Me cuesta mucho poder seguir mirándolo a los ojos, hablar o al menos pensar claramente. ¿Mí jefe regalándome flores? ¿El mismo amargado que cada mañana logra sacarme de mis casillas?
Si, algo muy grande debe haber detrás de esto y la principal causante sin duda alguna tiene nombre y apellido. Giovanna Reynaud. La mexicana más casamentera del maldito mundo.
Inevitablemente, observar ese ramo tan cerca de mí me traslada al pasado. Al momento en el que todo comenzó. Ese específico día.
—Entonces... ¿Quieres ser mí amiga?
—¿Amigos solamente? —pregunté riendo—
—Bueno, si tú quieres, podemos cambiar la expresión amigos por algo más formal como... ¿Pareja quizá?
—¿Estás bien?
Tengo que obligarme a suspirar profundo para poder salir de ese paréntesis al que entré sin querer. Y cuando los ojos de Pasquarelli vuelven a atraparme solo puedo murmurar por lo bajo.
Entiendo que quizá Giovanna hizo esto para ayudarme. Pero no puedo, a mí nadie puede ayudarme por el momento.
—Gracias —musité tomando el ramo— Pero no fue necesario, señor.
—¿Ya vamos de nuevo con las formalidades? No estamos en la empresa, Karol. Y es solamente un modo de disculpa por mí parte. He fallado bastante a decir verdad. Cometí muchos errores desde que te conocí y quiero corregirlos. Quiero que trabajemos en armonía, ¿Es eso posible?
Aún sin quitar la vista del ramo asentí más por obligación que por otra cosa. Que se esté disculpando aunque sea a su manera me agrada.
Eso significa que dejará de comportarse como un idiota. Y qué respetará mí lugar de trabajo como yo respeto el suyo.
—Perfecto entonces —murmuré— ¿Hacemos las paces, señor Pasquarelli?
—Por supuesto, señorita Sevilla —accedió estrechando mí mano— Y quiero que sepa que, a pesar de todo, mí pensamiento no ha cambiado.
—¿Su pensamiento?
—Si, sigo pensando que debería leer mejores libros, el cliché está sobrevalorado.
Inevitablemente sonreí, porque o sonreía, o mandaba al carajo todo el avance al insultarlo como una idiota. Y cuando él tomó mí mano besando mis nudillos, negué retirando mí mano.
Reconozco que aunque me agrade tanta buena onda entre ambos, se muy bien lo que él busca. Y yo no estoy dispuesta al sexo. No con él.
Soy consiente de lo mucho que se ha clavado Karla con el, está locamente obsesionada y yo no quiero que me pase lo mismo. No estoy lista para que vuelvan a romperme el corazón.
Y aunque sé que una persona no elige de quién enamorarse. Yo prefiero evitar que sea de él.
—Gracias por todo, Ruggero. Pero, ¿Puedes llevarme a mí casa?
—¿A tu casa? San Valentín aún no termina —se justificó— Y la noche apenas comienza.
—Teóricamente, son las doce y cincuenta y tres de la noche. Básicamente San Valentín termina en siete minutos y...
—La madrugada apenas comienza entonces —corrigió poniendo el auto en marcha— Tenemos muchas cosas por hacer.
Quise protestar pero sabía que llevarle la contraria sería imposible. Además, aparte de sentirme estafada, también sentía ganas de disfrutar mí madrugada al máximo. Era lo justo.
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1| El verde de sus ojos; Tristes Miradas.
RomanceDicen, que el amor es lo más maravilloso del mundo. Pero al parecer, ambos quedamos atrapados en un extraño juego de azar.