquí?

Me fijé en Ruggero que estaba dándome la espalda, no llevaba camisa y eso me dejaba ver su perfecta espalda desnuda, y su pantalón de dormir era lo suficiente apretado como para no dejarme mucho a la imaginación. Vaya, incluso hace que mi enojo se disperse por un momento para dejarme pensar en ciertas cosas como él y su sexy cuerpo.

Cuando cuelga el teléfono me sorprendo de lo rápido que se da la vuelta para observar en mi dirección, supongo que necesita saber cómo estoy si es que de verdad le intereso. Quisiera preguntar, pero estoy avergonzada por todo lo que pude haber hecho ayer.

–Hola –musitó caminando hacia mí. – ¿Cómo estás?

Tomó mis manos e intentó besarlas pero inevitablemente las alejé sumamente molesta con él. ¿Acaso piensa que esto se va a solucionar así? Yo no quiero, realmente no quiero.

Él en cambio, frustrado por mi rechazo, apoyó sus manos en el borde de la cama y fijó su mirada en un punto específico de la pared. Me siento cohibida a su lado, y más si se mantiene en esa sexy posición mostrándome su torso desnudo.

Tengo muchos pensamientos, y ninguno combina con la molestia que llevo encima.

–No vas a hablar. ¿Verdad? –me dedicó una rápida mirada. –Yo realmente lo siento, encontrarte bebiendo demasiado me desesperó y aunque admito que me sobrepasé, ese idiota lo merecía.

– ¿De qué hablas? –pregunté dejando el enojo de lado. – ¿A qué te refieres?

– ¿En serio no lo recuerdas? –negué confundida. –Bueno, es que ayer fui a buscarte cuando Isaac me dijo que no podía encontrarse contigo. Te encontré en ese bar que por cierto está siendo investigado, estabas borracha, muy borracha. Y un enfermo estaba sobrepasándose contigo.

– ¿Sobrepasándose conmigo? ¿Cómo?

–Te estaba tocando, besando y acariciando de una manera muy inapropiada y tú, intentabas evitarlo pero estabas tan borracha que no podías.

–Mierda, siempre hago el ridículo –me lamenté. – ¿Y qué le hiciste?

–Nada que no se solucione en dos o tres días en el hospital –explicó masajeando su sien. –Ahora, quiero que me perdones.

Suspiré cruzando los brazos sobre mi pecho, y cuando noté que llevaba puesta una de sus camisas, me enervé lo suficiente como para comenzar a gritar. Pero es que Dios, estaba lo suficiente avergonzada como para no poder hablar.

Aparte, no he olvidado tremendo desplante que me hizo, todo lo que hizo con Cecilia mientras yo me lamentaba y de cierto modo sufría como nunca antes. Ruggero tiene la capacidad de jugar con mis sentimientos, sí que la tiene.

– ¿Podrías dejar que te explique respecto a lo que pasó con Cecilia? –negué sorbiendo mi nariz.

¿Por qué mierda tengo los ojos aguados?

Mis sentimientos son un caos total.

–Nena, escucha por favor.

–No quiero, no soy tu nena, tu amor, tu nada –mi voz sonó quebrada. –Tú mismo lo has dejado claro esta mañana. Quiero irme a mi casa, dame mi ropa y déjame en paz.

–Por Dios, Karol. ¿No puedes entender lo mucho que a mí me dolió verte escarbando en mí pasado? Son cosas que he intentado evitar desde que sucedieron. Tú no sabes cuánto duele –explicó con el mismo tono de voz.

–Pero eso no te daba derecho a tratarme así. A jugar conmigo de ese modo. ¿Te importó a ti saber si me dolió o no escuchar cómo le llamabas amore a Cecilia?

Cuando las lágrimas rodaron por mi rostro las limpié con rabia mientras él tomaba su rostro entre sus manos ahogando un fuerte grito de frustración. ¿Es que nada nunca va a salirnos bien?

Ni siquiera somos nada y ya estamos discutiendo como dos tóxicos estúpidos. No es justo. No nos merecemos esto.

Ninguno en realidad. Ha sido suficiente.

– ¿Sabes una cosa? Creo que nos equivocamos bastante pensando que podemos llegar a manejar esto como adultos. Tu vida y la mía no están en sincronía, tus gustos, costumbres y vida amorosa me superan. Lo lamento bastante. –me lamenté siendo sincera. –Y de verdad lo siento porque yo tuve expectativas muy grandes respecto a esto. Pero el papel que yo estuve dispuesta a darte te quedó grande, muy grande.

–No, Karol. No digas eso –pidió volteando a mirarme.

Entonces vi sus ojos llorosos, la eminente preocupación reflejada en su rostro y me lamenté bastante. ¿Cómo dejé que lleguemos a este punto?

No somos nada, absolutamente nada. Y aun así parecemos un par de estúpidos aferrándose a las cosas que no les hacen bien.

Limpié las nuevas lágrimas que mojaron mis mejillas y me puse de pie caminando hacia el baño que aunque no es mío, va a librarme de este martirio.

Abrí el pequeño botiquín y busqué alguna pastilla para el dolor de cabeza o algo por el estilo, y cuando la tragué con un poco de agua, bajé la tapa del baño y me senté sobre este. Tomé mi rostro entre mis manos, suspiré profundo y sollocé. ¿Qué si estaba cansada? Por supuesto que sí.

Realmente lo estaba, y eso estaba restando puntos a mí favor. Estoy dejando que Pasquarelli perfore mis sentimientos como nunca antes, y eso no me agrada para nada.

Los golpes en la puerta llamaron mi atención, y cuando Ruggero advirtió que no le importaba la situación en la que me encuentre, que de todos modos iba a entrar, me deshice de la camisa que llevaba puesta y entré debajo de la ducha.

Cuando el agua mojó mi ropa interior me deshice también de esta, y deslizándome sobre la pared, me dejé caer al piso. Abracé mis rodillas y ocultando mi rostro entre mis brazos escuché la puerta abrirse. ¿Era Ruggero? ¡Pero por supuesto que lo era!

El agua dejó de caer, y cuando levanté la mirada supe que Ruggero estaba parado frente a mí mirándome con un no sé qué que odiaba tanto. ¿Qué quería? ¿No quería entender que estoy cansada o qué?

Poniéndose en cuclillas limpió mis lágrimas, y cuando menos lo esperé, ya me encontraba envuelta en sus brazos.

Y me dejé, dejé que él viera mi debilidad una vez más. Estaba cansada, sumamente cansada de fingir y lamentarme después. Ya no.

– ¿Qué quieres que haga? Dímelo y lo haré. Tú solamente pídeme lo que quieras, te juro que lo haré.

–No serías capaz de hacer nada de lo que te pido –susurré separándome para poder mirarlo a los ojos.

–Pero por supuesto que sí. –apostó. – ¿Me quieres poner a prueba? Hazlo entonces. ¿Quieres que llame a Karla y Cecilia para cortar todo de raíz? ¿Eso quieres que haga? Pues bien, lo haré.

¿Ruggero sería capaz de eso? Yo realmente esperaba que sí.

1| El verde de sus ojos; Tristes Miradas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora